Albricias, llegó el feliz día. Al fin, y si ningún suceso de última hora lo impide, vamos a casa a la Duquesa de Alba con su flamante novio-funcioanrio, Alfonso Díez. Desde aquí envamos nuestras más sinceras congratulaciones a la feliz y algo esclerótica (para que negarlo) pareja, y aprovechamos la ocasión para recordar otras seis bodas históricas que en su momento dieron mucho que hablar. Deseamos sinceramente, que el enlace de la Duquesa de Alba no se vea perturbado por sucesos tan abracadabrantes como los que aquí vamos a narrar. Y, de paso, les avisamos, queridos lectores, que en nuestro próximo ejemplar de Quo, podréis encontrar un reportaje que, incluye, además de estos, otros diez bodorrios de escándalo. Que sean todos ustedes felices y que coman perdices, o lo que más deseen.
No me sean mal pensados, que no estamos hablando de la Duquesa, y lean, lean… Carl Von Hosel fue un radiólogo de origen aleman afincado en EE.UU. En 1931 se enamoró morbosamente de una joven viuda mexicana llamada Helena Hoyos. Enferma de tuberculosis, la mujer falleció a su vez en 1933. Carl desenterró su cadáver y lo llevó a su casa; unió los huesos rotos del cuerpo con alambre, rellenó las cuencas de los ojos con piezas de cristal, y sustituyó la piel putrefacta por seda. A continuación, celebró un simulacro de matrimonio en su dormitorio y vivió con el cadáver hasta que fue descubierto en 1940.
María Victoria del Pozo y Amadeo de Saboya
Entre los historiadores existe una total sintonía al considerar el enlace entre la princesa María Victoria del Pozo y Amadeo de Saboya, celebrado en 1867, como la peor celebración nupcial de todos los tiempos. Entendiendo por peor la que mayor número de tragedias acumuló. La novia se despertó en el que debía ser el día más feliz de su vida con la noticia de que su doncella se había suicidado esa misma mañana. No acabaron ahí los infortunios, ya que horas después, el mayordomo de la princesa, que mantenía una relación con una mujer casada, moría aseinado por el marido de esta, que se había introducido en palacio. Por si tal cúmulo de desgracias no fuera suficiente, el coronel que mandaba las tropas durante el desfile nupcial falleció de un ataque cardíaco durante la parada militar.
Hay que elegir con mucho cuidado el traje nupcial, no solo para despertar la admiración de familiares e invitados, sino porque también te puede ir la vida en ello. Tal y como le ocurrió a Creusa, personaje de la mitología griega. Según el dramaturgo Eurípides, esta princesa de la ciudad de Corinto no acababa de encontrar un vestido nupcial que la convenciera para su boda con el aventurero Jasón (el que encontró el Vellocino de Oro). Por eso, aceptó el hermoso traje de novia que le regaló, de forma aparentemente desinteresada, Medea. Lo que la ingenua Creusa ignoraba es que la perversa Medea también estaba enamorada de Jasón y el vestido había sido impregnado con veneno por lo que, al ponérselo, la novia murió intoxicada sin llegar siquiera a ver a su prometido. En fin… Si hubiera elegido uno de Devota & Lomba esto seguro que no le habría sucedido.
Felipe Augusto de Francia e Ingeborg
Noche…¿de miedo?
Lo que ocurrió en la alcoba del rey Felipe Augusto de Francia, al celebrar su noche de bodas con la princesa danesa Ingerborg, sigue siendo un mistero. Pero no debió de ser nada bueno. La boda se celebró en 1.193 y las crónicas cuentan que a la mañana siguiente, el soberano salió de su dormitorio lívido, como si hubiera visto al mismísimo diablo y a continuación ordenó encerrar asu esposa en una torre del castillo.Nunca se ha sabido qué fue lo que irritó o asustó tanto al monarca, aunque se ha especulado con que la novia pudiera sufrir algún tipo de hermafroditismo. Sea como sea, las cosas no le salieron bien al rey. Francia se encontraba en aquella época en estado de interdicción, la prohibición papal de comulgar y dar misas. Y se dio la fatal coincidencia de que el país fue sacudido por una hambruna y una epidemia. Los súbditos, supersticiosos y creyendo que era un castigo divino por el trato que el rey había dispensado a su mujer, se sublevaron. Felipe Augusto no tuvo más remedio que liberar a su mujer para calmar la ira del pueblo.
Hay lunas de miel y lunas de hiel, pero la de Atila, el rey de los hunos no es fácil calificarla. El célebre caudillo murió en su propio lecho conyugal en su noche de bodas, ahogado por su propio vómito; tal era la borrachera que había pillado durante la celebración. Sobre estas líneas, su muerte recreada por el pintor húngaro Ferrenc Paczka.
Alfonso XIII y Victoria Eugenia
Celebrada en madrid en 1.906, la boda real contó con un tercer protagonista que no había sido invitado al evento: un energúmeno llamado Mateo Morral. Este anarquista atentó contra los reyes al paso de la comitiva nupcial lanzando una bomba camuflada en un ramo de flores. Los soberanos se salvaron porque el paquete explosivo tropezo con el tendido eléctrico de la línea de tranvías y salió disparado contra el público, matando a más de treinta personas. Mateo Morral logró escapar del lugar del suceso. Días después se suicidó tras asesinar a un guardia civil que trataba de arrestarle.