Un experimento realizado por la Universidad de Stanford parece revelar que a los bebés les gusta que las cosas se repartan de forma equitativa, pero también les encanta que ese reparto les favorezca a ellos (o a los que consideran sus semejantes) cuando los recursos escasean.
Los autores del estudio estudiaron el comportamiento de varios bebés de entre 18 y 30 meses de vida. Conseguir que fueran ellos quienes repartieran una serie de dulces resultaba bastante complicado. Por eso, los investigadores midieron sus reacciones ante un espectáculo de marionetas, en el que dos monos y una jirafa de peluche tenían que repartirse una serie de golosinas.
Si el reparto era equitativo, los pequeños no mostraban ninguna agitación. Pero realizaban gestos de perplejidad cuando, por ejemplo, un mono repartía las golosinas a medias con el otro primate, y no le daba ninguna a la jirafa. Y lo mismo ocurría cuando la jirafa se las quedaba todas para ella y no las compartía con los simios de peluche.
Pero la situación se invirtió cuando se trató de repartir tan solo dos dulces. Las reacciones de los bebés parecían indicar que encontraban lógico que el mono le diera uno al otro simio, y que dejara a la jirafa sin dulce. Pero, en cambio, se mostraban perplejos cuando el mono compartía los dos dulces con la jirafa, y dejaba al segundo mono sin ninguno.
El experimento parece mostrar que, ya con pocos meses de vida, los niños saben diferenciar entre quien es miembro de su familia, tribu, grupo, raza… y quien no. Y también que esa diferencia puede empujarles a discriminar, aunque no sean conscientes de las consecuencias de ese acto.
Vicente Fernández López
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