340 días orbitando la Tierra a 400 kilómetros de distancia, a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI). La definición de la misión del estadounidense Scott Kelly cabe en una frase. Las implicaciones de esa aventura, las razones para realizarla, los efectos sobre su cuerpo, las sensaciones, la compleja tecnología que la ha hecho posible han necesitado todo un libro. El astronauta de 53 años lo ha llamado Resistencia y combina en él un relato personal, cercano y detallado de la experiencia. Su estancia se programó para estudiar los efectos a largo plazo del espacio en el cuerpo humano. Un destino compartido por el ruso Mijaíl Kornienko. Los resultados resultan imprescindibles para diseñar futuras misiones a Marte.

Para optar como candidato, Kelly contaba con una ventaja tan involuntaria como poco habitual: tener un hermano gemelo y también astronauta, Mark. Los científicos de la NASA podrían observar por primera vez cómo afecta un entorno espacial distinto a un ADN idéntico. Aprovechando su presencia en Madrid para la presentación Resistencia (Editorial Debate) en la Fundación Telefónica, entrevistamos a su autor.

P. ¿Fue uno de esos niños que se proponen desde la infancia ser astronautas?
R. Más bien soñaba con ser jugador de béisbol o fútbol americano, alguna vez también astronauta, pero no creí que fuera posible, porque era mal estudiante. El mismo problema que me apartó de la idea de ser médico. Deambulé mucho tiempo sin una dirección clara.

P. ¿Cuándo encontró la del espacio?
R. Cuando tenía 18 años me topé con un libro con una portada no muy distinta a esta, con un título estupendo: Elegidos para la gloria, de Tom Wolfe [Su título en inglés, The Right Stuff, puede traducirse por «lo que hay que tener»]. En él encontré una inspiración que me impulsaría el resto de mi vida a hacer más de lo que habría creído posible. 18 años más tarde estaba volando al espacio por vez primera. Fui el primer americano de mi clase de astronautas que voló al espacio. Éramos 44y antes que yo lo hicieron Pedro Duque, vuestro astronauta español, y la canadiense Julie Payette.

P. Desde entonces y antes de esta aventura ya había pilotado transbordadores espaciales, participado en la reparación del telescopio Hubble y pasado 159 días en la misma Estación Espacial. ¿Por qué quiso volver?
R. Cuando me lo propusieron contesté que no me interesaba. Sólo hacía un año que había vuelto de esos 159 días en la EEI. Y eso es mucho tiempo. Pensé que más del doble de tiempo supondría más del doble de dificultad. Pero luego vi que, si quería ir al espacio otra vez, sería para pasar seis meses [la estancia máxima habitual en la Estación] y me apetecía algo distinto, un reto mayor, y al final me apeteció hacerlo.

P. ¿Qué es lo que más le costó?
R. Mi preocupación no era tanto que me pasara algo a mí, como a mi familia, aquí. En mi anterior estancia en la EEI, a mi cuñada, congresista en Arizona, la disparó en la cabeza un asesino, que mató allí a otras seis personas. Así que tenía experiencia con que a mi familia le pasaran cosas malas mientras yo estaba en el espacio.

P. ¿Cuál fue el momento más difícil esta vez?
R. Un día recibí una llamada diciendo que había una emergencia con mi hija, corrí al centro de control a llamarla y el audio se interrumpió durante 20 minutos. Esperé y esperéy, cuando conseguí hablar con ella le pregunté: “Samantha ¿qué pasa?”, me dijo: “Papá, estoy en casa del tío Mark. Él y Gaby y se han ido el fin de semana, mis dos primas han salido con sus amigos, no hay nadie más en casa y me siento sola”. Esa era la emergencia. Se sentía sola. Le dije: “¿Qué? Samantha, voy a estar un año en el espacio y ¿tú te sientes sola y eso es una emergencia? Tienes a más de siete mil millones de personas ahí abajo. Sal y busca alguna”. Fue bastante duro.

P. ¿Hubo alguna ocasión en que temiera por su vida o su seguridad?
R. Nunca tuve miedo realmente.

P. Y ¿desde el punto de vista técnico? ¿cuál fue la experiencia más difícil?
R. Los dos paseos espaciales fuera de la Estación.

P. ¿Qué es lo primero que piensa uno cuando sale así al espacio?
R. ¡No la fastidies! Luego ves allí la Tierra y es una imagen maravillosa.

P. ¿Cambia la visión del mundo cuando se lo contempla de lejos?
R. Sí. Especialmente cuando oyes noticias, casi siempre malas, sobre lo que ocurre aquí, mientras admiras la increíble belleza de este planeta. Creo que los que hemos pasado mucho tiempo en el espacio lo miramos con una perspectiva diferente. La de que estamos la suerte de compartir este planeta y debemos esforzarnos por colaborar para resolver nuestros problemas.

P. ¿Cómo, por ejemplo?
R. Desde allí ves clarísimo que tenemos que parar de inmediato el calentamiento global. Si no lo hacemos, vamos a pagarlo muy, muy caro.

P. Tanto Mijaíl Kornienko como otros compañeros de allá arriba, se formaron también en el ejército ruso y teoriza con que en su época militar les podrían haber ordenado matarse mutuamente. Con ese trasfondo ¿cómo se vive el trabajo juntos?
R. Se aprende que los antiguos enemigos pueden trabajar en paz, en un entorno en el que tienen lacooperar para hacer el bien.

