SER HUMANO

Neil Armstrong no fue el primero

Confieso que he escrito un titular completamente falso y engañoso. Es irrebatible que Neil Armstrong fue el primer hombre en pisar la Luna. En la vida real… se entiende. Pero en ese universo paralelo llamado ficción, hubo muchos héroes de la literatura, el cine y el cómic que llegaron a nuestro satélite antes que él. Así que vamos a repasar las hazañas de algunos de estos aventureros espaciales que, lamentablemente, salvo uno de ellos… jamás existieron.

Cyrano de Bergerac

Aunque cueste creerlo, Cyrano de Bergerac existió. Fue un soldado, poeta, dramaturgo y libertino francés del siglo XVII, convertido en héroe para la posteridad gracias a la obra de teatro que sobre su figura escribió Edmond Rostand. El auténtico Cyrano publicó varias obras entre ellas una titulada Historia cómica de un viaje a la Luna, en la que el protagonista (él propio autor) intenga llegar a nuestro satélite por los medios más disparatados. Primero lo intenta ciñendo a su cuerpo frascos de rocío, pero el Sol le atrae con tanta fuerza, que pasa de largo y acaba volviendo a caer en nuestro planeta. Finalmente, cosnigue su objetivo gracias a una máquina de hierro desde la que lanza al cielo un poderoso imán que la hace elevarse. Así, conforme va ascendiendo, Cyrano recoge el imán y lo vuelve a lanzar al aire elevando cada vez más su curiosa aeronave, hasta alcanzar por fin la superficie lunar. Por supuesto, el satélite está habitado por una civilización de selenitas que son cuadrúpedos, a diferencia de los animales lunares que andan todos sobre dos patas, motivo por el que inicialmente confunden a Cyrano con un avestruz.

Georges Melies

Vieja a la Luna, la primera película de ciencia ficción, rodada en Francia en 1902 y una auténtica joya del cine rebosante de encanto naif. Tras una conferencia de astrónomos, seis valientes científicos viajan a la Luna en un cohete con forma de bala de cañón. Durante su trayecto las estrellas (interpretadas por las bailarinas del Folies Bergere) coquetean con ellos y les guiñan sus ojos. Al llegar al satélite, en el que por supuesto se puede respirar sin problema, se encuentran con un selenita al que matan de un paraguazo. El resto de la tribu extraterrestre decide vengarse lo que obliga a los viajeros espaciales a volver a meterse en su bala de cañón y dejarla caer en dirección a la Tierra. Llevándose, eso si, a un selenita como rehén para mostrarlo en las convenciones científicas.

H. G. Wells

Publicada en 1905, Los primeros hombres en la Luna narra como al llegar la primera expedición tripulada a nuestro satélite, se encuentra con que sobre su superficie ondea una bandera británica. Investigando tan extraño suceso, se descubre que en 1899 dos joviales científicos ingleses llamados Cavor y Bedford ya habían llegado hasta allí en una cápsula que funcionaba con un nuevo mineral, la cavorita, que tenía la propiedad de anular la fuerza de la gravedad. Los viajeros descubren además una civilización que vive en túneles subterráneos. Hay que decir que fue Wells quien acuñó en esta historia el término selenitas para referirse a los habitantes de la Luna. La historia tiene un marcado tono humorístico. De hecho, finaliza cuando, de regreso a la Tierra, la cápsula espacial es robada por un gamberro que, al no saber controlarla, acaba perdido en la inmensidad del espacio.

Hans Pfaall de Rotterdam

La incomparable aventura de un tal Hans Pfaal es el título de uno de los relatos menos conocidos de Edgar Allan Poe. Para huir de sus numerosos acreedores, el protagonista decide escapar a la Luna y lo hace a bordo de un globo que funciona con un gas extraído del Azoe, cuya densidad es treinta veces menor que la del hidrógeno. Pfaal tarda diecinueve días en alcanzar el satélite donde, como no, conoce a los selenitas de rigor, que en este caso son unos tipos feos, frígidos y sin orejas, y que carecen del don de la palabra. Tras varios años viviendo en la Luna, Hans enviará a un selenita a la Tierra con un mensaje para las autoridades, solicitando que le indulten y le cancelen sus deudas a cambio de que él les revele todos los fabuloso secretos que encierra la siempre misteriosa Luna.

Johannes Kepler

El gran astrónomo escribió una obra de ficción titulada Sonmium Astronomicum, que sería publicada postumamente en 1634 por uno de sus hijos. El protagonista, llamado Duracotus, se queda dormido y en sus sueños es visitado por un demonio muy erudito y sabio que, utilizando la fuerza de un torbellino de viento, le transporta a la Luna. En esta ocasión, los selenitas keplerianos se dividen en dos razas, los pripolvani y los subvolvani. Los primeros se caracterizan por carecer de ano y de los segundos se dice que son los causantes de los cráteres lunares.

