Recreamos las criaturas más terroríficas surgidas de la imaginación de todas las culturas.
El ángel de la muerte y Leviatán
1.- El ángel de la muerte
En La Divina Comedia, Dante relató su imaginario viaje al Purgatorio. Allí vio a Abraxas, un ser con cabeza de gallina y serpientes en vez de piernas, que abría la puerta del Paraíso a los condenados que habían expiado sus culpas. Abraxas es también el ángel exterminador que el Día del Juicio se enfrentará con el Mal, encarnado en otro ser monstruoso: el Leviatán.
2.- Leviatán, el diablo viudo
El Talmud, uno de los textos sagrados de los hebreos, cuenta que en el quinto día de la Creación, Yahvé dio vida a dos leviatanes (monstruosas y malignas serpientes marinas), uno macho y otro hembra. Pero al contemplar su horrenda obra, decidió matar a la criatura femenina, porque: “Si los leviatanes procreasen, exterminarían toda forma de vida”. Desde entonces, el Leviatán es para los judíos la representación del mal absoluto, y los cristianos lo identifican con la bestia del Apocalipsis.
En el año 1300, los normandos procedentes de Inglaterra asolaron Irlanda. Entre los últimos resistentes destacó un caudillo llamado Barghest. Herido de muerte, el cacique hizo un pacto con el diablo, y desde entonces se dice que cada noche él y sus hombres vuelven a la vida convertidos en sanguinarios lobos. La maldición de los licántropos solo cesará cuando expulsen de la isla a los invasores y sus descendientes.
Unos alaridos despertaron a Ramón Varela. El pastor salió de su cabaña y vió una escena espantosa: un engendro había masacrado su rebaño de cabras y bebía la sangre de los animales. Esta historia al parecer sucedió en Puerto Rico en 1975. Cierta o no, con ella nació el mito del chupacabras, una especie de vampiro que asesina al ganado.
El Ramayana, una epopeya hindú, cuenta que un joven oraba junto a un río. Del agua emergió una criatura con rostro y torso de mujer, y cola de serpiente. Era una Naga, una sirena india, que tentó al joven. Hipnotizado por su belleza, avanzó hacia ella. La Naga lo atrapó y lo asfixió con la cola antes de devorarlo.
1.- Dragón maligno
Hay algo a lo que los niños orientales temen por encima de todo: a Nian, el dragón rojo. Vive en lo alto de las montañas y tiene el don de la ubicuidad. Durante el día permanece oculto, pero de noche sale de su guarida y, si ve a algún niño fuera de su casa, lo mata con su aliento de fuego.
2.- Vampiros orientales
Si te encuentras con uno, contén la respiración. Los chiang-shih (chupasangres chinos) son ciegos, y detectan a sus víctimas por el ruido que hacen al respirar. Ni las cruces ni los ajos les afectan. Solo se les mantiene a raya con un saco de arroz, ya que una maldición les obliga a contar los granos. ¡Aprovecha para huir de él!
3.- Cabezas voladoras
En la isla de Bali, las mujeres en estado aún recurren a los conjuros para alejar de sus casas a las penanggalans, aberrantes demonios femeninos que se alimentan con la carne de los recién nacidos. Para cazar a sus presas, la cabeza del engendro se separa del cuerpo y vuela con las entrañas colgando.
Los pieles rojas nunca se aventuraban solos en los grandes bosques en invierno. Desde pequeños, el brujo les contaba que allí moraban criaturas demoníacas.?Para los nativos, el mal se encarnaba en entes con cuernos y con una fisonomía que mezclaba rasgos humanos y animales. Así, Nootaikok, era un cruce de hombre y cabra que devoraba carne humana.
La mayor de las tres gorgonas (las otras dos eran Medusa y Esteno). Un día, un hombre llamado Asclitos se le acercó mientras dormía y desgarró su piel para beber su sangre, porque decían que era milagrosa; y era cierto, aunque solo la del lado derecho. Pero Asclitos bebió del izquierdo, y la sangre se convirtió en veneno.
Fue en 1652. La leyenda dice que un rabino preparó una masa de barro, puso en ella una tablilla con un conjuro de la cábala y de la arcilla nació el Golem, un autómata que protegía el gueto judío de Varsovia. Pero un día, la mujer del rabino le pidió al Golem que fuera al río a por agua. Con su enorme fuerza, la criatura desvió el cauce e inundó la ciudad. Como castigo, el rabino borró el conjuro y el ser se deshizo en una masa de barro.
Cuando Jasón y los argonautas llegaron a Creta, enmudecieron de asombro al ver a Talo, un coloso de bronce tan gigantesco que podía aplastar un barco con la mano. Según el poeta Píndaro, era el primer autómata de la historia, creado por el rey Hefestos para proteger su isla.?Por eso, cuando los argonautas saquearon el lugar, Talo aplastó a varios de ellos. El resto se salvó gracias a la bruja Medea, que hipnotizó al titán de metal y le obligó a moverse de forma desquiciada, hasta que se quebró los tobillos y se desmoronó.
Los gnomos son como las setas: hay que distinguir los buenos de los “venenosos”. Si su caperuza es azul, son bondadosos, pero si es roja… ¡son antropófagos! Según la mitología gaélica, el gnomo rojo atrae a sus víctimas a su guarida ofreciéndoles piedras preciosas; una vez allí, los asesina. Con la carne hace una barbacoa al estilo celta.
Pero el más temible era el Wendigo, un espíritu que acechaba a los cazadores solitarios; susurraba el nombre del guerrero y el viento llevaba las palabras hasta los oídos de su víctima. Al escucharlo, los ojos del cazador lloraban sangre y, poseído por una furia incontrolable, corría gritando hacia el interior del bosque, donde desaparecía para siempre.
Los persas eran un pueblo valiente que temía a pocas cosas. Pero si en plena noche, acampados en el desierto, escuchaban una voz angelical cantando, se les helaba la sangre. Porque aquella hermosa voz pertenecía a la Mantícora, una criatura del averno, hija de una leona y un demonio. Las leyendas cuentan que Citias, médico de la corte del rey Jerjes, fue uno de los pocos afortunados que sobrevivió al encuentro con ella, por lo que después pudo describirla: “Tiene cabeza humana y cuerpo de animal; sus ojos son como los de una serpiente, y usa su dulce voz para atraer a los desprevenidos, a los que engulle de un solo bocado”.