La imagen que tenemos de nosotros mismos, cómo experimentamos nuestro cuerpo, sus dimensiones y su posición en el entorno, también la determina en gran medida el tacto. Así, podemos hacernos una idea de las características (peso, etc.) de partes de nuestra anatomía que no alcanzamos con la vista; como, por ejemplo, la nuca. O valorar el tamaño de una verruga en la espalda sin necesidad de recurrir a un espejo. Gracias al tacto, los humanos somos capaces de evaluar el peso y perímetro de nuestro cuerpo. Con los millones de informaciones que proporcionan los sensores de articulaciones, músculos y epidermis, la corteza cerebral “fabrica” una imagen interior de nosotros mismos, un proceso en el que el sentido de la vista desempeña un papel secundario, como lo demuestra que los ciegos de nacimiento disponen también de esa imagen.
Desde hace un siglo y medio, los invidentes también utilizan sus manos para leer con el método Braille. Anne Nixon Cooper, la afroamericana de 106 años que inspiró el discurso de Obama en la noche de su triunfo electoral, experimentó una de las últimas cosas que pueden hacerse con las manos: votar por medio de una pantalla táctil.
Redacción QUO
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