Lo de menos es poner cara, gesticular, lanzar jadeos o gemidos y hacer como si… Lo complicado es fingir una erección y hacer que el corazón bombee a un ritmo solo comparable a un entrenamiento de alto voltaje, muy por encima de las 100 pulsaciones por minuto, tal y como ocurre cuando un hombre alcanza el orgasmo. Y, más difícil todavía, reproducir las contracciones musculares que aceleran la eyaculación hasta alcanzar una velocidad de 45 kilómetros por hora. El orgasmo masculino se resuelve en poco tiempo, entre 3 y 8 segundos, pero parece inequívoco. O eso creíamos. La última encuesta realizada por la marca de productos eróticos Bijoux Indiscrets a más de 1.400 personas desvela que el 21,2% de los hombres han fingido el orgasmo alguna vez en su vida. El porcentaje de mujeres sigue siendo mucho mayor: el 52,1%. El 8,4% de los varones confiesan que lo hacen siempre, cifra que contrasta con la respuesta de sus parejas, ya que solo un 10,4% de las mujeres piensan que ellos puedan falsear su orgasmo.

El 21,2% de los hombres fingen los orgasmos. Las mujeres, el 52,1%

El repertorio de aspavientos de Kline en la cama, en ’Un pez llamado Wanda’, le hizo merecedor del Oscar al mejor actor secundario. Nadie retuerce mejor el gesto ni simula placer mejor que Kevin Kline. Su grito sarcástico y surrealista puede colocarse en la galería de orgasmos célebres, junto al momento cumbre que protagonizó la actriz Meg Ryan.
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La primera incógnita es cómo puede un hombre simular una puesta en escena tan aparatosa. Da igual que el varón sea callado, introspectivo o expresivo: la fisiología es demasiado evidente y casi siempre va unida a la eyaculación. El urólogo José Luis Arrondo lo ve complicado, pero nos transmite una de las pericias más repetidas por sus pacientes para que resulte creíble: “Además de los gestos, el preservativo ayuda a disipar cualquier sospecha. Lo retiran inmediatamente y lo arrojan a la basura”. Pero ¿qué ocurre con las contracciones espasmódicas que la mujer debería captar cuando el orgasmo se produce en el interior de su vagina? ¿Y la explosión orgásmica? Eso sin contar con el momento que sigue a la eyaculación, también inconfundible, según describieron en 1977 dos jóvenes filósofos franceses –Pascal Bruckner y Alain Finkielkraut– en una crítica mordaz de la sexualidad masculina: “Después del orgasmo, no es el corazón sino el cuerpo lo que le falta al hombre, una gran devastación le priva de su potencia”.

El 10,4% de mujeres creen que su pareja finge, frente al 15,6% de los hombres

A pesar de todo, una investigación de la Universidad Brigham Young publicada en The Journal of Sexual Medicine mostró, tras analizar la percepción del orgasmo en 1.683 parejas heterosexuales recién casadas, que el 43% de las parejas no son capaces de precisar cuándo sucede.

Robert Pattinson: «Tenía que hacer como que me masturbaba, y eso fingido no sale. Entonces me masturbé y conseguí eyacular de verdad». El protagonista de ’Sin límites’, en su papel de Slavador Dalí, prefirió que su orgasmo fuese real en lugar de inventar muecas.
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La siguiente cuestión es: ¿por qué? A menudo se exponen las razones de la mujer, más habitual en estas encuestas cuando se mide la ausencia de orgasmo. ¿Son las mismas razones las que llevan al hombre a simular el éxtasis? Las pesquisas son bastante recientes, ya que se trata de un asunto poco manifiesto en la literatura científica sobre sexualidad masculina. El psicólogo Arun Mansukhani menciona dos estudios –uno de 2010 de la Universidad de Kansas y otro de 2016 de la de Quebec– que desvelaron que los hombres fingen su orgasmo en un 25% de las ocasiones, sobre todo si el sexo es vaginal. “Aunque ambos se hicieron con población muy joven y, por tanto, con una mayor proporción de relaciones esporádicas, en su momento fueron una sorpresa. Empezamos a indagar las razones que están detrás de este fingimiento y pronto vimos que eran muy parecidas a las que daban las mujeres para explicar por qué fingen ellas”, dice. Si nos atenemos a la escala de falsificación del orgasmo femenino, serían: dar por terminado el encuentro, aumentar la propia excitación, evitar la inseguridad y el miedo a no alcanzar el orgasmo y, la más común, evitar herir los sentimientos de la pareja y que pueda sentirse no deseada.

Igual que la mujer, ellos fingen para terminar un sexo que no desean, sin frustrar a su pareja

La ansiedad por culminar con un orgasmo los lleva a fingir antes de sufrir un revés.
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En el estudio de Quebec, los participantes que habían fingido alegaron que la experiencia íntima era mala o que no habían hecho una buena elección de pareja, circunstancias que apagan la libido y provocan una menor satisfacción, lo que dificulta la consecución del orgasmo. También hubo alguno que confesó haber fingido con el fin de tener un orgasmo simultáneo con su pareja, dejando patente la errónea necesidad de sincronizar para aumentar el placer. Este tipo de exigencias parten, a juicio de Mansukhani, de los propios hombres y su visión de lo que debe ser la sexualidad. “No hace falta más que ver el porno que consumen: erecciones potentes y rápidas, mucho deseo, penetraciones inacabables y facilidad para el orgasmo. Son imposiciones que el hombre traslada a su sexualidad y tienen mucho que ver con esta dificultad para alcanzar el orgasmo y, por tanto, tener que fingirlo. Si voy a la cama como el que va a un torneo, no me relajo, no me dejo llevar. Influyen también otros factores, como haber consumido alcohol u otras sustancias, el cansancio, la dificultad de mantener la excitación, muchas veces provocada por haber fingido un exceso al principio de la relación, o que la persona pueda sufrir eyaculación retardada”. Lo que este profesional deja claro es que un orgasmo fingido no se parece al real ni externa ni internamente.

