Conocer en persona a un astronauta que ha pisado la Luna no es algo que ocurra todos los días. Por eso, cuando hace unos meses se me presentó la ocasión de saludar a Neil Armstrong y Buzz Aldrin, durante la celebración en Tenerife del Festival Starmus, me acerqué a ellos, armado con libreta y bolígrafo, y les pedí un autógrafo…

El resultado, lamentablemente, fue negativo. “Lo siento, no firmamos autógrafos”, me respondieron. La razón la conocí más tarde, y es que cada una de sus firmas se cotiza muy alto en el mercado de los cazadores de autógrafos, una trastienda oculta en la que se llegan a pagar cifras realmente desorbitadas por apenas unos esbozos en papel de algunas celebridades.

El caso de Armstrong es aún más significativo, puesto que su carácter introvertido nunca le ha permitido sentirse cómodo con la enorme fama que consiguió al pisar la Luna. Desde entonces son contadas sus apariciones públicas, y tras pasar por una etapa de docencia en la Universidad de Cincinnati, decidió retirarse de la escena a su granja en Ohio.

A mediados de la década de 1990, Armstrong supo por la prensa que sus autógrafos, muchos de ellos falsos, se estaban subastando en internet por miles de dólares, y desde entonces decidió no volver a firmar ninguno… Lo que, evidentemente, hizo que el valor de sus rúbricas se elevara aún más, con la consiguiente alegría de los afortunados que aún conservan uno de ellos.

En abril del año pasado, la casa de subastas Bonham puso a disposición del público un lote con 294 objetos relacionados con la carrera espacial. Uno de los autógrafos de Neil Armstrong, junto a su famosa frase “Un pequeño paso para el hombre, un gigantesco salto para la Humanidad”, alcanzó la respetable cifra de 152.000 dólares.

Aún hoy se pueden conseguir, en webs de subastas especializadas en autógrafos, algunas de las fotografías oficiales de cada uno de los participantes de la misión que llevó por primera vez al hombre a la Luna. La puja mínima por una de aquellas imágenes con la rúbrica de Neil Armstrong comienza en 2.600 libras esterlinas.

MILLONES DE DÓLARES POR UNA FIRMA

Existe un amplio mercado al alcance de los coleccionistas más exquisitos, siempre que dispongan, eso sí, de una holgada cuenta corriente. Hay webs y plataformas (como America’s Authograph Auction) dedicadas exclusivamente a las subastas de autógrafos y en donde se debe distinguir, sobre todo a la hora de ver precios, entre personalidades fallecidas y famosos que aún viven. Entre los autógrafos más cotizados podemos encontrar un cóctel formado por personalidades de las letras, presidentes de Estados Unidos, actores de cine, cantantes y artistas.

En la cumbre encontramos a William Shakespeare. A pesar de ser el autor de tantas y tantas obras literarias, lo cierto es que solo se han conservado hasta nuestros días seis manuscritos firmados de su puño y letra. Una de sus rúbricas consiguió elevar la puja hasta los cuatro millones y medio de libras esterlinas, lo que lo convirtió, por el momento, en el autógrafo más caro del mundo.

El siguiente puesto en esta exclusiva lista corresponde a la firma del presidente Abraham Lincoln, que llegó a alcanzar los 3,4 millones de dólares, con el añadido de encontrarse en una emotiva carta en respuesta a unos niños que le solicitaban que pusiera fin a la esclavitud. Los músicos tampoco se quedan atrás en este extravagante mercado de valores. Mark Chapman, el asesino de John Lennon, consiguió que el beatle le firmara su último disco, Double Fantasy. Años más tarde, en 2003, esta macabra reliquia alcanzó en subasta el impresionante precio de 525.000 dólares, por lo que se convirtió en el disco musical más caro de la historia. Jimmy Hendrix, Elvis Presley, Frank Sinatra y Jimmy Page (a pesar de estar aún vivo) son los más buscados por sus incombustibles fans, que en algunos casos han llegado a pagar más de 50.000 dólares por simples fotografías firmadas.

¿Y EN LA CIENCIA? ¿TAMBIÉN HAY CIENTÍFICOS ESTRELLA?

Si abrimos bien los bolsillos para aumentar nuestra colección de autógrafos científicos, el abanico de posibilidades es extremadamente amplio y, como si de obras de arte se trataran, las pujas se elevan conforme vamos retrocediendo en el tiempo. Desde tablas de cálculo escritas de puño y letra por el mismísimo Galileo hasta ejemplares manuscritos del naturalista Darwin, pasando por correspondencia de Einstein y bocetos de patentes firmadas por Edison.

