No conviene molestar a un coloso que descansa”, asegura un dicho popular. ¿Cómo hacer, entonces, para acercarse a una ballena sin perturbarla ni correr el riesgo de que nos sacuda con su poderosa cola?
La veterinaria marina Karina Acevedo-Whitehouse ha encontrado el modo: utilizando un pequeño helicóptero dirigido por control remoto, similar a los que fabrican los aficionados al aeromodelismo.
Su misión es recolectar muestras del material expelido por los espiráculos del cetáceo, para poder estudiar luego sus patógenos.
Para ello, el ingenio va equipado con una placa con cápsulas de cristal, a las que se quedan adheridas las partículas biológicas cuando se condensa el vapor de agua expulsado por el animal.
Redacción QUO
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