El autor de Psicosis conocía las claves del suspense como nadie. Y también las de la comedia. Hitchcock sabía perfectamente que el humor, bien dosificado, era el contrapunto perfecto para sus intrigas y servía para distendir los momentos de mayor tensión y preparar al espectador para lo que aún estaba por venir, por eso sus películas están plagadas de momentos cómicos. Algunas, incluso ( Con la muerte en los talones, Atrapa a un ladrón…), podrían considerar comedias a la vez que filmes de misterio.
Alfred Hitchcock manejaba por tanto diversos recursos humorísticos en sus filmes y uno de los más recurrentes fue el de aparecer personalmente en muchas de sus películas. Un pequeño juego, una broma, que hacía sonreir a sus fans y que los mantenía atentos para tratar de descubrir en que escena, en que plano, aparecía la imagen del orondo director.
En este reportaje te mostramos en exclusiva todos los cameos del genial director. Es nuestro homenaje a uno de los más grandes maestros de la historia del cine.
El enemigo de las rubias (1926)
Fue la más famosa de sus películas mudas, y su primer filme de suspense. Hitchcock aparece sentado de espaldas a la cámara. Su figura es la que se entreve en el extremo izquierdo del cuadro. Era la primera vez que aparecía en una de sus películas, pero en esta ocasión lo hizo por pura necesidad, ya que no había conseguido el número de extras y de figurantes necesarios para confeccionar el plano.
La muchacha de Londres (1930)
El maestro dirigió aquí su primera película sonora. En esta divertida escena, encarna a un ciudadano que intenta leer un libro en el metro mientras un niño (que no se ve en el fotograma ya que lo tapa el pasajero en primer plano) trata de importunarlo. El niño que rodó la película contó años después que se sintió muy desconcertado durante la filmación. Le dijeron que se comportase de la forma más traviesa posible y al molestar al «señor gordo», este le echó una buena bronca (se ve que el pequeño aún no sabía diferenciar el cine de la realidad). Luego, al terminar el rodaje, Hitchcock le recompensó regalándole una bolsa de caramelos. Un gesto bastante insólito viniendo de un director que solía decir: «nunca trabajes ni con perros ni con críos».
Asesinato (1931)
El cineasta realiza aquí una de sus apariciones más discretas y menos llamativas, posando frente a la entrada del edificio en el que se ha cometido el crimen al que alude el título del filme. En esta cinta protagonizada por Herbert Marshall, el director ya aborda uno de los temas recurrentes de su filmografía, el del hombre inocente acusado injustamente de un delito que no ha cometido, y que se ve obligado a convertirse en un fugitivo para descubrir al verdadero culpable.
Inocencia y juventud (1937)
Otra historia de falsos culpables, en esta ocasión en clave de comedia romántica. En este caso, un chico acusado de asesinato se ve obligado a secuestrar a una chica para poder escapar y probar su inocencia. Fugitivo y rehén se enamorarán durante la huída. Hitchcock aparece aquí como un fotógrafo de prensa que utiliza una minúscula cámara y que espera pacientemente a la puerta del juzgado a que salga el reo.
Alarma en el expreso (1938)
Los protagonistas de este filme recorren media Europa tratando de encontrar a una anciana desaparecida durante un viaje en tren. Nadie la ha visto, salvo una joven turista americana, y por tanto nadie sabe si la señora existe realmente o si la chica es una bromista o sufre algún trastorno mental. El público tiene que esperar hasta el final del filme para resolver el misterio y para poder vislumbrar a Hitchcock entre los pasajeros que caminan por el andén de la estación.
Rebeca (1940)
Todos los anteriores filmes del director (al margen de su calidad) pueden considerarse series B. Pero esta fue la película que le convirtió por fin en un cineasta famoso en el mundo entero, y sería el primero de sus clásicos inmortales. Su aparición tiene lugar en el tercio final del largometraje, mientras el intrigante personaje encarnado por George Sanders telefonea en busca de pruebas con las que poder chantajear al personaje que encarna Laurence Olivier, acusándole del asesinato de Rebeca de Winter (rol que da título a la película pero que no aparece en todo el filme). Hitchcock se deja ver como un paciente transeunte que aguarda a que la cabina telefónica quede libre.
