La resisitencia de los faquires al dolor ha hecho que sus azañas nos parezcan prácticamente imposibles, admirando su capacidad de concentración y meditación que les permitían soportar el dolor. Pero en 2006, la Universidad de Cambridge quiso saber por qué un joven faquir se había excedido clavándose cuchillos hasta morir.
La investigación se basó en el análisis de su ADN determinó que una mutación en el gen SCN9A, relacionado con el dolor, le privaba de esa sensación. Estudiaron a seis familiares suyos y vieron que, aunque tenían sentido del tacto, eran capaces de herirse y desangrarse sin percatarse.
Redacción QUO
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