Los jóvenes han popularizado el nombre de burundanga para designar cualquier brebaje o sustancia hipnógena usada con el fin de controlar y someter a una persona y transformarla en víctima, casi siempre de agresiones sexuales. Y en su nombre, se intenta a menudo justificar embarazos no deseados y algunos actos sexuales que tienen lugar bajo los efectos del alcohol u otras sustancias, de acuerdo con algunas investigaciones policiales y judiciales del sur de España.
Según el doctor Carlos Damin, director de Toxicología del Hospital Fernández, en Argentina, los primeros habitantes de América prosiguieron con sus costumbres religiosas utilizando las nuevas plantas que les proveía el nuevo ambiente. Casi todas ellas contienen escopolamina. Se absorbe muy bien en el tracto gastrointestinal y es por vía oral como más frecuentemente se administra a las víctimas en dulces, chocolates o bebidas como gaseosa, café y licores. Debido a su mecanismo de acción, su permanencia en estómago puede ser prolongada. El simple contacto con alguna presentación en forma líquida o en polvo no produce, sin embargo, manifestación o síntoma.
La escopolamina al ser absorbida ocasiona lo que se llaman sumisión química, un estado de pasividad completa de la persona: recibe y ejecuta órdenes sin oposición, desapareciendo los actos inteligentes de la voluntad. En algunas personas puede causar, según Damin, desorientación, excitación psicomotriz, alucinaciones, delirio y agresividad. En dosis muy altas produce convulsiones, depresión severa y coma. El efecto máximo se alcanzaría de una a dos horas después de la absorción y cedería paulatinamente, aunque la sintomatología se mantiene varias horas. En lo que sí coinciden diversos estudios es que no puede adormecer en segundos a una persona. “No existe sustancia que espolvoreada genere un efecto tan inmediato”, concluye Damin.