Más que una crisis de masculinidad, estaríamos ante una liberación sexual, según los expertos

El cenit sexual de Nicolas cage en el film‘bad lieutenant’ resulta una parodia de sí mismo: demasiado sobreactuado y poco creíble.El actor interpreta a un traficante de droga que comparte cama y adicciones con una prostituta. La cocaína robó el protagonismo que debería haber tenido el sexo.
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Se desmorona el imperio genital

“Precaria, precoz, prematura, no llega a su hora, repentina, imprevisible, siempre catastrófica”. Con esta definición de la eyaculación, los filósofos franceses mencionados ya intuyeron el desmoronamiento del imperio de lo genital y del orgasmo en la sexualidad masculina. “Difícil de lograr y cada vez más pobre en satisfacciones”, concluyeron. Arrondo lo achaca a la presión que sufre el hombre, que se ve en la obligación de ajustar cuentas con su virilidad cuando el 43% ya no piensan en sexo ni siquiera una vez al día. “La ansiedad del orgasmo y el deber del placer femenino siguen ligados a la condición masculina, y esta tensión acaba bloqueando el deseo”, explica.

Los hombres entre 18 y 29 años teatralizan un 25% de las veces

Así lo observa en su consulta José Bustamante, psicólogo y autor de En qué piensan los hombres: “Ante una mujer liberada de complejos y vergüenzas, él se encuentra aún descolocado. Prefiere mentir a sentirse juzgado o catalogado de mal amante. Es la salida que encuentran también algunos pacientes que son incapaces de mantener la erección. Fingen para justificar su pérdida y así acabar con el coito”. Ha visto cómo en muchos de sus pacientes que han vivido como una hazaña el mantener durante mucho tiempo la excitación, ahora ese poder se convierte en un no poder eyacular. “A veces”, añade, “la anorgasmia es secundaria. Es decir, hombres que, si no es fuera de la vagina, no consiguen eyacular, y otros que solo lo logran en situaciones muy especiales”.

Una sola vez ‘piadosa’ no es gran cosa

Fernando Villadangos, psicólogo y sexólogo, considera que el verdadero problema es la falta de deseo. “Todo está basado en una confusión y en el mito que dice que si no hay orgasmo no se ha disfrutado realmente. Sienten que no pueden satisfacer a su pareja y eso los lleva a fingirlo y a obsesionarse para que la otra persona lo logre. Además de difícil, solo complica las cosas y dificulta la solución”. ¿Tan malo es simular el clímax? “Un ‘piadoso’ orgasmo fingido no es gran cosa”, responde Mansukhani. “Hacerlo habitualmente, sí. Implica falta de franqueza, no disfrutar de la relación, no tener una sensación de contacto pleno con la pareja e, incluso, puede derivar hacia una eyaculación retardada, un trastorno que sí entorpece conseguir un orgasmo. Son, en cualquier caso, consecuencias indeseables”.

El 43% de las personas no se enteran del orgasmo de su pareja

El gran dilema es cómo afrontar esa falta de deseo. “Es su gran quebradero de cabeza”, reconoce Arrondo. “Si no le apetece y, en lugar de entablar un diálogo, se obceca en mostrar su virilidad, empieza a tener un problema”. De todos modos, considera que los porcentajes de simulación le parecen excesivos. “Excepto en orgasmos secos, lo normal es que cuando hay erección se produzca eyaculación. Al menos así es en un 90% de los hombres. Otra cosa es el orgasmo seco o retrógrado, que ocurre cuando se alcanza el clímax pero el semen se queda en el interior debido a un mal funcionamiento muscular. No deja de ser algo inusual”.

“No parece fácil ser un hombre en estos días, sobre todo un hombre sexual”. Lo anuncia Abraham Morgentaler, un urólogo canadiense que durante casi tres décadas ha recopilado historias de pacientes que le confiesan que fingen con sus parejas. La primera vez tuvo que cerciorarse de que había escuchado bien. Después se preguntó cómo e, inmediatamente, pasó a lo que realmente le interesaba: ¿por qué? Desde entonces, este doctor dice que ha visto y oído casi todo, pero su idea final no cambia: subyace el miedo a fallar, a eyacular antes de tiempo, a perder la erección. Son riesgos más patentes a medida que el varón va cumpliendo años y se da un déficit de testosterona. La estadística dice que, por cada cinco o seis intentos de coito, el hombre adulto normal suele tener una insuficiencia eréctil. Alrededor del 95% de la población sufrirá a lo largo de su vida un mal momento sexual y el 60% desarrollará una disfunción sexual.

El 87% de los casados llegan de forma constante al climax

Frente a esta realidad, Arrondo vislumbra en el orgasmo fingido una revolución sexual masculina. El hombre ya no quiere llevar la batuta en la cama y puede que esta sea solamente una fase en la que aún se vea desorientado. “Se resquebrajó la idea de mujer pasiva y hombre activo. Más que una crisis de la masculinidad, estaríamos casi ante una liberación sexual. Lo del macho nos estaba esclavizando. Una nueva virilidad también se expresa en la cama con una sexualidad más sensible y cercana a los sentimientos. En el nuevo reparto de papeles, ya no nos jugamos todo por 
lo que tenemos en la entrepierna”.