Enviado especial (1942)
Fue un filme de propaganda (pero también un cinta magnífica llena de acción y de comedia, y de escenas memorables como la del accidente de aviación o el asesinato entre la nube de paraguas) destinado a convencer a la opinión pública americana de la necesidad de entrar en la II Guerra Mundial, para apoyar a Gran Bretaña. Su argumento cuenta como un corresponsal americano (interpretado por Joel McCrea) llega a Londres en los días previos a la contienda, y descubre que una importante ONG pacifista es en realidad una tapadera de una red de espías nazis. La leyenda cuenta que Goebbels, que era un gran admirador de Hitchcock, pidió a sus agentes en Inglaterra que le consiguieran una copia del filme y que, tras verlo, dijo: «Películas como esta pueden hacernos perder la guerra». El cineasta aparece en una de las primeras escenas leyendo tranquilamente el periódico mientras se cruza por una calle londinense con el personaje interpretado por McCrea.
Sabotaje (1942)
El director británico realizó dos películas con idéntico título. La que aquí nos ocupa fue otro de sus filmes de propaganda bélica, y otra de sus típicas historias de falsos culpables. El trabajador de una empresa de armamamento es acusado de haber provocado un atentado en las instalaciones. Evidentemente, los autores han sido nazis infiltrados. No es uno de sus filmes más logrados, aunque tiene un clímax realmente brillante en lo alto de la Estatua de la Libertad. Hitchcock aparece muy brevemente en un fugaz plano, mirando el escaparate de una librería. Su silueta es la que se ve a la izquierda del fotograma.
Náufragos (1944)
¿Cómo apañárselas para aparecer en una película que transcurre íntegramente en el interior de un bote salvavidas y sin ser uno de los actores del filme? Desde luego a Hitchock no se le puede negar ingenio. El personaje que interpreta William Bendix lee un periódico que ha salvado del naufragio y en sus páginas aparece un anuncio de un producto de adelgazamiento, con el típico «Antes» y «Después». Pues bien, la imagen del hombre que acompaña al «Antes» es la del cineasta.
Recuerda (1945)
Con esta película. Hitchcock inició la moda del suspense psicoanalítico, contando la historia de un doctor de un sanatorio mental que, en realidad, es un enfermo aquejado de amnesia que ha suplantado su personalidad. La película es magnífica, pero el público la sigue recordando (permitanme el juego de palabras) especialmente por la secuencia de la pesadilla con los decorados pintados por Salvador Dalí. El director aparece en el filme en una escena en un rascacielos de Nueva York, saliendo de un ascensor mientras fuma un puro. Hoy en día se le habría caído su escaso pelo por tan incívico comportamiento.
Atormentada (1949)
Es una de sus películas menos conocidas. Un extraño melodrama gótico y pasional ambientado en Nueva Zelanda a finales del siglo XVIII. Su escena más recordada es aquella en la que la heroína, Ingrid Bergman, descubre aterrorizada que alguien ha escondiddo una espantosa cabeza reducida debajo de la almohada de su cama. Por su parte, Hitch, hecho todo un dandy, aparece ataviado con chistera y levita durante la escena que recrea la fiesta de recepción en la residencia del gobernador británico.
El proceso paradine (1947)
Uno de los filmes más incomprendidos de su director y de los menos agradecidos de ver, ya que no hay en él practicamente ningún personaje positivo con el que identificarse. Hay un asesinato y un juicio, pero realmente no es una historia de intriga, sino la de un amor obsesivo que lleva al abogado encarnado por Gregory Peck a caer en la humillación y la autodestrucción a causa del deseo enfermizo que siente por su clienta (interpretada por una gélida Alida Valli). Hitchcock aparece portando la funda de un violoncello en la estación de ferrocarril de un pueblecito de la campiña británica al que llega Peck tratando de buscar pistas para resolver el caso.
La soga (1948)
A Hitchcock le iban los retos. Y aquí rodó una película en un único decorado y en un solo plano (muy pocos se han atrevido luego a hacer lo mismo; como Cristina Higueras, marcándose toda una lección de interpretación en una sola toma en Te llamaré a las cinco). ¿Y el director cuando sale? Si quieren verle fíjense bien en la parte derecha del fotograma. ¿Ven ese rótulo de neon rojo que aparece en el decorado que recrea el paisaje urbano de Nueva York? Pues es la silueta del rostro del director.
