Gozar es el fin, disfrutar, sentir, sacarle el jugo al sexo, rendirse a él. Y para conseguirlo, hacemos de todo. Desde bebernos brebajes con base de reptiles hasta encomendarnos a la diosa milagrera de los ciberanuncios sexuales. Pero hay también quien, con más sensatez, habla de las hormonas como la solución eficaz. “La testosterona puede ser útil, y no cabe duda de que es la guinda de la estimulación sexual, pero hay que tener cuidado porque también tiene efectos secundarios”, explica Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención de Sexología. “Hace veinte años existía un compuesto de Schering basado en estrógenos con una pequeña parte de andrógenos. Yo lo recomendaba a las pacientes que acudían a mi consulta para paliar los efectos de la menopausia, pero el fabricante alertó de que podían provocar hirsutismo. Empecé a prescribir un fármaco alternativo. De mo­mento toda iba bien, pero al poco tiempo las mujeres comenzaron a volver, y no para alabar el nuevo preparado, sino para quejarse: querían “la marcha” que les daban las primeras inyecciones… a pesar de la barba”. Ahora, los laboratorios han vuelto a la carga con tratamientos menos agresivos, como los parches de testosterona (Procter & Gamble) en un intento de paliar la “pérdida de alegría” que, a partir del climaterio, se produce en las mujeres. En combinación con otras hormonas, puede hacer maravillas. “Si administras estrógenos a mujeres con un deseo sexual mermado”, explica James Pfaus, investigador del Centro de Estudios en Neurobiología de la Universidad Montreal, en Canadá, “no les restituirás el deseo. Si les das solo testosterona, aumentarás algo su apetito sexual. Pero si les suministras los dos juntos, lograrás un incremento importante. Algunas investigaciones indican que el papel de la testosterona en el mundo femenino tiene funciones diversas: viaja hasta el hígado, mientras que el estrógeno queda libre para hacer una incursión al cerebro y poner en marcha los mecanismos de atracción sexual. ¿Quién no ha oído que el sexo está en la cabeza? “El deseo es algo más que una inyección”, matiza Manuel Lucas. “Lo más importante para la mujer es sentirse deseada, y eso no lo arregla la testosterona”

Redacción QUO