Se trata de otra presunción clásica que también desmintió la Universidad de Stanford (véase la página anterior), gracias a las resonancias magnéticas funcionales (fMRI, por sus siglas en inglés) que Brian Knuston realizó en 2006 a varios inversores profesionales. El neurólogo dijo haberse metido “en la caja negra” de su cerebro y su modo de decidir. Hasta que Knuston descubrió que es más bien la parte emocional la que rige nuestros gastos e inversiones, la teoría rezaba que el ser humano busca dinero como un medio para adquirir bienes y servicios, pero no como un fin en sí mismo. Tal y como comentaba el economista George Loewenstein, de la Universidad Carnegie Mellon (EEUU): “Estas pruebas demuestran que la gente obtiene placer o sufrimiento inmediatos cuando gana o pierde dinero”.
Redacción QUO
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