Decídete: más fácil de usar o más personalizable; con menos fallos o con una comunidad libre de desarrolladores; mejor diseño o mejor funcionalidad; mayor número de aplicaciones o libertad de contenidos. Tal y como están las cosas, parece que elegir un teléfono avanzado requiere un título de ingeniería y un máster en economía.
La historia se repite. No es la primera batalla entre productos en la que la popularidad se ha enfrentado a la exclusividad. El vídeo VHS se impuso al Betamax de Sony, a pesar de que ofrecía una imagen de peor calidad. Así que ahora hagan sus apuestas. ¿Quién dominará el mercado de los teléfonos inteligentes? ¿El exclusivo y cerrado iPhone o el popular y abierto Android? Pero cuidado: esta vez, las cosas no están tan claras.
Google y los teléfonos móviles
Hoy se producen más conexiones a internet desde dispositivos móviles que desde ordenadores personales. Los grandes de la informática ya sabían hace años que la batalla se iba a librar en la minúscula pantalla del teléfono, y no perdieron el tiempo. En 2006 empezaron los rumores: Google, camino de la dominación mundial con su todopoderoso buscador, iba a lanzar un teléfono móvil. El rumor era importante, porque cuando Google entra en un campo, suele arrasar. El éxito de Gmail, Google Maps y el propio buscador son pruebas suficientes.
Si embargo, sus planes no eran tan simples. En 2005, la firma había comprado Android, pequeña empresa que había desarrollado un sistema operativo para móviles basado en Linux, el sistema operativo libre. Lo importante no era el teléfono, sino lo que había dentro: el sistema operativo móvil. Mientras tanto, su rival Apple, con Steve Jobs a la cabeza, también trabajaba duro, y en 2007 presentó el iPhone, un teléfono revolucionario.
En un solo dispositivo se podía acceder a internet, ver vídeos, escuchar música, consultar el correo y, más tarde, muchas otras aplicaciones desarrolladas por otras empresas.
El aparato tenía un solo botón; el resto de las funciones se controlaban tocando la pantalla, arrastrando con los dedos, “pellizcando” o escribiendo en un teclado virtual. Añadiendo GPS, aparecieron toda una serie de servicios de localización con mapas, restaurantes, tiendas y otras utilidades. Los iPhones se vendieron como pastelitos. Actualmente, Apple va por la cuarta versión y 70 millones de iPhones vendidos en todo el mundo.
Al tiempo que Jobs y los suyos celebraban el éxito, muy cerca, en Mountain View, Google tenía listo un acuerdo con el fabricante de teléfonos taiwanés HTC y formaba un frente común contra la hegemonía del iPhone llamado Open Handset Alliance. En este club se encontraban LG, Intel, Motorola, Sprint, T-Mobile y otras empresas de comunicaciones, electrónica y telefonía, con el objetivo de desarrollar tecnología abierta para teléfonos. El primer teléfono con Android fue el HTC Dream, que apareció en el mercado en octubre de 2008.
La verdadera revolución del iPhone es la idea de que, más que un teléfono móvil, es un auténtico ordenador de bolsillo. Hace solo un par de años que Apple despejó el camino para que los desarrolladores crearan y vendieran aplicaciones para iPhone en su App Store. Desde entonces se han descargado 7.000 millones de aplicaciones, o apps; la mayor parte, de pago. Los desarrolladores se quedan con un 70% del dinero y Apple con el 30% restante.
A los pocos meses, Google lanzó Android Market, y poco tiempo después, Nokia, Microsoft, Blackberry y otros fabricantes hacían lo propio. Apple no solo introdujo un sistema de compra de software, sino un nuevo mercado que, en la actualidad, mueve aproximadamente 1.000 millones de dólares y no hace más que crecer.
Android Market no se ha quedado atrás, y ya ha superado la marca de los 1.000 millones de descargas. Las aplicaciones se pueden pagar usando Checkout, el sistema de cobros de Google, con unas condiciones similares a las de iPhone para los desarrolladores, aunque en Market hay un mayor número de aplicaciones gratuitas.
Además de esto, Android se ha convertido también en un refugio para los muchos creadores de aplicaciones cuyos programas habían sido previamente censurados por Apple: la compañía de Steve Jobs ejerce un control férreo sobre las aplicaciones que pueden entrar en App Store.
Por ejemplo, Newspapers, una aplicación para leer periódicos, fue retirada porque permitía acceder al diario The Sun y a la chica desnuda que aparece en cada edición. También censuraron al dibujante Mark Fiore por sus viñetas que “ridiculizan a personajes públicos”.
Las actualizaciones del sistema del iPhone están controladas por Apple, y para instalar aplicaciones opcionales o personalizar el teléfono es necesario instalar un parche que libera el dispositivo (jailbreak, en inglés). Apple trató de evitar esta práctica por vía judicial, pero perdió. Ahora, liberar un iPhone es legal en EEUU. Aun así, la mayoría de los usuarios viven dentro del “jardín cercado” de Apple.
El de Google es un mundo móvil mucho más abierto. Han surgido tiendas virtuales de aplicaciones Android alternativas, como AndroidGear, AndroidPit e incluso MiKandi, una tienda de aplicaciones para adultos. Android es un sistema operativo de código abierto, igual que Linux, lo que ha permitido que aparezcan versiones libres del sistema, como Cyanogen. La disponibilidad hace que muchos de los fabricantes de teléfonos se estén apuntando al robot como forma de ganar cuota de mercado frente a iPhone. La estrategia de Google está resultando
Darío Pescador
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