Los romanos de la ciudad siria de Dura-Europos fueron sus primeras víctimas en el siglo III d. C.
Cayeron fulminados por los gases venenosos que idearon los persas del Imperio Sasánida, antecesores de los iraníes, para asaltar una de las fortificaciones romanas.
Lo hicieron cavando un túnel debajo de la muralla y encendiendo en su interior betún y azufre.
Al utilizar los romanos una galería subterránea, pensada como búnquer, se cavaron su propia fosa, porque se intoxicaron con los gases mortíferos.
Redacción QUO
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