Ha fallecido a los 77 años Bernardo Bertolucci, uno de los nombres claves de la historia del cine italiano. El sexo, la política, el peso de la historia, y una amarga reflexión sobre la soledad, son los cuatro principales pilares sobre los que se construye su colosal filmografía.

Bertolucci probablemente quedará en la memoria de todos por ser el autor del filme que nos enseñó el uso de la mantequilla como lubricante para los juegos eróticos. Aunque sería enormemente injusto reducir su obra a algo tan anecdótico. El director italiano tiene el mérito de haber rodado uno de los filmes más escandalosos de todos los tiempos, El último tango en París. Pero más allá de la polémica que rodeó a sus escenas eróticas, también fue una de las más conmovedoras y desoladoras fábulas que se han rodado sobre la soledad del hombre contemporáneo.

Y, además, Bertolucci filmó colosales frescos históricos (por alguno de los cuales ganó incluso el Oscar de Hollywood), y películas más pequeñas e intimistas. Aquí vamos a recordar siete de sus más imprescindibles películas.

1

La estrategia de la araña (1970)

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Inspirado libremente en un cuento de Borges, este fue el filme que hizo que el nombre de Bertolucci comenzara a destacar en el panorama cinematográfico de su época.

Narra cómo el hijo de un mítico líder comunista italiano, asesinado por los fascistas en 1936, según la versión oficial, comienza a investigar sobre la figura de su padre. Para descubrir que su progenitor era, pese a la leyenda que le rodeaba, en realidad un traidor infiltrado, que fue asesinado por sus propios compañeros, quienes nunca quisieron revelar la verdad, para no destruir el valor simbólico que se había creado en torno a su figura.

2

El conformista (1970)

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El fascismo italiano volvía a ser el telón de fondo de esta obra maestra en la que el director adaptaba una novela de Alberto Moravia. Además, Bertolucci construía la primera de las fábulas sobre la soledad humana que serían tan habituales en su filmografía.

Jean-Louis Trintignant interpretaba a un hombre silencioso y cerrado en sí mismo, marcado por un hecho violento y traumático que vivió en su infancia, y que solo aspira a ser uno más entre la multitud, un hombre como el resto. Ese deseo le lleva a convertirse en agente especial de la policía fascista y a cometer hechos horribles, sin plantearse nunca la razón de los mismos.

En esta película, Bertolucci dio además las primeras muestras de su faceta más erotómana en varias escenas. Especialmente la del sensual tango que bailan las bellísimas Stefanía Sandrelli y Dominique Sanda.

3

El último tango en París (1972)

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Probablemente, el filme más escandaloso de los años 70 y uno de los más polémicos de toda la historia del cine. Un escándalo que se debió especialmente a lo explícito de algunas secuencias eróticas, y a todo lo que las rodeó. No olvidemos que la actriz María Schneider llegó a decir que lo que Bertolucci y Marlon Brando habían hecho con ella era el equivalente a una violación.

Pero ya desde la primera escena, con un Brando desesperado gritando “¡Jodidoooos…”, al paso de un convoy del metro, el director ya deja claro que su película es un relato triste y conmovedor sobre personas solitarias y perdidas que vagan en busca de no se sabe muy bien qué. Y que culmina en la desesperada, intensa y carnal relación de su pareja protagonista, quienes jamás llegarán a conocer sus respectivos nombres.

4

Novecento (1975)

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Probablemente, la película más ambiciosa de su autor. Un colosal fresco histórico que recrea los conflictos sociales entre campesinos y grandes propietario, en Italia desde principios del siglo XX hasta el final de la II Guerra Mundial. Todo ello intercalado en torno a la relación de amistad y rivalidad de los dos personajes interpretados por Robert de Niro y Gerard Depardieu, cada uno de ellos representante de, respectivamente, la clase dominante y la del proletariado.

Bertolucci no oculta en ningún momento su deseo de emular al maestro Visconti (la inclusión en el reparto de Burt Lancaster en un personaje muy similar al que interpretaba en El Gatopardo, no es gratuita). Y el propio título del filme, Novecento, es un intento de evocar la grandeza de términos como Quattrocento o Cinquecento.

El director muestra una vez más su querencia por las escenas explícitamente eróticas, especialmente la de la prostituta que masturba simultáneamente a los dos protagonistas.

También es imposible olvidar la soberbia banda sonora de Ennio Morricone y el personaje de sádico fascista que interpreta magistralmente un desatado Donald Sutherland.

5

El último emperador (1987)

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Su segundo gran fresco histórico fue esta biografía de Pu Yi, el último emperador de China, por la que ganó siete Premios Óscar de Hollywood, incluidos los de mejor película y mejor director.

Bertolucci se convirtió en el primer director de cine que obtuvo autorización para rodar dentro de la Ciudad Prohibida de Pekín. Pero el gran mérito del filme, fue que, más allá de su lujosa y espectacular apariencia, el director supo centrarse en los detalles más intimistas de la vida del personaje, componiendo otro de sus emocionantes retratos de seres solitarios, tan habituales en su cine.

6

El cielo protector (1990)

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Otra magnífica adaptación literaria, en este caso de la famosa novela de Paul Bowles. La odisea de un matrimonio (encarnado por John Malkovich y Debra Winger) en el desierto del Sáhara, le sirve para construir otra película tan espectacular como intimista, donde la soledad y la incomunicación vuelven a ser los ejes vertebradores de la historia. Casi podría decirse que esta película vendría a ser El último tango….ambientada en el norte de África durante la década de 1920.

7

El pequeño Buda (1993)

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La última película de su filmografía que obtuvo una gran repercusión internacional. Bertolucci reconstruyó la historia del príncipe Siddharta Gautama, más conocido como Buda (interpretado por un jovencísimo Keanu Reeves). Y lo más original fue el tono elegido, ya que articuló la película como si fuera un relato dirigido al público infantil. Algo insólito hasta entonces en su cine.

Vicente Fernández López