En pocos años, meditar se convertirá en una actividad indispensable, como es hoy hacer ejercicio, ducharse y visitar anualmente al dentista”, dice Dan Harris. Este periodista estadounidense encontró una vía para superar su vuelta a la realidad occidental tras ser reportero de guerra en los conflictos más crueles. Con la ayuda de expertos, Harris logró rehacer su vida, abandonar las drogas que consumía para olvidar el pasado y escribir un libro que se ha convertido en todo un éxito: 10% Happier. ¿Es poca mejora? ¿Mucha? Depende. Es como el dinero, no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla.
Hace más de treinta años, la meditación –y otras prácticas basadas en ella, como el mindfulness, el yoga, etc.– empezó a estudiarse desde un punto de vista científico para evaluar sus efectos sobre el organismo. Jon Kabat-Zinn, un médico-biólogo neoyorquino, fue el primero que se aproximó de una forma profesional al tema tras experimentarla de la mano de Philip Kapleau, un misionero zen conferenciante en el MIT. La Clínica de Reducción de Estrés, dentro del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts que fundó Kabat-Zinn en 1979, fue el pistoletazo de salida para decenas de investigaciones sobre los verdaderos beneficios de esta práctica. Allí, implantó un programa para enfermos crónicos que tuvo gran éxito a nivel terapéutico. Decenas de estudios lo siguieron gracias a los avances de la neuroimagen y el procesamiento computerizado de las señales electroencefalográficas.
Mucho que ganar
Por primera vez en la historia de la humanidad, podía saberse qué ocurría en el cerebro cuando meditamos. Y lo que pasa es mucho. La meditación contribuye a controlar y manejar las emociones porque incide sobre la corteza prefrontal, un área que ayuda a resolver los conflictos humanos entre las decisiones racionales y emocionales. Influye en tu vida, en tu bienestar, en las relaciones con los demás, en tu día a día. Imagina, por ejemplo, un atasco. Puedes enervarte por las retenciones, la pérdida de tiempo y el malestar general o tratar de utilizar lo que enseña la meditación para vivirlo relajadamente. ¿Por qué no centrar tu atención en los pilotos del coche precedente y en tu respiración? ¿Qué tal si te centras en la música que estás escuchando hasta que el tráfico se reanude? Reducir el nivel de estrés es una de las principales consecuencias de la meditación. Te permite encarar los pequeños conflictos diarios con tranquilidad, obviando lo superfluo y analizando lo que importa.
Refuerza el sistema inmunitario y la capacidad de concentración
Así lo demostró Richard Davidson, un neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Wisconsin. Davidson estudió durante ocho semanas la actividad cerebral de 25 sujetos sometidos a un programa de reducción de estrés basado en prácticas meditativas y llegó a la conclusión de que había mayor activación cerebral del hemisferio izquierdo, es decir, con una actitud positiva o negativa ante la vida. Pero, ¿qué se siente cuando se practica? “Que uno está más tranquilo”, explica Vicente Simón, psiquiatra (www.mindfulnessvicentesimon.com) y autor del libro Aprende a practicar mindfulness. “Las cosas te afectan menos, se está menos estresado… A largo plazo, empiezas a ver las cosas de otra manera. Es una forma de ser, un cambio fundamental en la vida de una persona”. Consiste en ser consciente del momento, de lo que se está viviendo, de potenciar la capacidad de concentración. Evita la dispersión en la mente del estudiante, elimina el impacto del vocerío en el atleta de élite y aísla al cirujano ante una operación vital.
Un estudio de la neurocientífica Julie Brefczynski-Lewis demostró que la activación de las redes neuronales relacionadas con los mecanismos de atención sostenida era mayor en los individuos con experiencia meditativa. Y no solo eso, sino que todas las áreas cerebrales implicadas en el proceso se reforzaban anatómicamente. Tanto, que el mundo de la empresa, ávido siempre de mejorar rentabilidades y procedimientos, ha empezado a adoptar este tipo de prácticas en sus sedes. Los ejecutivos ya no hablan de cuentas de resultados, ventas y beneficios junto a la máquina del café, sino de relajación, yoga y mindfulness.
La felicidad es muy rentable
Un empleado contento es más productivo, trabaja con mayor rapidez y es más eficiente en la toma de decisiones, según los manuales de la rentabilidad empresarial. Lo saben en Be-Up, Goldman Sachs, Bank of America…, donde ya ha aplicado programas de meditación. Y lo saben también en la todopoderosa Google. Allí, Mario Galarreta, un neurocientífico español que lleva veinte años estudiando el cerebro, imparte cursos de mindfulness que tienen una lista de espera de varios meses. Ayudar a gestionar mejor las situaciones de ansiedad, ejercitar la mente, favorecer la capacidad de concentración, de liderazgo y de creatividad son algunas de las bondades que los ingenieros y técnicos de la multinacional encuentran en sus sesiones. “El mindfulness no está reñido con el capitalismo”, dice David Gelles, autor del libro Mindful Work. “Es más, ayuda a tomar decisiones de forma más certera y sin estar condicionado por la presión laboral o financiera”. En España también hay iniciativas en este sentido, como el Curso Mindfulness que ha lanzado la revista Emprendedores. Enfocado a profesionales, prepara para afrontar los retos de la vida empresarial.
Menos absentismo laboral
En la compañía de seguros de salud norteamericana Aetna ya lo han comprobado. Más de 13.000 trabajadores han seguido alguno de los programas de meditación que llevan implantando desde el año 2011. Según sus datos, esta iniciativa les ha permitido aumentar 3000 $ la productividad de cada empleado y lograr ahorros de 2000 $ en costes sanitarios por trabajador. Y no solo por el bienestar que producen estas prácticas, sino por la relación directa que existe entre meditación y salud.
