SER HUMANO

José Gómez Márquez

Desde el laboratorio para tecnologías de desarrollo D-Lab del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), este ingeniero hondureño derrocha imaginación para dar soluciones rápidas y reales a los problemas de los más desfavorecidos. Su labor le mereció el título de Humanitario del Año 2009, concedido por la prestigiosa revista de su instituto Technology Review. Entre sus propuestas, una vacuna inhalada, un bastón aéreo para ciegos y otros, de los que habla aquí con Quo.

¿Por qué trabajar en proyectos cuyo beneficio económico es menor que en el primer mundo?
En primer lugar, lo que hacemos en el laboratorio supone un reto científico muy grande porque tienes unos parámetros de los que no te puedes salir, porque estás haciendo una máquina que tiene que funcionar en medio de la jungla, del desierto, de una montaña, y no cuentas con la infraestructuras que tendrías en Boston o Madrid, por si algo sale mál. Es casi como lanzar un dispositivo al espacio.
Por otro lado, la necesidad es muy grande. En biomedicina, por ejemplo, el 90% de los equipos médicos que se van a los países subdesarrollados, son donados, pero nunca se dice que el 80% fallan en 6 meses. No se trata de mala fe, pero esos equipos nunca fueron diseñados para funcionar en estas áreas. Y nosotros vemos eso como una alternativa de diseño que vale la pena. Lo que pretendemos no es hacer el coche KIA, sino el Land Rover del equipo médico.
En lo económico, creo que cuando uno habla de ciencia, al menos por nuestra parte, la satisfacción es saber que hemos arreglado algo. Pero no lo hacemos porque seamos buena gente, sino porque vemos una oportunidad de negocio.
¿Qué importancia el conocer el entorno al que van destinados y cómo lo conseguís?
Es importante. Yo tuve la ventaja de nacer en Honduras y ya sabía cuáles eran los retos de un hospital. Mi abuelo era cirujano y yo veía la diferencia entre las clínicas privadas y las públicas. Pero además el cliente sólo te va a decir que algo no funciona, cuando lo que ocurrre es que lo están usando mal, o es que está tan mal diseñado. Por eso el ir, el observar, es una parte primordial de diseñar para esa gente.
Por otra parte, lo que a mí me gusta más es hacer a estas poblaciones codiseñadores del invento. Porque ahí es donde está la innovación local. Sabemos que están remachando nuestros inventos, los están pegando con pegamento, están realizando sus propios inventos informales, y lo que nosotros hacemos es agregarle un poquito de ingeniería e ingenio y ahí realmente hay innovación. Y eso es lo que estamos intentando hacer con los doctores y con las enfermeras y, de hecho, hay un proyecto enteramente dedicado a eso.
Este tipo de dispositivos nuevos, ¿hasta qué punto pueden aplicarse aquí?
Pues en el D-Lab tratamos de buscar mucho esa sinergia y ese flujo. Como ejemplo, tenemos hay un sistema para que la gente se tome sus pastillas antituberculosisque se ha perfeccionado en Nicaragua, con colegas nicaragüenses, en un entorno tercermundista. Pero ahora, compañías americanas y europeas que están tratando de utilizar el mismo método, el nuestro, y estamos trabajando con ellos para aplicarlo a pacientes con medicación para el corazón, o para la diabetes.
Lo importante es no inventar esos dispositivos pensando desde el principio cómo traerlos a Madrid. Porque eso te tiñe el diseño, ya no es lo mismo, ya estás pensando cuándo vas a venir a hablar con Roche. Por eso tienes que ser puro en el diseño. Si eres medio afortunado, salen inventos que tienen un flujo reverso. Y, si no, no importa.
¿Cuál es la clave de la rapidez de sus proyectos?
Lo que hemos solucionado es la barrera de prototipar algo muy rápido. Y lo que hacemos es muy sencillo. En cuanto se nos ocurre una idea, en vez de sacar una propuesta y esperar tres años a que tenga financiación, hacemos un prototipo rápido, a veces no sea tan bonito, y lo sacamos al campo de pruebas lo más rápido que podemos. Allí ya nos dan información inmediata sobre su efecto. De esta forma, cuando hacemos la propuesta, vamos más allá del powerpoint, aportamos información concreta.
¿Hay alguna ventaja también en la distribución?
Cuando son soluciones o productos sencillos, hablamos con doctores y enfermeras y les transferimos la capacidad de fabricarlos ellos mismos.
En Nicaragua hicimos un botiquín de partes, algo así como piezas de Lego, con las que se construyen dispositivos médicos. Es todo un reto y ahora mismo es mi proyecto favorito, porque ya no estás haciendo un dispositivo que va del 1 al 10, sino que estás creando un espacio de soluciones, con el que van a inventar algo que yo desconozco. Y, cuando yo me voy, me llaman, y me dicen: hemos hecho esto y te dan una satisfacción mucho mayor que cuando tú inventas.

Pilar Gil Villar

Pilar Gil Villar

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