 Cualquier rúbrica o texto impreso de manos de sus auténticos autores puede llegar a convertirse en un valioso objeto de coleccionista; y si además añadimos antigüedad a esta firma, las cifras se disparan.

Pero si tenemos que citar el récord conseguido en una subasta por un texto manuscrito original, el ganador absoluto es, como no podía ser de otra manera, Leonardo da Vinci. El renacentista italiano, al igual que en sus obras pictóricas, rompe casi todas las marcas cuando se trata de obras de astronomía, física o ciencia en general. A finales de 1994, uno de sus manuscritos científicos alcanzó la meteórica cifra de 30,8 millones de dólares en una subasta realizada en Nueva York por la archiconocida casa Christie’s.

Se conoce como el Códice Hammer, puesto que perteneció al magnate americano del petróleo Armand Hammer hasta su muerte en 1990. El manuscrito consta de 72 páginas enriquecidas con más de 360 ilustraciones del propio Da Vinci y es una completísima obra que abarca disciplinas tan amplias como astronomía, geografía, hidráulica e ingeniería. En ella muestra bocetos sobre submarinos, artefactos voladores, máquinas de guerra y todo tipo de invenciones solo imaginables en esa época por el genio italiano.

Nos encontramos ante el único manuscrito de Leonardo da Vinci que está en posesión de un particular. En este caso, la creación científica y tecnológica escrita por el genio italiano pasaba de manos de un antiguo magnate del petróleo a otro más moderno, puesto que el flamante ganador de aquella histórica subasta no fue otro que el multimillonario de la informática Bill Gates.

 Sin entrar a fondo en el amplísimo mundo de las primeras ediciones y colecciones de libros antiguos, no podíamos dejar este apartado sin mencionar los más de dos millones de dólares que alcanzó una copia de la obra maestra de Nicolás Copérnico: De Revolutionibus Orbium Coelestium, subastada junto con otras primeras ediciones de obras históricas, como el Diálogo de Galileo, vendido por 104.500 dólares, y El origen de las especies de Charles Darwin, que se cotizó al alza y llegó a rozar los 200.000 dólares.

EINSTEIN, EL REY MIDAS DE LAS SUBASTAS

Si ha habido un científico realmente mediático, ese ha sido el físico Albert Einstein. Su revolucionaria teoría de la relatividad le lanzó en su tiempo a un estrellato solo imaginable para estrellas de cine y cantantes. Uno de los pocos científicos que logró convertirse en un mito perseguido por la prensa y los admiradores. Su imagen es uno de los iconos más reconocibles del siglo XX, y actualmente, casi cualquier documento, objeto o recuerdo suyo alcanza precios récord en las subastas.

En marzo de 1996, la firma Sotheby’s subastó uno de los documentos más importantes de la historia de la ciencia: el primer original de la teoría de la relatividad de Einstein. Un manuscrito de 72 páginas que había sido adquirido nueve años atrás por un comprador anónimo por 1,2 millones de dólares y que en esta nueva subasta esperaba conseguir entre 4 y 6 millones de dólares. No obstante, la sorpresa saltó cuando la casa de subastas decidió retirar el texto de la puja porque estimó que las ofertas recibidas no se adecuaban a lo esperado.
A pesar de este chasco, el científico sigue levantando expectación cada vez que cualquiera de sus textos manuscritos aparece en algún lote.
Basta mencionar la venta que tuvo lugar en Londres en mayo de 2008 de la misiva que Albert Einstein envió al filósofo Eric Gutkin, en la que calificaba la religión como “una superstición infantil” y que, junto a otra carta enviada a Morton Berkowitz, aclara muchas dudas sobre la opinión del físico sobre la religión.

 Por esta carta, escrita el 3 de enero de 1954 (y en la que Einstein afirmaba que: “La palabra de Dios no es más que la expresión y el fruto de la debilidad humana, y la Biblia, una colección de honorables leyendas primitivas”), se llegó a pagar 260.000 euros.

Además, 53.000 euros ha sido el precio de una sola firma impresa del físico en una de las nueve copias originales de su famosa fotografía sacando la lengua, tomada en 1951, el mismo día en que cumplía 72 años. La locura por las “reliquias” de Albert Einstein llegó a su apogeo el 16 de octubre de 2008 con los asombrosos 596.000 dólares en que se vendió su reloj, un modelo de 1929 fabricado en oro.

Y es que del genio de la relatividad vale casi todo… y todo muy caro.

