Cuántas veces has oído decir eso de “el tamaño no importa”? ¿Cientos, miles de veces? Pero lo cierto es que todos sabemos por qué el actor porno Nacho Vidal se ha hecho tan famoso, y la razón de que en los clubes de striptease no contraten boys precisamente poco dotados. ¿Es que el tópico del tamaño es una falacia que ha pasado de generación en generación? ¿Es una astucia de los hombres para mantener intacto su ego? Desde una perspectiva biológica, y así lo confirman todos los estudios sexológicos realizados hasta ahora, no existe correlación entre pene grande y mayor placer o potencia sexual. Sin embargo, nuestra realidad es otra. Cada vez son más los hombres que se someten a alargamientos de pene, y nuestro correo se colapsa con spam, o mensajes basura, sobre cremas milagrosas para conseguir un par de centímetros más.
Así nació un superhéroe
El hombre es el único primate cuyo pene no tiene hueso, y el que goza de mayoires dimensiones en comparación con el tamaño de su cuerpo. Según algunos científicos, la anatomía del pene humano ha evolucionado hasta su aspecto actual por la necesidad de ser visible durante el coito. En todos los primates, el contacto físico durante la cópula obliga a la postura anteroposterior: el sujeto sexualmente pasivo se coloca de espaldas al activo. “Pero en la evolución humana, los signos de atracción que se potencian son fundamentalmente de naturaleza visual”, asegura Manuel Lucas en el libro Invitación a una Sexología Evolutiva (1991). “Al entrar la mirada en el juego comunicativo, el coito pasa a ser frontal, cara a cara.” Esta necesidad de contacto visual para generar atracción y deseo ha influido no solo en la postura coital, sino también en el aspecto de los genitales masculinos y femeninos. Las protuberancias traseras de la hembra primate que se enrojecen en la época de celo desaparecen como tales signos de atracción y pasan a serlo las mamas de las hembras. Y el macho, que en los primates no exhibe ninguna protuberancia, ha de proveerse de una: es su pene lo que asume esa responsabilidad. “De esta forma, el macho humano es el primate que tiene el pene más largo, y la hembra humana, los senos más voluminosos, sin que esto tenga un claro significado funcional”, explica el autor. Por lo tanto, el gusto por poseer unos genitales XXL responde más al deseo de ser el macho más atractivo de la especie que a la cantidad de placer que pueda o no ofrecer a su compañera. Estamos asistiendo a una revolución sexual por parte de la mujer, su papel en las relaciones y cortejo cada vez es más activo, pero aún tiene claros tintes falocráticos nuestra sociedad. Como prueba, el caso de Lorena Bobbit, quien le cortó el miembro a su marido. La noticia recorrió el mundo, se inventaron miles de chistes sobre ella y el marido se implantó el pene con el que siempre había soñado para convertirse en una estrella del porno.
Un asunto idealizado
Algunos sexólogos consideran responsable de la sugestión por el superpene al ocultamiento social de que ha sido objeto a lo largo de la historia hasta la actualidad. Queramos o no, se han creado infinitos mitos sobre el pene hasta convertirlo en un superhéroe. Es el momento de destruir el mito, porque los superfalos tienen también muchos problemas. Según Masters y Johnson, el promedio de medida es de 15 centímetros en estado de erección. Todo lo que supere los 20 podría considerarse un superpene. Todo sea dicho, ya en 1949 el investigador Dickinson midió penes de hasta 33 cm. Pero no es lo común. Evidentemente, muchos más hombres acuden a las consultas psicológicas por baja autoestima debido a un miembro viril pequeño que los que se quejan de “tenerla demasiado grande o gorda”. Pero como suele suceder, no todo el mundo se siente cómodo conduciendo un camión, ni está preparado para hacerlo. El primer inconveniente con el que se encuentra el dueño es la erección: mantenerla durante un tiempo prolongado, o simplemente lograr que sea completa, no siempre es sencillo cuando hay que levantar grandes dimensiones. El compañero/a de relaciones también puede ser un segundo problema. Aunque una de las fantasías más frecuentes entre homosexuales y mujeres es ser penetradas por un miembro grande y robusto, luego, a la hora de llevarlo a cabo, es otra cosa. Muchas féminas declaran tener un cierto reparo o miedo al dolor, que a menudo es real. Aunque la vagina mide unos 14 centímetros, es flexible y se adapta al tamaño del pene, hay mujeres que, debido a la posición de sus genitales internos, en determinadas posturas –por ejemplo, ella colocada a cuatro patas y siendo penetrada desde atrás– sufren dolores coitales. En estos casos, y nunca viene mal saberlo, los terapeutas de la materia recomiendan que el compañero coloque alrededor de la base del pene un pañuelo, o que, simplemente, lo empuñe y que la mano haga de tope, de manera que introduzca el pene en su justa medida, que no tiene por qué ser entero.
