Unos cuatro millones de indecisos en España solamente tienen clara una cosa: acudirán este domingo a las urnas. A quién votarán es algo que ni ellos mismos saben. ¿Qué ocurriría si, de repente, el sistema electoral diese un giro inesperado y permitiese emitir un voto en contra de un candidato? Seguramente, buena parte de ellos disiparían de inmediato sus dudas.
Los sistemas electorales que usan habitualmente la mayoría de los países dejan poca libertad para que el electorado pueda expresar su opinión y es, en muchos casos, imperfecto. Y así lo prueban varios experimentos en los que ha participado Annick Laruelle, profesora de Ikerbasque, de la Universidad del País Vasco.
En la página web The Conversation, Laruelle menciona, por ejemplo, el caso del sistema presidencial estadounidense. “Por ser indirecto sufre la paradoja del referéndum. Es decir, el ganador puede sumar menos votos que su rival, como ocurrió con la elección de Donald Trump en 2016”. Los sistemas de mayorías tienen la deficiencia añadida de que el ganador dependa de la presencia o ausencia de candidatos marginales. Ocurrió con la candidatura de Ross Perot en 1992, que perjudicó a George H.W. Bush frente a Bill Clinton. Y si en 2000, Ralph Nader no se hubiera presentado, seguramente Bush no habría derrotado a Al Gore.
También en Francia, en 2002, la eliminación del socialista Lionel Jospin en la primera vuelta de las presidenciales estuvo marcada por la presencia de numerosos candidatos de izquierda. Aunque en las primarias se intenta reducir el número de candidatos, el problema no queda zanjado.
Otra opción: descartar a todos
“¿Por qué no tenemos la opción de votar en contra?”, se pregunta Laruelle . Es algo que se ha permitido en contadas ocasiones, como en la antigua Atenas, que vetaba y condenaba al destierro a un político no deseado. En el estado de Nevada, en EEUU, la llamada opción none of these candidates, permite a los electores la desaprobación de todos los aspirantes.
Los experimentos realizados en las últimas elecciones presidenciales francesas (desde 2002 hasta 2017), por investigadores de varias universidades han tratado de ver cómo funcionarían sistemas alternativos en varios municipios de Francia, como Estrasburgo o Grenoble o Allevard les Bains, A la salida de las urnas, se pedía a los electores votar de nuevo con papeletas alternativas. Ya de entrada, la propuesta despertaba gran interés, aun sabiendo que sus decisiones serían ajenas al voto oficial. La idea de los investigadores no era predecir los resultados, sino entender el comportamiento de los participantes en estos modelos alternativos de voto y también el de los políticos. ¿Aumentaría el compromiso de los políticos? ¿Subiría la participación electoral? Su principal conclusión fue que el sistema de votación, sea como sea, nunca podrá ser un método neutral para designar al ganador por un cálculo matemático, pero otros modelos enriquecerían la democracia.