Pánico en la escena (1950)
El maestro nunca quedó contento con esta película (que no está nada mal, todo hay que decirlo). Justificaba su descontento afirmando que el personaje de una película podía mentir y engañar a los demás personajes de la historia, pero nunca al espectador. Y no daré más explicaciones para no estropearle el desenlace a quien no la haya visto. Personalmente la considero, más que un filme de misterio, una deliciosa, comedia de suspense repleta de un saludable sentido del humor. En esta escena, la tímida heroína del filme, encarnada por Jane Wyman (muchos años antes de convertirse en la perversa Angela Channing) camina por la calle memorizando las frases que va a tener que repetir delante de cierto personaje para engañarle. Hitchcock se cruza con ella fugazmente y se vuelve para mirarla, sorprendido por su actitud.
Extraños en un tren (1951)
Fue una adaptación libre de una novela de Patricia Highsmight, y uno de los filmes más cínicos de su autor. Contiene dos escenas memorables: el asesinato visto a través del cristal de unas gafas caídas en el suelo, y la debacle final en el carrusel de una feria infantil. Antes de que acontezcan ambas, puede verse al director tratando de subir al tren con un contrabajo mientras el protagonista del filme (Farley Granger) baja del mismo.
Yo confieso (1953)
¿A estas alturas de su carrera Hitchcock se creía Dios? Es lo que podría pensarse al ver esta película que comienza con este plano, en el que se ve al director cruzando por lo alto de esta escalinata. No olvidemos que se trata de un filme de temática más o menos religiosa, en el que un sacerdote (encarnado por Montgomery Clift) no puede desvelar la identidad de un asesino ya que le ha sido revelada en secreto de confesión.
La ventana indiscreta (1954)
Otra de sus películas míticas. Un fotógrafo con la pierna rota (James Stewart) se dedica a espiar a sus vecinos y es testigo de un asesinato. El maestro aparece brevemente en la casa de uno de dichos inquilinos (un compositor de música) dándole cuerda a un reloj. Como dato curioso, hay que decir que esta historia no se podría haber rodado hoy en día. Actualmente, el protagonista en vez de espiar al prójimo por la ventana lo haría en Facebook.
Pero… ¿quien mató a Harry? (1955)
Hitchcock aparece en la esquina izquierda del fotograma, paseando delante de una feria de arte al aire libre. Pero, ojo, este cameo solo es visible en las pantallas de cine. En los pases televisivos acaba pasando totalmente inadvertido. Con respecto a la película (protagonizada por Shirley McLaine y John Forsythe), se supone que es una comedia negra, pero a mi nunca me ha hecho ninguna gracia. La considero la única película aburrida del maestro.
Atrapa a un ladrón (1955)
«Este tipo me suena», parece estar diciendo Cary Grant en este fotograma al fijarse en el compañero de viaje que le ha tocado en el autobús. Rodada en Mónaco, esta película es famosa especialmente, porque durante su rodaje se conocieron Grace Kelly y el príncipe Raniero. Pero al margen de detalles dignos de un programa rosa, la película es una deliciosa comedia de intriga. Grant es un ladrón de guante blanco apodado El Gato por su felina agilidad, que colaboró con la resistencia francesa y por dicha gesta fue indultado. Desde entonces lleva una plácida vida dirigiendo un restaurante en la Costa Azul, hasta que un imitador comienza a recrear sus golpes con la intención de hacer creer a todos que El Gato a vuelto a la acción.
Crimen perfecto (1954)
Ahora que están de moda las dichosas 3D, no está de más recordar que Hitchcock rodó esta película con dicho sistema. Realmente lo detestaba, hasta el punto de afirmar que: «Las tres dimensiones solo sirven para hacer que una película mala sea tres veces mala». En este filme, protagonizado por Grace Kelly, el director aparece en una foto en la que el marido asesino (Ray Milland) posa con sus antiguos compañeros d epromoción.