Tampoco hay que pasarse
Pero ¿qué sucede con esos centímetros de piel del pene con sus terminaciones nerviosas que se quedan viendo el partido desde el banquillo, esa parte que no recibe estimulación alguna? Por si no has caído, este es otro inconveniente. Sin tener en cuenta las bromas que los poseedores de un gran falo tienen que soportar en la difícil época de la adolescencia. En una investigación llevada a cabo por la Universidad de Occidente, dirigida por Esperanza Vázquez González, se recogieron las opiniones de 1.173 estudiantes sobre los mitos sexuales.
¿Mola o no mola?
Cuando se preguntó a esta población si la satisfacción sexual de la mujer dependía del tamaño del pene, un 70,45% de los hombres y mujeres encuestados mostraron no estar de acuerdo con este mito. De igual manera, un 61,36% de los hombres y un 54,54% de las mujeres respondieron no creer en absoluto que un hombre con un gran pene disfrutara de mayor potencia sexual que uno con un pene pe-queño. Sin embargo, los estudios realizados sobre fantasías sexuales femeninas aseguran que el superpene es el gran protagonista, y un sector de mujeres reconoce abiertamente que, si hay que elegir, prefieren un pene grande a uno pequeño. Según los sexólogos, probablemente el poder que se le ha atribuido socialmente al falo ha contribuido a que algunas mujeres sueñen con ser penetradas por un miembro de extradimensiones. En este terreno, los psicoanalistas, que ya hace tiempo son muy contestados, explican que la idealización del miembro por parte de ellas es consecuencia del los medios de comunicación: aunque un pene no deje de ser un órgano más, ocupa desde portadas de revistas a horas de televisión (“que si es grande”, “que si es un montaje de Photoshop”). No cabe duda de que seguimos viviendo bajo el influjo del reinado falocrático. Prueba de ello es el segundo de los libros que la editorial Taschen dedica a diversas grandezas sexuales. El primer volumen giraba en torno al pecho (The big book of breasts), y este segundo tiene como protagonista a nuestro héroe, el incomensurable que vive entre las piernas masculinas. The big penis book está escrito por Dian Hanson, una especialista en revistas masculinas que asegura que se trata de “un fenómeno que durante siglos ha fascinado tanto a hombres como a mujeres”. Se refiere, cómo no, al pene XXL. Hanson dice que, teniendo en cuenta que solo un 2 por ciento de la población masculina mundial posee unos 20 centímetros de miembro viril en erección: “Es evidente que el pene grande siempre resultará perturbador y sorprendente, y al contrario que otros prototipos físicos, como la musculatura, la altura y la delgadez, no suele pasarse de moda”. En esta biografía ilustrada del falo aparecen cientos de fotos de archivos históricos, en su mayoría de la década de 1970, incluidas las del legendario y desgraciado John Holmes (véase parte de su biografía en el recuadro de la derecha).
Las penas del pene
La idealización del falo supergrande también ha hecho que el 20% de los chicos entre 12 y 17 años esté acomplejado por el tamaño de sus genitales y empiece a desarrollar síntomas depresivos, lo que es alarmante si nos fijamos en países como China, donde existe una alta prevalencia de una enfermedad mental relacionada con el pene. Es el síndrome del Koro, o cabeza de tortuga, porque el paciente tiene la seguridad de que su pene se va encogiendo hasta el punto de esconderse bajo su abdomen. La causa parece ser cultural, pero se teme que cruce fronteras.
Redacción QUO
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