La gente del bar se acumula en la barra, el camarero sonríe mientras coge la botella y la gente corea: ¡duelo, duelo, duelo! Un montón de vasos de chupito son puestos en línea sobre la barra. La batalla por ver quién aguanta más está a punto de comenzar ¿de qué depende el resultado?
Unos científicos de la Universidad Estatal de Washington han descubierto que el secreto está en GABA, el principal neurotransmisor inhibidor en el sistema nervioso central. Al parecer, dicho neurotransmisor no se comporta de la misma forma en todos nuestros cocos. En algunas personas reacciona de forma exagerada incluso a pequeñas dosis de alcohol, lo que provoca que anden haciendo eses, tropiecen o sufran trastornos del habla.
En los bebedores más profesionales sucede exactamente lo contrario. Sus receptores necesitan mucho más alcohol para darse por estimulados y satisfechos, algo que puede conducir a problemas graves con el alcohol e incluso derivar en alcoholismo. Una de las teorías que proponen los investigadores para evitar este problema, es la posibilidad de aumentar la sensibilidad de este neurotransmisor con el fin de que estas personas beban demasiado. «Esta técnica podría evitar que la persona pasase de beber tres o cuatro copas en una o dos horas a una o dos», argumentó David Rossi, profesor de neurología de Washington y uno de los autores del estudio.
El mecanismo responsable de nuestra tolerancia al alcohol se encuentra ubicado en el cerebelo, una parte de nuestro cerebro situada en la parte posterior del cráneo que está conectada con nuestro sistema nervioso. Cuando se activa, el neurotransmisor GABA inhibe la activación de las células cerebrales, cuestión que provoca una reducción de la ansiedad y la inhibición social. El problema es que dificulta otras funciones vitales para nosotros, como es el equilibrio o el movimiento.
Para resolver sus dudas, los científicos experimentaron con ratones cuyos neurotransmisores habían sido alterados para tener una baja o alta tolerancia al alcohol. En el primer caso, los investigadores observaron después de servir una copa a los roedores (en términos humanos), que eran incapaces de permanecer en un cilindro giratorio durante mucho tiempo. En cambio, en los que aceptaban sin problemas una primera y una segunda copa, observaron que estos se quedaron en el cilindro, incluso después de beber tres veces la cantidad de alcohol que habían ingerido sus compañeros. «Esto refleja la situación humana«, añadió Rossi.
El hallazgo, según explica el equipo de investigadores en The Journal of Neuroscience, pone de relieve una nueva región del cerebro que puede ser manipulado para disuadir el consumo excesivo de alcohol o tratar enfermedades como el alcoholismo.
Fuente: telegraph.co.uk
Redacción QUO
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