Desde chapines del siglo XV hasta los Manolo Blahnik y Ferragamo más espectaculares, el museo newyorkino reúne en Killer Heels: The Art of the High-Heeled Shoe, los modelos de zapatos más originales e imposibles de calzar para el común de los mortales. Hasta el 15 de febrero.
Durante siglos, el calzado ha sido un signo de identidad en las culturas asiáticas. Cuando la minoría manchú llegó al poder en China en 1644 (dinastía Quing, 1644-1911), prohibieron a sus mujeres calzar como la mayoría de las chinas, para quienes los pies vendados eran signo de elegancia femenina. En cambio, las mujeres manchúes se distinguieron por el uso de estos zapatos de plataforma, lo que les obligaba a dar pasos cortos y marcaba unos andares al gusto de la cultura manchú.
Este modelo, bautizado como Printz, formó parte de la colección de debút de este diseñador y ya son considerados un mito entre las adictas a los zapatos. ¿Su gran apuesta? Un tacón de metal de 16 centímetros sólo apto para mujeres sin vértigo.
La punta de los pies, diminutos al gusto de la época, asomaban por debajo de las faldas voluminosas que llevaban las damas en 1753, el año del que datan estos zapatos. Los eruditos creen que el zapato de tacón se originó en Persia, donde los soldados de caballería llevaban botas de tacón para sujetarse bien a los estribos de sus caballos. Los aristócratas de finales del siglo XVI los llevaban por su exotismo y a principios del XVIII eran símbolo de irracionalidad. Entonces los hombres los abandonaron y fueron las mujeres quienes los adoptaron como símbolo femenino.
Conocidos como chapines, estos zapatos de plataforma de corcho o madera, exquisitamente decorados, estuvieron de moda en la Europa de los siglos XV y XVI. Su objetivo era mantener la ropa de las mujeres a salvo de las calles sucias, no en balde algunos llegaron a los 20 centímetros de alto. También, según estudios recientes sugieren que fueron un símbolo de riqueza y estatus. De hecho fueron satirizados por autores del Siglo de Oro como Cervantes y o Quevedo.
De la colección 2012-2013 del nipón Noritaka Tatehana, el creador de zapatos de cabecera de Lady Gaga, los Atom desafían a la gravedad desde una plataforma de 15 centímetros sin tacón.
Las Flame Wedge Sandals de Prada de la imagen pertenecen a la colección 2012 de este diseñador que creó inspirándose en las curvas y los colores de los Cadillac clásicos. De hecho, su estética encajaría perfectamente en el estilismo de Olivia Newton Jonh en Grease.
Diseñadores como Salvatore Ferragamo, Roger Vivien y Herman Delman pusieron de nuevo de moda los tacones de infarto en la década de 1930. Ferragamo diseñó estas sandalias arco iris en 1938 inspirándose en los colores de los musicales americanos de la época. Un año después, Judy Garland cantó Over the Rainbow en El Mago de Oz y, desde entonces, este diseño se asocia a ella.
«Yo quería hacer un zapato con un tacón invisible. Miré hacia abajo y allí estaba… La pata de la silla Eames en la que estaba sentado. ¿Qué pasa si el talón no pretendió ser una parte de la zapatilla, pero sí de sus alrededores? «. Esta reflexión fue lo que llevó a Rem D. Koolhaas de United Nude a crear sus Eamz (en la foto) en 2004.
Este modelo llamado Unicorn Tayss, diseñado por Walter Steiger para su colección de primavera 2003 está realizado en materiales «de cacería»: marfil en el tacón y piel en la horma.
Winde Rienstra utiliza materiales sostenibles y naturales para crear sus zapatos, verdaderas esculturas que ella misma describe como en el límite entre la ropa y objetos de arte. El de la imagen, el Bamboo Heel (2012), está realizado en esta madera y plástico.