Quien haya visto Pulp Fiction nunca olvidará al Señor Lobo (Harvey Keitel) y sus ingeniosas ideas para dejar impoluta la escena de un crimen. Afortunadamente, la mayoría de las personas nunca tendrán que enfrentarse a la terrible experiencia de que acontezca una muerte violenta en su domicilio. Pero, ¿qué se puede hacer cuando ocurre algo así? Llamar a DEP. Limpiezas especiales, la primera empresa española dedicada a hacer desaparecer los restos de crímenes, suicidios o cadáveres olvidados.
A Miguel Merino, director de DEP, nunca le ha impresionado la muerte. Casi dos décadas trabajando en el negocio funerario fueron tiempo suficiente para inmunizarlo y curar cualquier atisbo de aprensión en él. Pero también le sirvieron para darse cuenta de la existencia de un problema que dejaba totalmente desconcertados a quienes lo sufrían. Cuando sucede una muerte violenta, una vez que el juez ha ordenado el levantamiento del cuerpo y la policía se ha retirado de la escena del suceso llevándose sus precintos, los familiares de la víctima se encuentran con una casa llena de manchas de sangre, restos orgánicos (muchos de ellos microscópicos) y todo tipo de fauna cadavérica.
[image id=»83185″ data-caption=»EL CSI de la limpieza. Las imágenes muestra a varios técnicos de empresas estadounidenses mostrando el equipo con el que llevan a cabo su peculiar trabajo. Algunos de ellos incluso están preparados para trabajar con virus como el ébola. En Estados Unidos éste es un negocio al alza. Ya hay más de cien empresas en el sector. » share=»true» expand=»true» size=»S»]Para la mayoría de las personas enfrentarse a algo así puede ser un reto abrumador. ¿Cómo se desinfecta una habitación donde ha habido un homicidio? ¿Cómo se elimina el olor? Y, ¿qué se hace con los restos orgánicos que han quedado? En países como Estados Unidos existe toda una legislación al respecto. Las leyes federales obligan a sanear y desinfectar los escenarios de cualquier suceso violento. Y esa obligación ha propiciado el nacimiento de un peculiar sector empresarial que recibe el nombre de CTS Decon (Crime and Trauma Scene Decontamination, descontaminación de la escena del crimen). Existen, además, academias especializadas que forman a estos profesionales, muchos de los cuales vienen de la medicina forense.
Pero en España la realidad es completamente diferente. “Cuando me decidí a poner en marcha este negocio, lo primero que descubrí fue que existía un vacío legal absoluto”, nos explica Miguel Merino, director de DEP. “Al dirigirme a la administración para explicarles mi proyecto y preguntarles qué requisitos y protocolos debía seguir, la primera reacción fue de sorpresa. ‘¿Que va usted a abrir un negocio de qué…?’, me decían completamente asombrados”.
Y al pasmo inicial le siguió el desconcierto administrativo. “Nadie sabía qué había que hacer a nivel legal con el tratamiento de ese tipo de residuos”, nos sigue contando Miguel. “Yo sabía por mi experiencia laboral en el mundo funerario que la mayoría de las personas , tras limpiar una vivienda donde ha habido un crimen o un suicidio, arrojaban la sangre y los restos orgánicos por el inodoro, con los riesgos sanitarios que algo así puede comportar en las tuberías de una comunidad de vecinos. Pero cuando pregunté qué había que hacer según la legislación vigente, nadie supo responderme”.
A Miguel le fueron rebotando de una adminsitración a otra hasta que, finalmente, la realidad se hizo evidente: no existía normativa alguna al respecto. Esa anomalía obligó a los funcionarios a trazar con carácter de urgencia una especie de protocolo básico de actuación a partir del cual Miguel pudo dar de alta su empresa y comenzar a trabajar.
Los tanatorios son el lugar donde DEP capta a la mayor parte de sus clientes. La primera reacción suele ser de estupor. Pocos imaginan que una empresa así pueda existir. “Algunas personas, al principio, intentar limpiar ellas mismas el escenario de la tragedia. Pero pronto se dan cuenta de que es un trabajo mucho más duro y penoso que quitar unas cuantas manchas de sangre y acaban llamándonos”, nos explican en la empresa.
Efectivamente. Además de la sangre, tras una muerte de estas características pueden quedar también restos de piel, de carne humana y hasta dientes, dispersos por todos los rincones. Y si el cadáver ya había iniciado el proceso de descomposición, hay que sumar los fluidos corporales que se filtran por los resquicios del suelo y las paredes, y los gusanos, que dejan sus huevos en todas partes. “Limpiar el escenario de una muerte no consiste solo en fregar. Hay que desinfectar la estancia entera. Dejarla tan impoluta como si fuera un quirófano”, nos cuentan.
En ocasiones esta tarea alcanza las dimensiones de una auténtica reforma. Miguel recuerda un trabajo en una casa donde una persona se había suicidado disparándose un rifle de dos cañones en la boca. “La cabeza había reventado y quedaron fragmentos del cerebro incrustrados en el techo. Cuando sucede algo así, hay que picarlo y hacerlo prácticamente nuevo, para que la zona quede completamente saneada”.
Una limpieza de estas características puede llevar desde un par de días hasta varias semanas, depende de las circunstancias concretas. En DEP recuerdan el caso de un fallecido que padecía síndrome de Diógenes y había transformado su vivienda en un auténtico vertedero. “Neceistamos siete días para dejarla totalmente limpia”, cuentan.
Con historias semejantes, uno se pregunta de qué pasta está hecha esta gente para enfrentarse a tales escenas. “Hay que estar curtido, sin duda, para dedicarse a este trabajo”, nos explica Miguel. “Pero todos mis empleados vienen también del mundo funerario, así que saben bien lo que es mirar cara a cara a la muerte casi a diario”. Aunque hay algo que, pese a su experiencia previa, les sigue impresionando. Y es el aroma que deja la muerte. «Penetra hasta en el paladar», afirma Miguel. «Al principio te cuesta librarte de él, y lo notas en todo. Hasta en la comida. Pero no es el alimento lo que huele a muerto. Eres tú, que llevas ese aroma pegado a tu cuerpo». Es una de las consecuencias de dedicarse a un trabajo que casi nadie consideraría agradable pero que, como aseguran en DEP… alguien tenía que hacer.
En la foto vemos a Yahvé, uno de los empleados de DEP. Todo el equipo que trabaja en la limpieza de escenarios traumáticos trabaja con una meticulosidad impecable. Van cubiertos con monos impermeables y respiran a través de mascarillas similares a las que se utilizan en caso de fuga radiactiva. Entre sus útiles de trabajo hay aparatos para desinfectar el aire y bolsas herméticas para clasificar los restos orgánicos.
Vicente Fernández López
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