 Pocos físicos pueden igualar la expectación que produce Albert Einstein, aunque en la actualidad contamos con un curioso caso de científico muy cotizado, a pesar de seguir con vida. Recordemos que, como en el caso de los pintores, las firmas suelen revalorizarse cuando su protagonista fallece. Sin embargo, en el supuesto de Stephen Hawking, y debido a que su esclerosis lateral amiotrófica le impide escribir, sus autógrafos son realmente difíciles de encontrar, y su precio se eleva cada día que pasa. Se han llegado a pagar 1.590 libras por uno de ellos, de finales de 1979, época en la que el físico ya comenzaba a dar signos visibles de dificultad articular. En años más recientes, se subastó la posibilidad de compartir la experiencia de “levitar” junto al profesor Hawking en uno de los aviones Zero-G. Los ganadores tuvieron que pagar 75.000 dólares por vivir aquel histórico vuelo.

PIEZAS DE COLECCIONISTA

Las casas de subastas también hacen su particular agosto sacando al público objetos científicos, curiosidades históricas y hasta elementos llegados de otros mundos. En este apartado también se suman a la puja instituciones, fundaciones y museos que cuentan en sus presupuestos con un fondo destinado a adquisiciones. Un exclusivo mercado que mueve al año millones de dólares y que tiene a la célebre casa de subastas Christie’s como una de las más activas.

 En el apartado Travel, Science and Natural History de su web hay objetos científicos subastados en los últimos años, y podemos comprobar que tanto telescopios como microscopios tienen un lugar muy destacado. El récord en esta sección lo mantiene desde 1999 uno de los primeros microscopios compuestos construidos por el laboratorio del duque de Chaulnes en el siglo XVIII, que alcanzó las 991.500 libras. Entre las curiosidades que se pueden subastar podemos citar casi de todo. Se han expuesto a venta pública desde muchas de las primeras cámaras de la incipiente fotografía de hace dos siglos hasta algunas de las bombillas originales fabricadas por Edison, pasando por curiosos lotes que incluían las botellas de whisky de la expedición a la Antártida del capitán Scott.

El auge de este mercado ha llegado a tal punto que las subastas más insólitas han sido de meteoritos. La más célebre la realizó la casa Bonhams en Nueva York, y se pagó 123.000 dólares por un fragmento encontrado en Siberia. En esa ocasión se pusieron a la venta 50 lotes de meteoritos, algunos con miles de años de antigüedad; y aunque el objeto estrella, valorado en más de un millón de dólares, no llegó a venderse, sí se consiguió un extraordinario precio, 83.000 dólares, por un buzón de correos golpeado en 1984 por un meteorito en Estados Unidos.

Merchandising lunar

En enero de este año, la NASA realizó una gran subasta en la que se pagaron 40.000 dólares por una de las banderas que viajaron a la Luna con el Apollo XI, firmada por sus tres ocupantes: Armstrong, Aldrin y Collins. Entre los lotes de esa misma subasta, y con los autógrafos de todos sus protagonistas, estaba también el calendario de Playboy que, a modo de broma, viajó en la misión Apollo XII.

Einstein ¿impagable?

La carta firmada por Einstein en
la que dejaba bien claro su desinterés por
la religión se vendió por 260.000 euros.

Shakespeare por millones

La firma del dramaturgo británico se vendió por casi cinco millones de dólares. Los expertos consideran que un manuscrito autografiado de alguna de sus obras podría superar los diez millones.

El último autógrafo de Hawking

El autógrafo que Stephen Hawking firmó en el programa de la celebración para elegir al Hombre del Año en 1979. Ha sido la única rúbrica del científico que ha  salido a subasta.

El códice Hammer de Leonardo

Este excepcional documento escrito por Leonardo da Vinci combina los temas científicos con anécdotas autobiográficas y relatos de algunos de sus viajes. Durante muchos años perteneció a la familia del magnate Armand Hammer, y en 1994 Bill Gates lo compró en una subasta por un precio astronómico: más de 30 millones de dólares.

Sue, una joya de dinosaurioE

Así se llama este esqueleto de Tyrannosaurus rex vendido en 1997 por 8,3 millones de dólares a un museo de Chicago.

El nido más caro

Este nido de huevos de dinosaurio, descubierto en China, fue subastado por 420.000 dólares.

Prehistoria cool

Un empresario parisino se dio el capricho de gastarse 300.000 euros en comprar este esqueleto de mamut siberiano, para impresionar a sus amistades.

Un millón de dólares

Un millón de dólares fue la cantidad pagada por este esqueleto de Allosaurus.