Son las doce del mediodía. Jorge Alcalde, director de Quo, tras realizar unas gestiones habituales de su cargo, se dispone a atravesar la puerta de la revista como cada día, solo que en esta ocasión, tiene una percepción extraña que, si no fuera porque es escéptico a los presentimientos, se podría decir que en aquel momento habría tenido uno.
Al entrar en la redacción, la situación le descoloca: estaba desierta. No había rastro de Jacobo, el director de Arte, ni del equipo de maquetación, cuya radio sonaba, como cada día, a oldies sesenteros en la más absoluta soledad sin que David los tararease. Ni rastro tampoco del equipo de redactores. Las fotos de Olga, estaban desparramadas sobre la mesa, algunas incluso tiradas en el suelo. Le pareció extraño, pues Olga solía ser bastante ordenada y metódica. Lorena, la redactora en jefe, tampoco había dejado nota alguna encima de su mesa justificando la falta de asistencia del equipo. Eso sí, todo el mundo parecía haberse dejado el bolso, los abrigos y los ordenadores encendidos, incluso Gracia se había dejado las gafas. Jorge Alcalde empezaba a preocuparse.
Un tanto descolocado, cuelga la chaqueta en el perchero de su despacho y sale de nuevo a contemplar la vacía redacción. Los teléfonos suenan como locos y Mike, la secretaria de redacción, tampoco está para cogerlos. Mira su reloj en un último intento de comprobar si un cambio de hora le había jugado una mala pasada, pero eran ya las 12:15 del mediodía. Era miércoles, no era fiesta… no había razones para semejante deserción.
Se dirigió a su despacho con intención de encender el ordenador para comprobar si había recibido algún mail que arrojara algo de luz sobre la situación. No le hizo falta mucho olfato para notar que alguien había estado trasteando en sus cosas y que algunas de ellas no estaban donde las había dejado. Tampoco le fue necesario encender el ordenador: alguien ya lo había hecho por él, dejando su malévola huella en forma de mensaje en su escritorio. Esto es lo que se veía en la pantalla del ordenador de Jorge Alcalde:
[image id=»40753″ data-caption=»» share=»true» expand=»true» size=»S»]Sin salir de su asombro, Jorge se preguntó que enemigos podía haberse buscado su redacción. Descartó a la competencia en cuanto se percató de un detalle que la pantalla mostraba. Aunque Jorge Alcalde sabía que su plantilla editaría la revista aún con las manos atadas en cualquier lugar perdido del mundo, no había tiempo que perder: tenía que rescatarles.
¿Podrías ayudar a Jorge a desencriptar el mensaje? ¿Qué decía? ¿Dónde se encuentran secuestrados los trabajadores de la Revista Quo?
Agradecemos tu colaboración Anacleto.
Nota: Puede que alguna parte del mensaje esté encriptada dos veces.
¿Lo tienes? Pues envíanos un email con el asunto: «Elemental querido Quo» a quorevista@gmail.com antes de las 12:30 hr de mañana 06/10/2011 =)
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Redacción QUO
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