La noticia de la publicación de la secuencia del genoma Neandertal estaba, como muchas otras de Science y otras revistas científicas, ‘embargada’ hasta el jueves 5 de mayo. Pero era conocida en las redacciones; la propia revista envía a los periódicos la información hasta con una semana de antelación. La idea es dar tiempo a los periodistas, sobre todo de revistas semanales y periódicos, para que preparen sus artículos de modo que cuando se publica la información en la revista científica también se publique en la prensa popular. La suposición subyacente es que los temas científicos son especialmente complejos y precisan de más tiempo para prepararse que, pongamos, un accidente aéreo. Pero el mecanismo completo sólo funciona porque la prensa semanal y diaria se compromete a controlar la información que posee; es decir, a no publicar una noticia que está en su poder, para su propia conveniencia.
Los embargos se violan con cierta frecuencia, cuando un medio considera que la pérdida de reputación profesional (y su posible exclusión futura del sistema) se ve compensada con la ganancia de ser el primero en publicar la noticia. Pero no es el hecho de que se violen lo que va a acabar en breve con los embargos, sino Internet. Las noticias de la secuencia del genoma humano que no debieran haber estado en el foro público antes de las 1900 de esta tarde están desde ayer en la Red. Algunos medios han publicado sus artículos preparados previamente en sus sistemas de publicación web, donde han sido captados por el robot ‘araña’ de Google; es posible verlos en la opción ‘En caché’, que muestra la versión almacenada en los servidores del buscador. Eso significa dos cosas: que no publicar hoy en día no es sinónimo de no estar localizable en Google; es más importante que te vea el buscador que estar o no en portada. Y también que el embargo se ha violado por razones técnicas: porque la información ya no se puede controlar del
modo en que antes se hacía.
Internet no sólo es el mayor depósito de información y datos del planeta: también es un entorno de movilidad de esa información en el que resulta casi imposible controlar su flujo. Los mecanismos habituales ya no sirven; un descuido, o una necesidad técnica, acaban con cualquier filtro que se quiera poner a los datos. La Red no distingue entre censura ‘buena’ y ‘mala’; sencillamente está diseñada para hacer lo más difícil posible que se controle cualquier información,. Es por eso que cualquier herramienta, práctica profesional o modelo de negocio que se base en reducir de alguna manera el flujo de noticias está condenada a desaparecer a la larga. La libertad de expresión es en la Web un hecho. Y no nos quedará más remedio que acostumbrarnos.
Redacción QUO
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