Desde que Sansón perdiera la fuerza, la técnica de cortar el cabello ha evolucionado de forma extraordinaria. Aunque desde sus comienzos tuvo mucho que ver con la escultura, porque se modela y se talla el cabello como una obra de arte efímera. Peine y tijera no bastan. O al menos no cualquier peine, ni cualquier tijera. Hemos contactado con dos grandes (enormes) peluqueros españoles, Alexis Ferrer y Carles Sánchez Pelsynera, para que nos hablen de lo suyo: de pelo, de cómo cortar el pelo, y ellos nos han hablado de geometría, volúmenes, arte y… ¿tijeras? Las tijeras que ellos poseen son joyas únicas y cortan con la precisión de un bisturí. Una tijera de alta peluquería es una herramienta de precisión. Tiene una ruedecita, en la intersección entre las hojas, que se regula y se adapta a la fuerza de su propietario, y la convierte en personal e intransferible. “Si se cayeran al suelo, no podrías volver a utilizarlas con toda seguridad. Antes deberías llevarlas a reparar. Son sensibles y requieren mucho cuidado”, señala Carles Sánchez Pelsynera, galardonado como mejor peluquero español de 2010 en los I premios del Club Fígaro.
Hay un corte de pelo más famoso que el de Sansón: lo tiene todo. En 1968, Roman Polanski convocó a la prensa para que fotografiase cómo cortaban la melena a Mia Farrow para una peli de terror que (también) pasaría a la historia, La semilla del diablo. El que manejaba la tijera era un jovencísimo Vidal Sassoon, el hombre que dio forma a un peinado que dio la vuelta al mundo. Aquel corte incluso tenía un nombre propio. Se llamó pixie, y era muy, muy corto, a lo chico. Vidal Sassoon ha pasado a la historia además de por otras muchas hazañas capilares, por ser el creador de ese estilo simple y geométrico, inspirado en el movimiento artístico alemán Bauhaus. Decían de él que los suyos fueron los primeros peinados que podías atravesar con los dedos y volvían a su posición original.
Es verdad que hay tanto arte como en una pinacoteca en un corte de pelo de hoy. Pero la técnica para llevarlo a cabo descansa sobre una de las ciencias más antiguas que existen, la ciencia de las áreas, volúmenes y longitudes. Se trata de la geometría. Eso es lo que hay en la cabeza de cualquiera, la de Mia Farrow y la nuestra, en todas encontramos pura geometría.
Dos huesos del cráneo marcan la pauta. Por un lado, los parietales, de forma cuadrilátera, que cubren la porción superior y lateral del cráneo. Por otro lado, el hueso occipital, ubicado en la parte posterior, inferior y media de la cabeza. Esto que llevamos debajo de lo que se ve, el cráneo, es lo que decide si un corte de pelo nos sienta bien o no nos favorece en absoluto.
Si se observa una cabeza humana de forma más genérica, vemos que existen de tres tipos: el cráneo redondo o braquicéfalo es, básicamente, ancho. Esta forma es la que más recuerda a un círculo y requiere un corte de pelo que dé más volumen en la parte superior frontal y en la zona inmediatamente inferior a la nuca. En el cráneo alargado o dolicocéfalo, el volumen debe resaltar en la zona superior de la cabeza y se aplana en la parte parietal. El cráneo mesocéfalo se sitúa en un punto intermedio de los dos anteriores y por lo tanto puede lucir bien cualquier tipo de corte de pelo. Si esta última es la forma de tu cabeza, estás de enhorabuena.
La cara es el otro elemento clave. Y aquí entramos en lo que los expertos del gremio llaman “visagismo”, terreno que exploró por primera vez el estilista francés Claude Juillard, quien lo inventó. La propuesta es: estudia el rostro antes de cortar el pelo. Y realza su belleza. La cara también es geometría. Las hay de forma triangular, oval, de diamante, redonda y de pera. El rostro ovalado es considerado el ideal porque, como ocurre con el cráneo mesocéfalo, cualquier tipo de peinado le queda bien. Largo, con volumen, corte bob, liso, ondulado o natural, todo es posible en un rostro de líneas geométricas equilibradas y que guardan armonía entre ellas.
