Para el matrimonio alemán formado por Erika y Helmut Simon, el hombre de Similaun es como de la familia desde el 19 de septiembre de 1991. Aquel día, estos alpinistas de Núremberg descendían de su marcha por el pico Finaile cuando, para fortuna de la ciencia, desoyeron el primer consejo de seguridad del senderista: no desviarse del camino marcado. Los Simon decidieron atajar y se adentraron en una zona donde el deshielo dejaba ver las rocas desnudas… y, ¡oh, cielos, un cuerpo humano! El matrimonio supuso que era una víctima de la montaña que, a la vista de su aspecto muy descompuesto, llevaba algunos años allí. Más tarde, los científicos les dijeron que sí: que 5.300 años concretamente. Así que nadie podía ya echarle de menos en el valle de Ötztal, en el Tirol italiano, donde apareció con medio cuerpo fuera, como saliendo de la noche de los tiempos para saludar al siglo XX. Como llevaba una eternidad de esa guisa, a este pastor (por la potencia de sus piernas) o quizá metalero del cobre (por el arsénico en sus tejidos) no debieron parecerle largos los años que mediaron hasta 2008, cuando un equipo anglo-italiano descifró el ADN mitocondrial (que se hereda de la madre) de una célula de su pelvis.
A ver, ponte de perfil
De modo parecido a como ocurre con la sangre, los genetistas determinaron que el perfil genético de Ötzi era del tipo K1ö. Pero los investigadores no dieron con ningún grupo humano perteneciente a esa “línea”. El Instituto de Momias y del Hombre de Hielo de la Academia Europea de Bolzano (EURAC, en Italia) no se dio por vencido para buscar a quién comunicarle la muerte del “abuelo” y se alió en 2010 con las universidades alemanas de Tubinga y Saarland para completar el análisis y añadir los datos obtenidos del cromosoma Y, que se hereda del padre. Ese cromosoma resultó ser del grupo G-L91. Después, compararon el genoma con las bases de datos de 7.000 voluntarios de distintas procedencias europeas, y dieron con unos resultados muy viajeros. Sí, porque los que podrían ser sus parientes lejanos (personas de la línea G-L91) son más frecuentes en Córcega y Cerdeña que en el Tirol. Un 25% de las personas analizadas en la primera isla coincidía, y un 9% en la segunda. En total, una “familia” de 19 miembros.
Ya no queda nadie en la zona
En cambio, no llega al 0,05% el número de voluntarios que tenía similitudes genéticas en el valle donde vivió y murió Ötzi, según el Instituto Legal de la Universidad de Insbruck (Austria). Y en realidad, tampoco esos 19 perfiles genéticos –cuyos nombres no se han desvelado– tienen por qué ser descendientes directos de la momia. Para llegar a conclusiones así de concretas, el EURAC ya ha comenzado una nueva etapa de cotejo más exhaustivo del genoma del Hombre de Hielo con el de esos 19 hombres de hoy en día para saber si pueden heredar el título de nietos lejanos de Ötzi. Y van a tener trabajo, porque después de aparecer la noticia se han disparado las llamadas de tiroleses ofreciéndose a pasar por la “rueda de reconocimiento”, por si ellos pueden recibir los honores.
Y solamente heredarán esa honra, porque, aparte de un equipo de supervivencia muy rudimentario, el hombre se fue a su helada tumba hecho un eccehomo. El análisis de ADN y varias autopsias hablan de un “anciano” de 45 años, con ojos marrones, y que cargaba con un flechazo anterior al que le mató, una contusión en la cabeza (quizá al caer herido), varias mataduras antiguas y la enfermedad de Lyme, que endurece las arterias coronarias. Si se entera del revuelo que su anatomía de 45 kilos ha causado 53 siglos después, se vuelve a quedar tieso.
Tatuajes como analgésico
Más de 50 tatuajes han hallado los distintos tipos de imágenes tomadas a la momia. Muchos corresponden a articulaciones o zonas con heridas, por lo que se cree que tenían un fin mágico-terapéutico.
Redacción QUO
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