Tradicionalmente, los pintores han reutilizado sus lienzos en muchas ocasiones, privando así a la posteridad de las obras que no conseguían satisfacer las expectativas del autor. Para sacar a la luz todas esas creaciones “arrepentidas” sin dañar los trabajos que las cubren, la ciencia tiene que entregarse a una labor casi detectivesca.
Uno de los procedimientos más usuales es el recurso a la radiografía, que desde ahora cuenta con un nuevo instrumento de trabajo: un microscopio de fluorescencia de rayos X confocal desarrollado en la Universidad de Cornell (EEUU).
Su primera aplicación artística ha estado dirigida por Jennifer Mass, quien ha escudriñado con él un retrato familiar del ilustrador estadounidense Newell Convers Wyeth (1882-1945). Aunque ya se sabía que tras el idílico ambiente hogareño se escondía una dramática escena de lucha, el nuevo método la ha puesto de manifiesto con una precisión en el detalle desconocida hasta ahora.
Además, aporta nuevos datos sobre los materiales y las técnicas utilizadas por el pintor.
La aplicación de este instrumento abre el camino para investigar otras obras repudiadas por los grandes artistas de la Historia.
Pilar Gil Villar
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