13,58 centímetros de largo por 3,82 de diámetro. Éstas son las medidas de la ‘hombría’ española en su punto álgido –o sea, en erección–, según un reciente estudio de la Asociación Española de Andrología (Asesa). Aunque distan mucho de los 34,3 centímetros del mayor pene conocido hasta el momento, lo cierto es que son unas medidas que se encuentran dentro de la normalidad, sobre todo si tenemos en cuenta que, dejando a un lado los tan habituales alardes y fanfarronerías, sólo 5 de cada 1.000 penes españoles superan los 20 centímetros.
La importancia del tamaño
Sin embargo, cada vez son más los varones que recurren al médico preocupados por el tamaño de sus atributos, en línea con la tendencia experimentada en Estados Unidos en la última década. De hecho, una de cada 100 consultas se debe a esta cuestión a pesar de que el 44% de los que acuden tiene un pene normal e incluso superior a la media. Su perfil suele ser el de personas con problemas de autoestima y alteraciones en su comportamiento social y sexual. Al final, casi las tres cuartas partes de quienes realmente tienen un problema acaban iniciando algún tratamiento.
Además, las más de 19.000 llamadas recibidas en los últimos cuatro años interesándose por el aparato de tracción para el alargamiento de pene ‘Jes Extender’ parecen confirmar el deseo de muchos españoles por ganar unos centímetros.
Una preocupación –la del tamaño– que comienza a edades cada vez más tempranas. Sin llegar a los extremos del síndrome de Koro –’cabeza de tortuga’ en malayo, una enfermedad mental frecuente en Asia en la que el individuo cree que su pene va encogiendo hasta que desaparece en el interior de su cuerpo–, en nuestro país el 20% de los jóvenes de entre 12 y 17 años está acomplejado por el tamaño de sus atributos, llegando a sufrir depresiones que le llevan a encerrarse en su casa, según un estudio del sexólogo Vicent Bataller.
¿Por qué más grande?
Pero ¿a qué se debe esta ancestral preocupación? Básicamente, a la influencia que ejerce la cultura. En todas las sociedades de raíces patriarcales –el 95% de las existentes sobre el planeta– el falo tiene una gran relevancia como símbolo sexual, además de unas connotaciones extragenitales de dominación y poder. “Tradicionalmente ha sido motivo de culto, pues representaba la fertilidad y el placer masculinos”, comenta el sociólogo Erick Pescador. Hasta el punto de generar la corriente de pensamiento falocrática, según la cual el cuerpo del hombre está controlado por el pene y toda actividad se encamina a darle placer.
En Oriente, incluso, el culto fálico aún se practica en nuestros días: los hinduistas, por ejemplo, representan a Siva, su gran dios, con la figura de un enorme falo.
Funcionar con 7 centímetros
En cualquier caso, esta excesiva preocupación no deja de sorprender a los expertos, ya que el mínimo por debajo del cual se habla de micropene se sitúa en 7,1 centímetros en máxima extensión –que se corresponde con 8,2 en erección– y esto sólo afecta al 3% de los españoles. “Por debajo de estas cifras pierde su funcionalidad, en el sentido de que es díficil, y a veces imposible, que cumpla su función reproductiva. Esto se debe a los problemas de erección derivados de la baja autoestima y a que el semen no puede llegar a suficiente profundidad”, explica el doctor javier Ruiz Romero, coordinador del estudio de la ASESA y responsable de la unidad de Andrología de la Clínica Tres Torres, de Barcelona, y del Instituto Conceptum, de Tarragona.
¿Afecta al placer?
Queda claro que el tamaño puede afectar a la funcionalidad. Pero, ¿y al placer sexual? Sobre esto hay opiniones divididas. Ruiz Romero afirma que con tan ínfimas medidas “es complicado satisfacer a una mujer, no sólo por las dificultades de erección, sino porque –a pesar de que los cinco primeros centímetros de la vagina son los más sensibles y éstos se pueden estimular incluso con un dedo– un pene tan pequeño se sale con facilidad, lo que impide mantener un ritmo de penetración adecuado”.
Sin embargo, en opinión del sociólogo Erick Pescador “el tamaño no tiene nada que ver con el placer; un ejemplo de ello es que incluso existen técnicas de penetración sin erección –cuando el miembro es más pequeño y está blando– que resultan muy placenteras para la mujer”.
De todos modos, y por si sirve de consuelo, los penes grandes –que alcanzan en su apogeo más de veinte centímetros– tampoco se libran de disgustos: pueden presentar incompatibilidades con vaginas pequeñas que dificulten la penetración y suelen tener más problemas de impotencia y de erección. De hecho, existen miembros que necesitan movilizar ¡hasta medio litro de sangre! a la zona para ponerse a punto, lo que ocasiona a sus poseedores mareos e incluso pérdidas de conocimiento.
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