Hay decenas de historias refrescantes sobre el verano y la música. Y si hay una canción que une esos dos elementos, ésa es Brown eyed girl, de Van Morrison. El músico irlandés, ya despojado de su grupo Them, se zambulló en el rythm and blues norteamericano que arrasaba desde finales de los 50 y lo adaptaba a las formas más blancas y más pop. Perfecto, así me metió en el bolsillo a blancos y negros de los dos lados del Atlántico.
La cumbre de todo llegó en el verano de 1967, el llamado verano del amor, en el que los hippies húmedos y humeantes tomaron el área de San Francisco. Para entonces Van Morrison ya había grabado y lanzado su disco Blowin’ your mind! Dentro estaba el gran himno que lo sería de aquel verano, y casi se diría que de toda la música pop que estaba por venir.
Pero se dejó llevar por aquella exaltación del amor libre y descarado e introdujo esta frase en la letra de Brown eyed girl:
Mala suerte. La frase no pasó la censura de su propia discográfica, pero para entonces ya estaba todo grabado, los músicos dispersos y el disco a punto de salir. ¿Solución? Copiar y pegar, literalmente, la cinta del master, e incluir una frase inocente de la primer estrofa sobre la escandalosa de la tercera (poned bien la oreja porque se nota el corte, el frenazo del ritmo, y el acelerón cuando retoman la estrofa):
Así que la versión que escuchamos y compramos hoy no se lanzó hasta 1994, con la letra original. Pobre Van, con lo simpático y jovial que es él…
Redacción QUO
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