El éxito de The Artist, un filme mudo rodado en pleno siglo XXI ha sorprendido a muchos (y gratamente, todo hay que decirlo). Pero la verdad es que no es la única película sin diálogos que se rueda en la era del cine sonoro. A continuación os ofrecemos una selección de filmes silentes que en su momento también fueron considerados pequeñas rarezas, igual que la película francesa que actualmente triunfa en nuestras salas.

Luces de la ciudad (1931)

Al igual que el personaje principal de The Artist, Charles Chaplin detestaba el cine sonoro (aunque acabaría filmando varias peliculas habladas: El gran dictador, Candilejas, La condesa de Hong Kong…). Por eso, cuando el nuevo medio ya llevaba once años consolidado, el genial actor y director se sacó de la manga esta insólita obra maestra que todo  el mundo creyó que estaba destinada al fracaso. Paradojicamente, en Luces de la ciudad no se oye ni una palabra ni ningún sonido, pero toda la trama de la película gira sobre un gag sonoro que el espectador nunca puede escuchar: Charlot se enamora de una florista ciega que cree que él es un millonario porque siempre aparece coincidiendo con el ruido que hace un coche de lujo al aparcar. Más allá de esta anécdota, Luces de la ciudad es una obra mestra del cine a la que el tiempo no ha perjudicado lo má smínimo. Uno de esos filmes que combinan melodrama, ternura y humor de una forma tan magistral que solo puede considerarse mágica. La resolución de la historia de amor es de esas que no dejan ni un ojo seco en toda la sala, y la parte de comedia tiene momentos memorables, como la aparición de ese millonario que cuando está borracho quiere a Charlot como si fuera el mejor amigo del mundo, pero cuando está sobrio no quiere verlo ni en pintura. Por favor, no me llamen reaccionario, pero es que, es cierto… ya no se hacen películas así.

El espía (1952)

Russell Rousse es un director con una filmografía repleta de rarezas y bizarradas varias. Ahí está, sin ir más lejos, El desfiladero de la muerte, un western sobre emigrantes vascos en California que se enfrentan con los indios a pedradas, usando como armas sus cestapuntas. Pero para bizarrada, bizarrada, ésta… Argumentalmente, El espía no se diferencia en nada de otros filmes de género de la época. Ray Milland interpreta a un científico neurótico que pasa secretos a los rusos. La gracia de la película está en que no tiene diálogos. No puede considerarse estrictamente muda, ya que si se escuchan el ruido de los coches, de los teléfonos… Pero hablar, lo que se dice hablar, aquí no habla nadie. Al principio resulta un recurso que como rareza tiene un pase pero, al final, uno no sabe muy bien si de forma involuntaria, ese mutismo de todos los personajes acaba logrando que la película adquiera un tono enajenado que da bastante mal rollo. Por cierto, la escena en la Milland enloquecido destroza su apartamento buscando supuestos micrófonos, fue copiada años depsués por Francis Ford Coppola en la magistral La conversación (1974).

Ditirambo (1969)

Gonzálo Suárez está considerado uno de los directores más literarios del cine español. Por dos motivos. Uno, porque también es escritor. Y, segundo, porque la crítica siempre destaca la profunda elaboración de los diálogos de sus películas, que en ocasiones rozan peligrosamente lo pretencioso, y ahí están Remando al viento y Don Juan en los infiernos para atestiguarlo. Por eso, tiene doblemente gracia que Suárez debutara en el campo del largometraje con una película completamente muda. Pero claro aquellos eran años de experimentación en los que cualquier cosa valía. Eso sí, la película en su momento no la vio ni el tato. Paradójicamente, hoy es una pieza de culto.

La última locura (1976)

A mediados de los 70, cuando tirunfaba en las salas el último invento tecnológico del momento, el ya olvidado sensurroud (aquel sistema que hacía temblar las butacas en filmes como Terremoto o La batalla de Midway), Mel Brooks abofeteó a la industria rodando una película muda, que para colmo fue un éxito de taquilla descomunal. La cinta cuenta la historia de un productor acabado, Mel Fun, que trata de poner en  pie un nuevo filme que relance su carrera. Pero los miembros de una corporación que quieren quitarle de en medio para apoderarse de su estudio, deciden sabotear la filmación. Brooks se rodeó de sus colaboradores habituales, como el genial cómico de ojos saltones Marty Feldman, y contó además con la colaboración de estrellas de la talla de Burt Reynolds, Paul Newman o James Caan. Curiosamente, el único que habla en toda la película es el mimo Marcel Marceau, pronunciando el único gag sonoro de todo el filme.

El gabinete del doctor Ramírez (1991)

Peter Sellars uno de los enfants terribles del teatro de las últimas décadas, debutó como director d ecine con esta película muda que homenajeaba a El gabinete del doctor Caligari. Concebida como un espectáculo casi operístico (con música pero sin diálogos), y protagonizada por un reparto de altura que incluía a John Cusack y Peter Gallagher, el resultado fue un completo desastre. Un ejercicio gafapastil que solo tiene como excusa los deseos de Sellars de mirarse al ombligo mientras dice: «espejito, espejito, ¿quien es el artista más original?».

La llamada de Cthulhu (2005)

Digámoslo ya. Los relatos de H. P. Lovecraft no han tenido suerte al ser adaptados al cine. La mayoría de las versiones de su obra son un truño y las mejores no pasan de apañadas. Salvo una excepción, la que aquí comentamos. Porque fue necesario que llegara un grupo de amateurs para realizar una adaptación decente de una de las obras del escritor de Providence. Los responsables de este filme son los miembros de la H. P. Short Society, un grupo de aficionados que juegan al rol basándose en las historias de Lovecraft y que un buen día decidieron convertir en película su relato más emblemático. Dado que el cuento se publicó en 1926 decidieron rodar un filme mudo, tal y como habría sido si se hubiera filmado en la misma época en la que publicó la historia original Y el resultado es sorprendente. Los decorados y la atmósfera evocan con éxito la estética del cine expresionista alemán de los años veinte, el maquillaje imita a la perfección al de los actores del cine mundo, y las maquetas y el stop-motion en las escenas de los monstruos, sin llegar a la maestría alcanzada por Ray Harrihausen, resultan bastante dignos. En definitiva, una pequeña gema que hace que, por comparación, el Godzilla de Roland Emmerich y el Monstruoso de J. J. Abrams, sean dos mierdas del tamaño del Taj Mahal.

La antena (2005)

Los argentinos de vez en cuando facturan alguna que otra película con vocación de marciana. Y un buen ejemplo es la que ahora tratamos. Un filme mudo planteado como un homenaje al cine de Fritz Lang y más concretamente a sus películas sobre el Doctor Mabuse. Aquí tenemos a un villano megalómano llamado Mr TV que pretende controlar la sociedad gracias al poder de la televisión (se ve que aún no intuía el potencial de internet) e instaurar una auténtica ductadura televisiva, una telecracia (imaginamos que emitiendo Sálvame a todas horas). La operación no pasa de simpática pero queda como un curioso precedente de The Artist.