P. Mientras estaba usted allí, han pasado por la EEI otros 13 compañeros de distintos países. ¿Les preparan a ustedes para evitar problemas por las diferencias culturales?
R. En nuestra preparación como astronautas tenemos clases sobre sensibilidades culturales, pero como aprendes a conocer a la gente es a base de trabajar con ellos. Creo que la variedad de culturas convierte el trabajo en una experiencia más enriquecedora. La gente da prioridad a cosas distintas, traen diferentes formaciones y habilidades y eso es fantástico.

P. Usted menciona que en ese estrecho ambiente de convivencia cuidan la oportunidades de distensión con, por ejemplo, cenas los viernes o en ocasiones especiales.
R. ¿Tienen también ratos en los que sencillamente se partan de risa?
Sí, sí. Recuerdo algunos que no quiero mencionar, porque se refieren al ámbito privado. Pero una vez me disfracé de gorila en el camerino de mi compañero, Tim Kopra –que ni siquiera sabía que había un traje de gorila a bordo– y cuando fue a abrir la puerta, salté sobre él. Creo que ese sí fue su momento de mayor miedo.

P. Volviendo al trabajo, cree que los datos de su estancia y la de Kornienko son suficientes para evaluar y preparar largos viajes espaciales o vamos a necesitar otras “cobayas” antes de plantearnos ir a Marte?
R. Yo creo que ya sabemos todo lo que tenemos que saber para ir a Marte. La gran cuestión desde el punto de vista físico es la radiación.

P. ¿Por la falta de información o por cómo abordar el problema?
R.Tenemos que decidir cuál es la cantidad de radiación y tomar medidas médicas para combatirla. Pero no sé cómo lo haremos. Puede que generando un campo magnético alrededor de la nave o protegiéndola con algún tipo de escudo, o quizá realizar el viaje más rápido. Pero el mayor desafío para ir a Marte no es la ciencia espacial, ahora mismo es la voluntad política.

P. Y su país ha declarado que prefiere ir primero a la Luna.
R. Pero no es necesario volver allí. La Luna es un lugar estupendo para practicar la visita a Marte. Tiene una sexta parte del tamaño de la Tierra y está solo a dos días de viaje, tiene menos gravedad que Marte,…. Si tuviésemos dinero practicar allí, estaría muy bien. Pero no lo tenemos.

Además, la NASA ha demostrado a menudo su habilidad para cambiar planes cuando cambia la Administración. Eso es lo que ha pasado con la NASA y Trump. Él dijo vamos a volver a la Luna, pero en el mismo momento, le dio menos dinero a la NASA y la dejó sin administrador, ahora ya por más de un año. Por lo que no creo que sea una propuesta seria. No hay muestras serias de ello, ni un presupuesto, ni un administrador, ni planes de ningún tipo para llegar allí.

P. En cuanto al otro objetivo científico de su misión. ¿Se ha detectado un comportamiento genético distinto entre usted y Mark, su hermano gemelo?
R. Han visto que mis telómeros –los extremos de los cromosomas, que van acortándose con el tiempo– se han alargado, cuando la hipótesis era que iban a reducirse más rápido en el espacio. No saben aún por qué. Y también hay diferencias entre los dos en algunos genes que se activan o desactivan, y tampoco lo entienden aún del todo. Las consecuencias de eso dependen del tipo de genes.

P. Los astronautas tienen mayor riesgo de padecer cáncer, de hecho, usted ya lo sufrió antes de esta última misión.
R. Sí, la NASA hizo unos estudios hace unos años y detectó una incidencia mayor –y estadísticamente significativa– de cáncer en los astronautas. Pero puede deberse a varios factores: a la estancia en el espacio, a que muchos de nosotros hemos sido pilotos mucho tiempo, o a que muchos de nosotros vivimos en Houston, donde la incidencia de cáncer también es superior a la media. Así pues, es un riesgo y somos conscientes de él.

P. ¿Le gustaría ir a Marte?
R. Sí, siempre y cuando pudiera volver. No en ese viaje sin retorno con Mars One. Ellos dicen dicen que es más fácil y barato dejarlos allí y no traerlos nunca a casa. Yo tengo la sensación de que la gente que vaya, tras unos meses en la superficie, querrá volver. Pero por desgracia, estarán atrapados.

Las decisiones irreversibles, de las que no puedes arrepentirte, no suelen ser buenas. Siempre tienes que tener una salida, creo.

P. ¿Qué cosas, aparte del reencuentro con su familia y seres queridos, disfrutó más de vuelta en la Tierra?
R. Una de las primeras cosas que hice y fue saltar a mi piscina, porque en el espacio no te duchas, te frotas un poco la suciedad de un lado a otro hasta tener la sensación de que estás limpio. Pero también salir al exterior, el contacto con la naturaleza, el sol, la lluvia. La primera vez que vi un perro tras un año fue fantástica. Me gustan los perros, aunque no tengo. Y cosas que todo el mundo asume como normales. Sentarse. Es muy cómodo. En el espacio no te sientas. Estás de pie todo el rato, incluso cuando duermes. Allí nunca estás relajado del todo.

P. ¿Tiene intención de volver?
R. Si usted me regala un billete para ir, sí. Dejé la NASA, por lo que ahora no tengo una oportunidad inmediata de regresar al espacio.

Pilar Gil Villar