Samantha estaba considerada la muñeca sexual más perfecta que existía. Tenía la estatura de una mujer de carne y hueso, pesaba unos cuarenta kilos, y sus medidas eran 90-55-90. Pero lo que la hacía tan especial era que estaba equipada con un sistema de software que le permitía sentir cuando era estimulada sexualmente, siendo capaz incluso de llegar al orgasmo. Además, era capaz de interactuar con los seres humanos entres actitudes distintas: familiar, romántica y sexual.
Según su creador, Samantha era mucho más que una muñeca fabricada para copular con ella. Era un robot creado para enamorar a los humanos.
Pero, desafortunadamente, el público no ha tratado a la muñeca con la delicadeza que merecía. El robot fue exhibido en la feria Ars Electronica Festival de Linz, en Austria y, como era de esperar, se crearon enormes colas de hombres que querían interactuar con ella. Pero el caso fue que manosearon sus pechos y genitales con tanta ansiedad y furia, que acabaron destrozándola.
Samantha ha tenido que ser enviada al taller para que la reparen por completo. Su creador pretende ahora mejorar el diseño para hacerla más resistente a la excesiva rudeza de algunos varones.
Vicente Fernández López
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