El hecho de que una persona haya desarrollado la enfermedad del beso no implica que, necesariamente, vaya a desarrollar esclerosis múltiple
Ante las informaciones que han aparecido recientemente en los medios de que comunicación que señalan que el virus que causa la enfermedad del beso o mononucleosis infecciosa (virus de Epstein-Barr ) es responsable de la esclerosis múltiple, la Sociedad Española de Neurología ha enviado un comunicado con importantes aclaraciones:
La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica autoinmune, inflamatoria y degenerativa del sistema nervioso central, y es el trastorno neurológico discapacitante no traumático más común en los adultos jóvenes de los países desarrollados.
Los estudios de prevalencia más recientes indican que la frecuencia de la enfermedad ha aumentado en el mundo en las últimas décadas, que dicho incremento de la prevalencia ocurre fundamentalmente a expensas de un mayor número de casos de mujeres con formas recurrentes-remitentes, y que la influencia del gradiente latitudinal parece estar atenuándose.
En el momento actual se estima que hay aproximadamente 2,5-3 millones de pacientes en todo el mundo y unos 55.000 en España. La enfermedad es típica de mujeres (3 casos por cada caso masculino) y habitualmente comienza entre los 20 y los 40 años.
En la actualidad se desconoce la causa que produce la esclerosis múltiple, aunque la mayor parte de los estudios realizados apoyan la existencia de factores ambientales que, actuando sobre individuos genéticamente predispuestos, desencadenan el fenómeno autoinmune a través del cual se desarrollan los procesos inflamatorios y degenerativos en el sistema nervioso central.
La influencia de estos factores ambientales parece crucial durante la niñez, tal como demuestran estudios realizados en poblaciones que migran de áreas de baja frecuencia de la enfermedad a otras de alto riesgo, o a la inversa, pudiendo modificar la susceptibilidad de padecer la enfermedad de modo que las dos primeras décadas de vida parecen fundamentales para el establecimiento del riesgo de padecer esclerosis múltiple.
La enfermedad no sigue un patrón de herencia convencional, asociado a un único gen, sino que se han identificado más de 200 genes que parecen conferir al individuo un mayor riesgo de desarrollarla cuando se expone a los referidos factores ambientales.
Son muchos los estudios realizados para tratar de identificar cuál, o cuáles, son los factores ambientales directamente relacionados con el desarrollo de la enfermedad sin que hasta ahora haya podido establecerse una relación definitivamente consistente con ninguno de ellos.
Entre estos factores ambientales se han estudiado los niveles de vitamina D, en relación directa con la exposición a la radiación ultravioleta de la luz solar, el hábito tabáquico, el consumo de sal, la obesidad en la adolescencia y la exposición a diferentes agentes infecciosos como el virus de Epstein Barr (VEB).
Durante muchos años se ha propuesto la existencia de agentes infecciosos que aumentarían el riesgo de esclerosis múltiple si se adquiriesen en la adolescencia, pero no si el primer contacto con ellos se produjera durante la infancia.
Apoyando esta hipótesis, «teoría de la higiene», los hallazgos epidemiológicos indican que la prevalencia de la enfermedad sea baja en los países en desarrollo y tienda a aumentar en las regiones con mayor situación socioeconómica y saneamiento donde se retrasa la edad de estas primoinfecciones.
Curiosamente, el momento de la infección primaria por VEB generalmente se considera como un marcador de higiene infantil y se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple.
Generalmente adquirida en la primera infancia en los países en desarrollo, la infección primaria por VEB está drásticamente retrasada en áreas desarrolladas, con una seroprevalencia mucho más baja en los jóvenes de manera que, cuando esto ocurre, aumenta significativamente el riesgo de desarrollar mononucleosis infecciosa mientras que en la infancia la infección puede cursar con una clínica muy banal o incluso asintomática.
Si bien varios estudios proporcionan pruebas sólidas de que la mononucleosis infecciosa es un factor de riesgo importante para desarrollar esclerosis múltiple, también es cierto que la altísima prevalencia de seropositividad al VEB en la población general (95%) y la frecuencia relativamente baja de incidencia de esclerosis múltiple plantea un gran desafío para probar la causalidad directa entre el riesgo de desarrollar la enfermedad y la infección viral previa.
En resumen, la infección por VEB antes de los 15 años podría influir en el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple y esta dependencia de la edad podría deberse a respuestas inmunitarias alteradas tras el contacto con el virus en la adolescencia y la edad adulta temprana, pero el hecho de que una persona haya desarrollado una infección por este virus, no implica que necesariamente vaya a desarrollar esclerosis múltiple ya que, como señalábamos previamente, la enfermedad es multifactorial.
A pesar del estudio recientemente publicado en la revista ‘Science’, en el que de nuevo, parece haberse encontrado una posible asociación entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple, no está claro por qué la esclerosis múltiple se manifiesta en algunas personas y en otras no.
Así pues reiteramos que las investigaciones siguen apuntando a una combinación de factores genéticos con otros ambientales y no solamente a un único factor.
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