El Gun-Club

Aficionado como era a las ficciones para científicas, el gran Julio Verne no podía dejar pasar la oportunidad de relatar un viaje espacial, y lo hizo en una novela dividida en dos partes, De la Tierra a la Luna y y Alrededor de la Luna, publicadas en 1875. Sus protagonistas son los miembros del Gun-Club, un grupo de fabricantes de armas que han construído el cañón más poderoso del mundo para las tropas nordistas de Abraham Lincoln. Finalizada la guerra de secesión, deciden utilizar ese mismo cañón para disparar un proyectil que llegue a la Luna. Pero fracasarán en su primer intento, ya que en lugar de alcanzar su objetivo, el proyectil acaba convertido en una especie de satélite que orbbita alrededor de la Luna. En la segunda parte de la novela, dos de los miembros del Gun-Club, ayudados por el científico francés Michel Ardan, fabrican un cañón más poderoso aún y viajan así a la Luna a bordo de un cohete con forma de proyectil, triunfando esta vez en su misión. Aunque cientificamente Verne se permitió todo tipo de licencias, al menos tuvo el acierto de reflejar una superficie lunar muy semejante a la real y de evitar la aparición de los hasta entonces inevitables selenitas.

Una mujer en la Luna

Así se tituló la última película muda del genial Fritz Lang pero que, paradojicamente, no se encuentra entre sus mejores obras. Rodada en 1929 cuenta como, paralelamente a los preprativos de la primera expedición tripulada a nuestro satélite, un grupo de magnates que están convencidos de que en la superficie lunar hay oro, roban los planos del cohete para chantajear a los científicos y obligarles a que incluyan en la misión a uno de sus hombres. El detalle más original en el filme es el hecho de que la expedición esté ldierada por una científica femenina. Pero el resto del filme se entretiene demasiado en los preparativos de un viaje espacial que, visto hoy, resulta totalmente acientífico. Siendo el detalle más disparatado el hecho de que los protagonistas se paseen por la superficie lunar vestidos con ropas de calle y sin escafandras de ningún tipo. Eso si, el maestro Lang se apuntó un tanto irrebatible. Fue en esta película donde se inventó el concepto de cuenta atrás, usado como elemento dramático para la escena del lanzamiento del cohete. «Nos dimos cuenta de que si contábamos desde el uno, el espectador no sabría nunca cuando iba a finalizar la cuenta atrás, porque ésta podría terminar al llegar al diez o ser infinita. En cambio, comenzando desde el diez, solo podía acabar al llegar al cero, lo que reforzaba el efecto dramático de la escena», relató el propio Lang años después.

Orlando Furioso

En el famoso poema épico de Ludovico Ariosto, el héroe, Orlando, enloquece por los celos después de que su amada Angélica se case con un rival. Para curarle, su amigo Astolfo viaja a la Luna a lomos de un hipogrifo y guiado por el apostol San Juan, para recuperar una botella en la que se encuentra encerrado el juicio que ha perdido Orlando.

Barón de Münchhausen

Este curioso y carismático personaje, creado en 1875 por el escritor Rudolf Erich Raspe, era un mentiroso compulsivo. Y entre las numerosas trolas que jalonan sus aventuras figura la de haber viajado a la Luna ¡en dos ocasiones! Nada más y nada menos. En la deliciosa novela que narra sus aventuras, Münchhausen y varios personajes más escapan de una ciudad asediada por los turcos en un globo con forma de barco, cuya vela está fabricada con ropa interior femenina, y que funciona usando como combustible unas habichuelas mágicas. Así, la expedición llega a la Luna donde se encuentran con los selenitas de turno, que en esta ocasión son unos seres que poseen la facultad de quitarse la cabeza cuando lo deseen. Y es entonces cuando los compañeros de viaje del protagonista descubren que el Barón ya había estado allí anteriormente y que el Rey de la Luna desea vengarse de él porque en su anterior viaje sedujo a su esposa. Finalmente, Múnchhausen y sus amigos regresarán a la Tierra descolgándose a través de una gigantesca cuerda.

Tintín

Tintin, Haddock, Tornasol y Hernández y Fernández, los inolvidables personajes creados por Hergé también viajaron a nuestro satélite en una aventura publicada en dos volúmenes, Objetivo la Luna y Aterrizaje en La Luna. Llegaron a las librerías en 1953, tres antes del lanzamiento del primer satélite Sputnik, y quince del primer alunizaje real. Pese a tomarse las lógicas libertades narrativas, Hergé se documentó ampliamente para escribir y dibujar esta colosal aventura, dando como resultado un cómic que, pese a algunos errores científicos aislados, resulta ser bastante riguroso. La forma en como refleja el lanzamiento del cohete y las sensaciones físicas que experimentan sus tripulantes, los efectos de la falta de gravedad… se ajustan muchísimo a la realidad. Y todo sin perder un ápice del encanto que debe de tener una fantasía de ficción. Además, junto con Verne, Hergé fue uno de los pocos creadores que no se sometió a la tentación de mostrar la Luna poblada por alguna extravagante civilización.

Vicente Fernández López

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