La producción mundial de vacunas está ante el mayor reto de los las últimas décadas: producir suficientes dosis para inmunizar a la mayor parte de la población frente a la gripe A. Y hacerlo con una vacuna segura. ¿Estamos preparados?
En la mente de todos los expertos en gripe está el caso de un soldado estadounidense que, tras unos días de intensa fiebre, murió en la enfermería del cuartel. El motivo del fallecimiento fue un nuevo virus de la gripe, según confirmaron los Centros de Control de Enfermedades. Se identificó como A/H1N1, resultó ser de origen porcino y muy parecido al de la gripe española de 1918. El temor a que ocasionase una pandemia mortal hizo que las Autoridades sanitarias decidieran vacunar masivamente a la población, lo que obligó a los laboratorios a fabricar contrarreloj millones de dosis. ¿Te suena? Ocurrió en 1976.
Las vacunas, igual que entonces, vuelven a estar en el centro del debate. La psicosis que invadió a todos en 1976 llevó al presidente Gerald Ford a exonerar a las farmacéuticas de toda responsabilidad sobre los efectos adversos que pudiera provocar la vacunación masiva con un producto que tuvo que utilizarse sin haber pasado todos los controles de seguridad.
El resultado fue que unas semanas después de empezar la vacunación se registró un aumento inusual de enfermos con un cuadro neurológico raro que provocaba debilidad muscular y en ocasiones acababa en parálisis, el síndrome de Guillain-Barré. La consecuencia fue una avalancha de demandas contra el Gobierno estadounidense y el pago de cuantiosas indemnizaciones. “Fue una decisión equivocada y deberíamos aprender la lección”, apunta Antoni Trilla, epidemiólogo del Hospital Clínico de Barcelona.
Cinco meses después de que la gripe A diera la cara, el mundo sigue instalado en la incertidumbre, y en medio de esta se ha desatado una guerra en torno a la vacuna, el mejor medio para esquivar el virus. En la batalla se dirimen diferencias sobre los criterios científicos con que hay que enfrentarse a la pandemia, pero también intereses políticos y comerciales. Un ejemplo de estos es la rapidez, según algunos precipitación, con la que el laboratorio chino Sinovac ha ofrecido su vacuna a algunos países un 30% más barata que la de las multinacionales europeas y estadounidenses. Francisco Zaragozá, catedrático de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares, muestra irónicamente su desconfianza sobre sus garantías: “En China pude comprar un Mercedes, pero tenía de Mercedes lo que yo de obispo”.
Según el profesor, los controles de calidad en Europa, o EEUU, y en China, también en medicamentos, no tienen nada que ver: “Algo que deberían tener en cuenta los posibles compradores de la vacuna”.
A las puertas de la temporada otoño-invierno, todos los países quieren disponer de cientos de miles de dosis, y cuanto antes. Pero hay un problema: “La capacidad de producción mundial de vacunas contra la gripe está muy lejos de acercarse a la que sería necesaria para proteger a la población mundial”, reconoce la OMS en documentos oficiales. Esta se ve mermada, además, porque las farmacéuticas tienen que elaborar al mismo tiempo la vacuna contra la gripe estacional.
Redacción QUO
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