El hombre que sabía demasiado (1956)
Una de las películas más viajeras del maestro. Una intriga que transcurre entre Marruecos e Inglaterra y que mucha gente recuerda sobre todo por la canción que interpreta su protagonista femenina, Doris Day: «Que será, será…». Hitchcock aparece en las escena siniciales, en un mercado marroquí, de espaldas a la cámara y observando a unos acróbatas locales. Por cierto, ahora que el velo musulmán está en el centro de la polémica, no está de más recordar que toda la trama de esta cinta se inicia por causa de dicha prenda. Y quien la haya visto sabrá a que me refiero.
Falso culpable (1957)
La película más oscura y dramática del cineasta. Con una estética casi documental, cuenta la historia de un músico de jazz (Henry Fonda) acusado de haber cometido un atraco. Pero lo que en otros filmes suyos es el detonante para historias repletas de acción, intriga y humor, aquí se convierte en el inicio de una pesadilla que, voluntariamente o no, recuerda bastante a El proceso de Kafka. El director aparece en la escena inicial de la película, mientras Fonda, con gesto sombrío lee el periódico en una cafetería.
Con la muerte en los talones (1959)
Nada más finalizar los magníficos títulos de crédito de Saul Bass, se ve a Hitchcock corriendo para coger el autobús, pero la puerta se le cierra en las narices. Lo que sigue es una auténtica delicia. Una de las historias más entretenidas que nos ha regalado el cine. Cary Grant es un playboy confundido con un espía y acusado de asesinar a un diplomático en el edificio de la ONU. Tiene que huir por medio país e intentan gasearlo desde un avión fumigador. Y el clímax, inolvidable, transcurre, en lo alto del monte Rushmore. Si no la han visto aún… Corran, y búsquenla.
Psicosis (1960)
Fue la película que cambió la historia del cine de terror. La escena del crimen de la ducha es la madre de todos los halloweens y matanzas de Texas que han venido después. Hitchcock aparece al inicio del filme, con un sombrero de cowboy, parado delante de la oficina en la que trabaja Marion Crane, la protagonista de la cinta interpretada por Janet Leight. ¿Hemos dicho protagonista? Esta película fue revolucionaria por muchas cosas, una de ellas, por cargarse a la que se supone que es la heroína de la historia a los veinte minutos de proyeccción. Una audacia que hasta entonces resultaba insólita en la historia de cine.
Los pájaros (1963)
El que será uno de los filmes más inquietantes jamás rodados, comienza como si se tratara de una comedia sofisticada. Tippi Hedren entra en una pajarería de San Francisco para comprar dos periquitos, y se cruza con Hitchcock que va acompañado de dos Fox terriers.
Marnie la ladrona (1964)
Sentado en una silla de ruedas, el maestro sale de una habitación del hotel donde se aloja la protagonista al principio del filme. Fue su segunda y última película con Tippi Hedren. Hitchcock se enamoró obsesivamente de ella, que le rechazó. El dolor causado por el desplante le hizo perder el interés por todo, incluído por el cine. Aunque siguió trabajando, ya nunca se enfrentó a sus películas con la pasión de antaño.
Frenesí (1972)
Harto de Hollywood, el maestro regresó a Inglaterra y rodó un filme negro e irónico, sin estrellas conocidas. Su comienzo es uno de los más cínicos de todo su cine. El alcalde de Londres da un discurso a orillas del Támesis explicando como el consistorio ha lograod por fin limpiar el río. En esos instantes, el cadáver de una mujer aparece flotando en el agua. Hitchcock sale como uno de los ciudadanos que escuchaba la alocución del político. Hay que destacar también en este filme sus insólitas escenas de desnudos (las únicas en la filmografía del maestro) y la macabra secuencia en la que el asesino tiene que romperle los dedos a un cadáver con rigor mortis para recuperar un pasacorbatas.
La trama (1976)
El maestro se despidió del cine con una película a medio camino entre la comedia y el suspense, en la que una medium espiritista y su novio taxista reciben el encargo de una anciana millonaria de buscar a su nieto, separado de la familia cuando era un crío. Lo que ignoran es que aquel niño se ha convertido en un asesino sin escrúpulos (interpretado por el actor William Devane que por cierto era clavadito a José María Aznar, y que nadie piense que lo digo con segundas). Aquí el cameo de Hitchcock se limita a su silueta a través de la puerta del departamento de Archivos Demográficos.