Pero la gran innovación en el pelo hoy se llama “desconexión”. Alexis Ferrer y Carles Pelsynera coinciden en que es el gran hallazgo de nuestros tiempos. Se trata de dividir la cabeza en distintas secciones y trabajarlas de forma independiente. Unas requerirán un tamaño del cabello más largo que otras y la idea es que, al finalizar, todas las secciones encajen como las piezas de un puzzle. “Unas partes del corte soportan el peso de las otras, así podremos corregir los excesos de volumen que provocan los huesos parietales y las zonas más planas de la cabeza, como es el caso de la coronilla”, argumenta Carles Sánchez.
“Gracias a la asimetría, potenciamos ciertos aspectos de la belleza para compensar otras partes que no son tan bonitas”, dice Alexis Ferrer. Por ejemplo, en su caso, al trabajar el pelo de su clienta Maika, una chica de rasgos faciales fuertes y bien definidos, decidió que lo mejor era cortarle el flequillo en diagonal. ¿Cuál era el objetivo que perseguía? Pues disimular su nariz pronunciada. “La base de mis trabajos siempre son formas orgánicas mezcladas con estructuras arquitectónicas. Me hubiera gustado estudiar biología, así que todo lo relacionado con ese tema me gusta y me inspira muchísimo”, explica Alexis Ferrer y, mientras observamos cómo trabaja uno de sus cortes de pelo, es cierto que la obra crece llena de vida.
“Cada sección es como el piso de un edificio, tiene su propio color y forma”, señala Carles Sánchez. Si se trabaja un corte femenino, el resultado final dará lugar a formas más redondeadas, sensuales. En el caso del corte masculino se busca una concepción más cuadrada. “La técnica del corte puede llegar a ser muy compleja. Juegas con los volúmenes de la cabeza como si fueras un arquitecto y eres capaz de retar a la ley de la gravedad. Yo siempre busco la naturalidad. El corte que le hago a Maika durará dos meses y medio aproximadamente”, expresa Alexis Ferrer.
Y… empezamos a levantar. Una de las técnicas que más se valora son los grados de elevación, es decir, la dirección a la que apunta el cabello cuando se sostiene con los dedos para cortarlo. En este caso la orientación de la tijera necesita ser exactamente igual a la orientación y la elevación del pelo. Y, para ser precisos, utilizan una herramienta que no se esperan en una peluquería: un transportador de ángulos.
El transportador se coloca sobre la cabeza en la zona frontal y se desliza de lateral a lateral mientras la tijera japonesa va creando desniveles, curvas y realces. Un corte a 0 grados (sin nada de elevación) se consigue sosteniendo el cabello totalmente hacia abajo, a la altura de los hombros, y la tijera totalmente a ras de “suelo”. Al trabajar a 45º se sostiene el cabello en diagonal y hacia el exterior de la cabeza. En otros cortes de pelo por elevación, como los de 135º y 180º, el peluquero se sitúa detrás del cliente, toma el cabello entre sus dedos índice y medio y lo eleva sobre la coronilla para ir seccionando con la tijera. En cuanto a grados de elevación, hoy le dan la vuelta a lo imposible y hacen cortes a 360º, que son como poner al cliente cabeza abajo. Se necesita práctica, destreza y visión de conjunto a la hora de utilizar el peine. “Cuando generas formas lineales, tus ojos tienen que situarse a la altura de la línea que vas a marcar con la tijera”, explica Carles.
En la alta peluquería son básicos los conocimientos sobre texturas y volúmenes del cabello para poder adaptarlo a la forma geométrica más adecuada. Un corte de pelo con perspectiva científica permite personalizar estilos; la imaginación y el talento hacen el resto.
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