Nuestro cerebro está tan acostumbrado a ver caras que usualmente detectamos los rasgos faciales allí donde no los hay, como en las piedras, las nubes, una mancha en la pared o como en estas fotos en fachadas de las casas. Este fenómeno se conoce muy bien en la Psicología y recibe el nombre de pareidolia.
Obviamente, todas las personas no tenemos la misma habilidad para distinguir rostros de patrones aparentemente inconexos.
El astrónomo Carl Sagan proclamó que existe la tendencia humana al considerar que ver caras en tortillas, nubes, bollos de canela, y objetos similares es un rasgo evolutivo.
Carl Sagan escribió: «Tan pronto como los niños pueden ver, reconocen las caras, y ahora sabemos que ésta es una habilidad altamente incrustada en nuestros cerebros».
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