Siempre se ha considerado a los vikingos como un pueblo eminentemente viajero y seminómada, dispuesto a explorar nuevos horizontes a través del mar. Pero recientes descubrimientos revelan que, a partir de un momento determinado, se convirtieron en una cultura más sedentaria de lo que se creía. Una idea reforzada por el reciente hallazgo de los restos de una fortaleza vikinga en el territorio de la actual Zelanda, en los Países Bajos.
El estudio de dichos restos revela que se trataba de una fortaleza de unos 140 metros de diámetro, con cuatro puertas de acceso. Y todo parece indicar que en su alrededores floreció una villa muy poblada. Su antigüedad ha sido datada en el siglo I de nuestra era, y se cree que fue construida por el rey vikingo Harald Blatand, apodado Bluetooth (diente azul)
Dicho apodo se debió al hecho de que, al parecer, el soberano padeció la llamada enfermedad hemolítica del recién nacido que, entre otras cosas, puede provocar que algunos dientes adquieren una tonalidad azulada. Curiosamente, la tecnología que actualmente lleva ese nombre fue bautizada así por la compañía Ericsson en honor a este rey.
Harald murió de forma violenta, por una certera flecha disparada por su hijo Svend Haraldsson, apodado Barba Ahorquillada. Y violento fue también el final de la fortaleza que ahora ha sido descubierta, ya que todos los indicios apuntan a que fue arrasada durante un combate.
Vicente Fernández López
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