Una escala musical escondida en un texto de Platón, un cerebro en los frescos de la Capilla Sixtina, imágenes subliminales en el cine… Te mostramos los secretos y códigos ocultos en algunas de las obras de arte más celebres de la historia.
El banquete de la resurrección.
La obra de Caravaggio es todo
un catálogo de simbologías
ocultas. Un buen ejemplo de ello
es el cuadro La cena de Emaús,
que recrea un conocido episodio
de los Evangelios cuando Cristo, tras su resurrección, se aparece delante de dos de sus discípulos (Cleofás
y Santiago) y del posadero que les sirve la mesa. Según el estudio realizado por Andreas Paster en su obra Los maestros de la pintura occidental, el cuadro está lleno de símbolos
teológicos. Según él, la pequeña sombra de un pez que se proyecta por detrás del frutero representa el signo de los antiguos cristianos, las patas estiradas del pollo son una metáfora de la muerte, mientras que las uvas representan la resurrección y las manzanas son el símbolo del llamado pecado original.
Un autógrafo en los ojos de la Gioconda
Los misterios (reales o imaginados) que rodean a esta obra de Leonardo son imposibles de enumerar aquí. Pero el más reciente de ellos es el hallazgo realizado por el historiador y arqueólogo Silvano Vincenti quien, al escanear los ojos de Mona Lisa descubrió dos mensajes ocultos. Al parecer, en la pupila derecha se pueden leer las letras L y V, quizá la firma del autor, mientras que en el izquierdo aparecen la C y la E que, según el investigador, podrían ser una pista para descubrir la identidad de la mujer que posó para el cuadro. “A Leonardo le gustaba utilizar símbolos y códigos para transmitir mensajes, y quería que supiéramos la identidad de la modelo a través de sus ojos, los cuales consideraba el espejo del alma y un medio de comunicación”, asegura Vincenti.
Saludo para la posteridad
Una escultura de la cabeza del poeta Dante Alighieri, situada en una iglesia de Buenos Aires, guardó durante un siglo una caja oculta por su creador. Al restaurarla hace unos años, se descubrió que el autor de la imagen, el artista austríaco Antonio Voegele, escondió en su interior una caja metálica adornada con extraños dibujos orientales y que, a su vez, contenía un sobre con el membrete del escultor y una carta fechada el 3 de agosto de 1908. En ella podía leerse: “Saludos a quien encuentre este escrito”. Una broma póstuma cuyo resultado el artista nunca pudo conocer.
La prueba del ¿crimen?
Lanzó Rembrandt una acusación de asesinato en forma de lienzo? Eso sostiene una teoría defendida, entre otros, por el cineasta Peter Greenaway. Según el artista, en La ronda de noche el pintor simbolizó el supuesto asesinato de su personaje principal, el capitán Frans Banning Cocq (que va vestido de negro), fallecido en un fatal accidente. Greenaway sostiene que Rembrandt quiso denunciar que fue un crimen tramado por un rival político (que según él es el personaje a su lado, de amarillo).
Al servicio satánico de su Majestad
Ian Fleming, el padre de James Bond, parece que se familiarizó con el ocultismo tras conocer a Aleister Crowley, quien fundó la pintoresca Iglesia de Satán y con quien coincidió en su juventud en las filas del MI-6. Así lo afirma el historiador Philip Gardiner, quien sostiene que las novelas de Bond son un catálogo de símbolos esotéricos. Por ejemplo, 007 era el número secreto que John Dee, astrónomo de Isabel I, utilizaba para camuflar su identidad en los mensajes privados que enviaba a la soberana. Y M era la letra con la que el mago se refería a su reina.
Dios está en un cerebro
Miguel Ángel fue un notable experto en la anatomía humana, conocimiento que le permitió crear minuciosas y realistas representaciones de personas. En 1990, Frank Lynn Meshberger, investigador del Saint John Medical Center de Indiana, publicó en el Diario de la Asociación Médica Norteamericana un artículo en el que afirmaba haber descubierto, además, la estructura de un cerebro humano camuflada bajo la imagen de Dios en uno de los frescos de la Capilla Sixtina, concretamente el titulado La creación de Adán. La sospecha de que el artista italiano había incluido imágenes anatómicas en algunas de sus pinturas siempre había existido. ¿Qué pretendía con ello? Meshberger se arriesga con la siguiente hipótesis: “Sobreponiendo a Dios sobre la imagen de un cerebro quizá pretendía transmitir la idea de que la religión es un producto de nuestra mente”. Ya puestos a especular…
Nombres nada inocentes
Los expertos en la obra de Julio Verne coinciden en señalar que sus novelas están repletas de juegos de palabras y mensajes ocultos. ¿La razón? Las hipótesis mas fantasiosas sostienen que podría deberse a su hipotética pertenencia a la masonería o a cualquier otra sociedad secreta. Otras teorías más pragmáticas postulan que se trata de simples juegos enrevesados. Sea como fuere, lo cierto es que la obra de Verne es un regalo para los aficionados a este tipo de enigmas literarios. Un buen ejemplo son los nombres de los personajes de algunas de sus historias, que se prestan a todo tipo de significados, como el apellido de los protagonistas de las novelas El secreto de Matson (Pierdeux) y Héctor Servadac, o bien los de los dos personajes del cuento El doctor Ox (el propio Ox y su auxiliar Ygene). En el primer caso han llegado a la conclusión de que Pierdeux es la fórmula del cálculo del área de la circunferencia (pi-r2); Servadac, escrito de derecha a izquierda, es “cadáveres” en francés (cadavres), y Ox e Ygene forman la palabra oxígeno, tema central del cuento. Curioso cuando menos.
