Imperato-McGinley, del Centro mé­dico de Cornell (EEUU), y Gautier, de la Universidad de Santo Domingo, descubrieron en un pueblo aislado de esta isla casos de niños con aspecto de niñas. Detectaron embarazos en un convento de monjas. Al principio culparon al jardinero, pero pronto supieron que a una novicia le había crecido el pene. Sufría, como otros, un defecto genético que impide la expresión del gen de la enzima 5-alfa-reductasa, que causa el desarrollo de genitales masculinos internos y femeninos externos. El falo se desarrolló en la pubertad.

Redacción QUO