Vivimos el momento del picoteo y de la cata fugaz: un tentempié, sexo en un tris y amor que se va en un santiamén. Ocurre en gastronomía, en música, en turismo y, cómo no, en asuntos de pareja. Hay novedades respecto al sexo casual. La primera, que se ha convertido en un fenómeno masivo a todas las edades. La segunda, que la mujer participa de él sin resaca emocional. Los expertos, de momento, son cautelosos: “Mucho tapeo saltarín y pocas degustaciones pausadas de platos suculentos”. Esta es una de las ideas con las que el catedrático Adolf Tobeña, director del departamento de Psiquiatría y Medicina Legal de la Universidad Autónoma de Barcelona, traza el mapa de la neurobiología del sexo.
Pero Tobeña advierte de que hoy este tapeo sexual no lo protagonizan solo los individuos proclives a ello, sino que ha calado en los hábitos de la gente más cauta. En su ensayo El cerebro erótico, Tobeña habla de una nueva generación de “sociosexuales”: “Son individuos que se apuntan al disfrute no restrictivo, alcanzando unos récords en materia de revolcones que dejan en mantillas las gestas de los casanovas históricos”. Amigos con derecho a roce, touch & go. Sexo casual, sin importar dónde ni con quién, es una actitud cada vez más frecuente en la población, cualquiera que sea su edad. Los más desinhibidos y con menos tapujos, los adolescentes. El amor romántico ha desaparecido como condición para el debut sexual en un porcentaje muy alto.
Claro, que llegado el momento de las confidencias, los jóvenes se retractan y su intención se vuelve cándida: “El sexo, con amor”. Al menos en España, este parece el valor más apreciado por los universitarios, según una encuesta a 1.200 personas dirigida por Francisco Javier Jiménez Ríos, de la Universidad de Granada, Amor con sexo o sexo sin amor. ¿Ambas opciones son excluyentes?
Para Alfredo Oliva, psicólogo de la Universidad de Sevilla y especialista en sexología de la adolescencia: “Cualquiera de ellas es válida y compatible en cualquier edad del ser humano. Hoy, tanto hombres como mujeres usan el sexo esporádico para satisfacer una necesidad puramente física, sin comprometer su estado emocional. Puede estar ligado a otros afectos, no solo al amor, como el deseo, el placer, la atracción, etc.” En los hombres, la disponibilidad para el revolcón apresurado es permanente, según señala Adolf Tobeña en El cerebro erótico. “Las mujeres también consideran el devaneo episódico, pero solo después de ponderar la situación y los riesgos.” Y resulta interesante la puntualización de otro estudio, esta vez de David Schmitt, de la Universidad de Bradleym, Illinois. Afirma que las mujeres tienden a buscar sexo casual entre los 30 y 35 años, cuando la intención de concebir hijos comienza a disminuir.
Una encuesta realizada por la Universidad de Minnesota entre 737 mujeres y 537 hombres aporta otro dato que resulta novedoso: aunque el porcentaje de parejas casuales se duplica en el caso de los hombres, en términos generales, ni ellos, ni ellas sufren ya estragos emocionales el día después.
Diez por una
Ellos alcanzan las cuotas eróticas más altas. Por ejemplo, por cada diez hombres que usan los portales de búsqueda de pareja, hay una sola mujer. Y todos ellos, además de brindar ocasionalmente romances eternos, son una extraordinaria veta para quien pretende sexo furtivo. Solo en España, se calcula un millón de visitas anuales de ciudadanos a webs de contactos, cuyo único fin es un encuentro sin ritual de seducción y del modo menos embarazoso posible. El fenómeno se empieza a conocer como multiloving. De hecho, algunas webs ideadas inicialmente para citas tradicionales han lanzado sites de encuentros exclusivamente sexuales. Y funcionan. Los hombres son bastante menos exigentes. Así concluye un estudio británico dirigido por el profesor Achim Schutzwohl en la Universidad Brunel, después de analizar un cuestionario realizado a 860 estudiantes estadounidenses, alemanes e italianos. A los participantes se les invitó a imaginar qué harían si una persona del otro sexo les ofreciera salir, ir a su apartamento y acostarse con ellos. Los hombres expresaron mayor deseo ante esta propuesta, obviando que ella fuera “ligeramente sin atractivo”, “moderadamente atractiva” o “excepcionalmente atractiva”. En el caso de las mujeres, los hombres necesitan ser “excepcionalmente atractivos” para que la proposición sexual las seduzca.
Es verdad que los tabúes se van sofocando, pero a pesar de los resultados de la investigación de Minnesota, ellas no están del todo libres de sentimientos. Una reciente investigación publicada en la revista Human Nature descubrió que, después de una aventura sexual casual, muchas mujeres esperan algo más. Anne Campbell, de la Universidad británica de Durham, entrevistó a 1.743 hombres y mujeres después de mantener sexo de una noche. Mientras que el 80% de los varones reconoció haber disfrutado, solo para el 54% de las féminas resultó positivo, y la mayoría de este porcentaje confiaba en una relación más allá del sexo ocasional.
“Una cuestión adaptativa”, resuelve Campbell. Las mujeres aún no tienen recorrido en este tipo de encuentros sexuales, y de hecho, al participar en este experimento muchas de ellas expresaron su preocupación por “sentirse usadas como objetos”.
No obstante, como deja entrever la Universidad de Minnesota, la igualdad social y económica empieza a llegar también a la conducta sexual, y a ese afán competitivo que emparenta el sexo con el control social.
Por último, y aunque esto eche un jarro de agua fría a la alegría del sábado noche, las autoridades sanitarias advierten del mayor riesgo de transmisión de enfermedades y de embarazos no deseados cuando el sexo es casual. Un estudio del University College de Londres, publicado en la revista International Journal of Epidemiology, avisa de que las personas entre 35 y 44 años de edad usan menos el preservativo en su primera relación con un ligue puntual. En España, una encuesta sobre Sexualidad en la Juventud Española delata que unas 400.000 mujeres entre 15 y 24 años corren un riesgo total de sufrir un embarazo no deseado debido al uso incorrecto de los métodos anticonceptivos.
Hay voces contrarias. Como la de un popular economista de EEUU, Steven E. Landsburg, cuya obra demuestra (eso sí, en términos económicos) que Cuanto más sexo, más seguro.
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Redacción QUO
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