Goya, ¿pionero de lo subliminal?
Sin duda Saturno devorando a sus hijos es uno de los cuadros más aterradores de toda la historia del arte. Algunos expertos sugieren que el efecto tan pavoroso que produce en el espectador puede deberse también al uso de técnicas que podrían considerarse un precedente de las actuales imágenes subliminales. Así, en el espacio que queda entre la cabeza del coloso y la curva de su brazo derecho sugieren que se forma una nada inocente figura que se asemeja a la cabeza de una fiera.
¡Los demonios están por las nubes!
A principios de este año, Chiara Frugoni,
una experta en arte medieval, descubrió entre los frescos pintados por Giotto en la Basílica Superior de Asís (en la localidad de Peruglia, Italia), un detalle que pasó inadvertido durante ocho siglos. Una de las nubes que aparecen
en la llamada Vigésima escena de la vida de
Francisco de Asis está deformada para asemejarse al rostro de un demonio. “Sugerir imágenes a través de las formas de las nubes era un juego muy habitual entre los pintores medievales
y renacentistas. Antes se creía que el pionero
era Andrea Mantegna, quien en su San Sebastián incluyó unos cúmulos que forman la imagen de un caballero. Ahora, con este descubrimiento, esta primacía de Mantegna ya no es tal”, explica la historiadora.
La calavera de Norman Bates
Alfred Hithcock adoraba jugar con el público, y sus películas están repletas de guiños y mensajes ocultos que, en el mundo anglosajón, reciben el nombre de Easter eggs (huevos de Pascua). La mítica Psicosis es un catálogo de esta afición. En la escena final incluyó una imagen subliminal, una calavera superpuesta sobre el rostro de Anthony Perkins. Además, en el motel el espectador avezado podrá leer un cartel que dice: “Alfred Hitchcock durmió aquí”. Por si fuera poco, el personaje de Norman Bates aparece en varias escenas rodeado de aves (disecadas), un macabro detalle de ambientación que al cineasta le sirvió también para anunciar de forma indirecta que su siguiente cinta sería Los pájaros.
La logia del vampiro
Nosferatu (1922), la primera obra maestra del cine de vampiros, dirigida por el alemán F. W. Murnau, es todo un catálogo de simbología esotérica. Así lo testimonia el historiador cinematográfico Luciano Berriatua en un magnífico libro sobre la gestación del filme, que fue producido por Albin Grau, fundador de una logia berlinesa llamada Fraternitas Saturni dedicada al estudio de las llamadas ciencias ocultas. La película fue financiada por medio de una compañía llamada Prana Films, cuyo nombre ya es toda una declaración de intenciones, pues se trata de una palabra que en sánscrito significa “fluido vital”. Además, su logo imitaba el símbolo del yin y el yang. Grau también exigió a
Murnau que introdujera otros símbolos ocultistas; como, por ejemplo, que el barco que traslada al monstruo a Europa se llame Empusa, que es el nombre de una criatura mitológica que se alimentaba de sangre.
La (no) tan apetitosa Kim Novak
Sobre el poder de los mensajes subliminales en el cine se han escrito y dicho muchas fantasías. La más popular de ellas es un supuesto experimento realizado por el publicista James Vicary en 1955 en un cine donde se proyectaba la película Picnic. Se dijo que sobre el rostro de Kim Novak se sobreimpusieron dos pequeños mensajes que por la brevedad de su duración (1/25 de segundo) no podían ser apreciados por el ojo humano. En ellos se leía “¿Tienes sed? Bebe Coca-Cola” y “Come palomitas”. Los resultados de este supuesto estudio habrían reportado que las ventas de refrescos y de pop-corn crecieron respectivamente un 58% y un 28% en un mes entre los espectadores de dicho cine. Pero en 1962, el propio Vicary comentó que las conclusiones de dicho estudio eran una patraña, ya que nunca llegó a realizarse porque su compañía atravesaba graves problemas económicos.
El código de Platón
Jay Kennedy, historiador de la Universidad de Manchester, dice haber descubierto los mensajes que Platón dejó ocultos en su manuscrito de La República. Después de cada duodécima parte del texto, el filósofo describe sonidos que, al juntarlos, forman un patrón que reproduce
las doce notas de la escala musical griega. Para referirse a las armónicas, Platón describió sonidos
vinculados al amor y a la risa, y para las disonantes otros referidos a la guerra y a la muerte.
El ‘sudoku’ de Alberto Durero
Melancolía I es probablemente la obra más curiosa del artista alemán. En ella se permitió la frivolidad de incluir un pequeño juego que antiguamente se conocía como “cuadrado mágico”, y que podría considerarse un antecedente del sudoku. Consiste en una especie de problema en el que la suma de todas sus filas y columnas da siempre el mismo resultado. En el caso del cuadrado mágico creado por Durero (además de corresponderle el mérito de ser el primer pintor que recurrió a este juego matemático) se da el hecho de que también suman lo mismo las cifras de las cuatro esquinas, y las de las cuatro casillas centrales. ¿Qué cuál es el resultado? Pues resulta que siempre es el mismo: 34.
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