La meditación no está reñida con el capitalismo: aumenta la productividad de los trabajadores
El neuropsicólogo Richard Davidson lo demostró suministrando una vacuna antigripal a un grupo de voluntarios meditadores y no meditadores. Entre la cuarta y la octava semana, los investigadores sometieron a diferentes análisis a todos los participantes del experimento, para valorar las condiciones del sistema inmunitario de cada uno de ellos. Constataron que todos los participantes habían experimentado un incremento de los niveles de anticuerpos; es decir, de aquellos capaces de luchar contra agentes patógenos, pero que el aumento había sido mayor en los meditadores.
“Estos hallazgos no representan más que un comienzo en el estudio de una relación que puede resultar muy fructífera: la posibilidad de influir en el sistema inmunitario a través de la meditación”, explica el psiquiatra Vicente Simón. “Dada la trascendencia de los mecanismos inmunitarios en el mantenimiento de la salud y el elevado número de patologías, es obvio que se abren interesantes nuevas vías terapéuticas”.
Pero si es tan buena para todo, ¿por qué no se prescribe en el conjunto de ambulatorios de la Sanidad pública? “Podría ser de utilidad”, opina el neurólogo Pablo Irimia, responsable de Comunicación de la Sociedad Española de Neurología. “Si el paciente pregunta sobre la posibilidad de hacer meditación, la respuesta es sí. Ahora bien, la medicina tiene que dar respuesta a preguntas concretas y saber si es eficaz para tratar una determinada patología. De momento, nadie ha demostrado que lo sea. Por eso no se recomienda. No quiere decir que sea mala o tenga algún tipo de perjuicio, pero los médicos debemos prescribir terapias evaluadas y comprobadas. Por supuesto que la neuroimagen ha evidenciado que activa algunas áreas del cerebro, ¿pero significa eso que tiene un beneficio inmediato sobre una enfermedad concreta?”, cuestiona Irimia, y concluye: “Más que una alternativa, es algo que podría añadirse al tratamiento tradicional, como un plus para aportar mejoría, sobre todo en aquellos pacientes en los que la cronicidad del dolor se relaciona con la ansiedad”.
Las investigaciones llevadas a cabo por científicos del Wake Forest Baptist Medical Center, en Carolina del Norte, Estados Unidos, han demostrado la mayor efectividad de la meditación respecto a placebos. A 75 voluntarios se les aplicó sobre la piel una sonda que elevó la temperatura dérmica hasta los 49ºC, un umbral considerado insoportable para muchos. Los meditadores registraron una reducción del dolor de un 27%, frente a un 22% que ofrecen los tratamientos con morfina. Por su parte, los que fueron tratados con una crema placebo informaron de una disminución de las molestias de un 11%. En el primer grupo –sostiene en su estudio Fadel Zeidan, autor del trabajo– se constató, además, una actividad mayor de las zonas relacionadas con la atención y el control cognitivo, a la vez que durante la meditación se desactivaba el tálamo, una estructura cerebral que participa en la percepción del dolor y su fisiopatología.
Cuándo sí y cuándo no
¿Es siempre recomendable? “Es contraproducente en trastornos psicóticos: la meditación puede llevar al paciente a situaciones de mayor psicosis, delirios y alucinaciones. Pero es muy aconsejable en los trastornos depresivos, de ansiedad, de personalidad e incluso en los de la conducta alimentaria”, explica Marina Díaz, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, donde ya se prescribe esta práctica como parte de algunos programas de la Seguridad Social. “Es decir, en todas aquellas patologías en las que hay una elevada ansiedad y una falta de reflexión. El tratamiento va asociado a fármacos y otros tipos de terapia, pero en seis meses –mucho antes en depresión– se pueden obtener resultados.”
Es más eficaz que la morfina para combatir los dolores agudos
El interrogante ahora es si todo esto no estará sobrevalorado. Hay quien dice que los estudios no son concluyentes, que los beneficios resultan difíciles de cuantificar y que las evidencias obtenidas se deben a la profesionalidad de los meditadores de las investigaciones. Puede que tenga razón… o no. Por eso, lo mejor es que la incertidumbre te coja meditando.
1000 horas para ser un experto
Cuánto tiempo hace falta para ser un buen meditador? No se mide en número de sesiones, sino en tiempo. Los expertos aseguran que entre 1000 y 2000 horas son suficientes para tener un cierto nivel, pero los verdaderos profesionales superan con límites este mínimo. Eso quiere decir que si todos los días, incluidos fines de semana, se dedican 30 minutos a esta práctica, en cinco años y medio ya se puede presumir de ser un profesional. Pero tranquilo: hay estudios que sostienen que a la semana empiezan a notarse cambios. La oferta es amplia en este sentido, y para los que no saben muy bien por dónde empezar, existen cursos de fin de semana en entornos idílicos por precios en torno a los 250 euros.
¡Viva la experiencia!
Resérvate 30 minutos. Lleva tu atención a la postura en que te encuentres. Recorre tu cuerpo mentalmente. Si reconoces alguna contractura, intenta relajarla.
Céntrate únicamente en tu respiración
Dirige tu atención a los sonidos del entorno, pero más en el fenómeno que en el objeto que lo produce. No trates de juzgarlos, sino de aceptarlos como son.
La percepción de los sonidos irá haciendo consciente la sensación de espacio. Piensa en la inmensidad del Sistema Solar, de las galaxias, del universo…
Silencio y sonidos se necesitan mutuamente. Sumérgete en la sonoridad del sosiego.
Vuelve a concentrarte en la respiración durante unos minutos. Haz un par de inspiraciones profundas, abre los ojos y vuelve a la realidad… si puedes.
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