Todos recordamos los casos de Ben Johnson , Marion Jones y otros muchos deportistas de élite cuya carreras se desplomaron por los abismos del descrédito por doparse. Pues bien aquí vamos a relatarles la historia de cinco individuos e individuas (aunque en alguno el sexo no está del todo claro) que deberían subir al podium de los tramposos apra recibir la medalla de oro al morro olímpico.
A este fulano se le conoce con el apodo de «El jinete fantasma», y desde luego que le encaja como un guante. En 1990, el hipódromo de Vinton en Loisiana estaba cubierto por una espesa niebla que debería haber obligado a suspender la carrera. Pero no se hizo y el ganador, contra todo pronóstico, fue nuestro «amigo» Sylvester Carmouche montando un jamelgo llamado Landing Officer. Pasada la sorpresa inicial, el jinete no tuvo demasiado tiempo para disfrutar de su triunfo ya que se descubrió que el muy pillo había permanecido oculto entre la niebla, bien quietecito, mientras los demás jinetes daban vueltas al hipódromo, y había emergido justo en el momento oportuno para llegar el primero a la meta.
Nació en Polonia aunque emigró a EE UU con su familia siendo una niña. Sus excelentes condiciones atléticas la llevaron rápidamente a destacarse en distintas pruebas y convertirse en la primera mujer en superar los 6.02 metros en salto de longitud. Con 21 años ganó la medalla de oro en los 100 metros en los Juegos de Los Ángeles en 1932. El fatídico desenlace de esta historia se produjo el 4 de diciembre de 1980 lejos de las pistas. Mientras hacía compras en un supermercado, un atracador entró en el local y se lió a tiros con todo el mundo matando a la deportista que tenía 69 años de edad. La autopsia sorprendió a propios y extraños ya que reveló que Stella poseía órganos genitales masculinos. Fue desposeída post morten de todas las marcas y medallas que había conquistado en vida.
Nacida en Bremen en 1918, los médicos no supieron si era niño o niña ya que sus órganos sexuales no se habían desarrollado por completo, y la acabaron registrando como mujer. Peor al llegar la adolescencia sus pautas de maduración se volvieron inequivocamente masculinas: le salió vello abundante en las piernas, no le crecieron los senos, y sus genitales se desarrollaron como propios de un varón. Oficialmente, a sus 17 años, Dora seguía siendo una mujer, aunque su cuerpo era un hombre. No obstante, su existencia llegó a oídos del Reich justo en el momento que buscaban a una mujer que pudiera batir a Gretel Bergmann, una saltadora de altura judía, a la que el régimen quería apartar d ela comeptición. Y encontraron a Dora, de 17 años, deportista incansable y con la musculatura de un hombre (hay que aclarar que los nazis ignoraban el tema de su confusión sexual). Tras competir en la Olimpiada de Berlín de 1936, en la que quedó calificada en cuarta posición, Dora siguió viviendo como mujer, y en 1938 fijó un récord del mundo en salto de altura durante el Campeonato de Europa de atletismo disputado en Viena. Saltó por encima de 1,70. Pero toda la farse acabó en el tren que la llevaba de regreso a Colonia. Un revisor la vio y la tomó por un travesti, lo que era delito en la Alemania nazi. Avisó a un sargento de las SS. Aunque Dora mostró su tarjeta de identidad e incluso la medalla que la acreditaba como campeona femenina de salto de altura, fue llevada ante la Policía. La sometieron a un examen físico que demostró que era un hombre. Dora estuvo ingresada en un sanatorio seis meses, le acusaron de fraude e iniciaron un proceso judicial que terminó determinando que Dora Ratjen no existía, ni había existido jamás. Se le adjudicó una nueva identidad (Heinrich Rajten) y se le retiraron todas las medallas y títulos que había ganado.
Damas y caballeros, les presentamos a un auténtico campeón del atletismo virtual. Participó en la maratón de la Olimpiada de 1904, celebrada en San Louis. Pero como los primeros catorce kilómetros le dejaron literalmente hecho polvo, su entrenador le recogió en su coche y le llevó durante los diecisiete siguientes. Eso si, como el vehículo se averió, el bueno de Fred tuvo el detalle de correr los restantes kilómetros el solito, llegando el primero a la meta donde fue felicitaod incluso por la hija del presidente de los EE UU Theodore Roosevelt. Hay que decir que aquella prueba debía de ser exclusiva para tramposos, ya que en segundo lugar llegó otro corredor, Thomas J. Hicks, que está cosniderado un pionero del dopaje. Este no se subió a ningún coche pero sobrellevó el esfuerzo de la carrera con una dosis de estricnina acompañada por un lingotazo de brandy. Menuda pandilla.
Oficial de ejército soviético, ganador de una medalla de plata en los juegos de Munich del 72… y adomás guapo. El colega Boris lo tenía todo para ser consideraod un auténtico nacional, pero tiró su prestigio a la basura durante la Olimpiada de Montreal en 1976. Boris participó en la modalidad de pentatlón, compuesta por cinco disciplinas, incluyendo la esgrima. Onischenko indicó un sistema que, mediante un cable dispuesto en su espada y un pulsador que colocado en su mano, le permitía iluminar la luz que registraba los aciertos. De esta manera tampoco limpia el ruso fue sumando puntos incluso cuando fallaba. Este tramposo, fue descubierto cuando Jim Fox, participante inglés, denunció que Onischenko lograba adquirir puntos sin tocarlo. Ante la protesta del británico, los jueces confiscaron la espada y minutos más tarde lo descalificaron tras comprobar el fraude. Bueno, al menos hay que reconocer que el muchacho tenía talento para la electrónica.