El coche robótico de Google podría estar en las carreteras en 2012. Lo anunció la prensa el pasado mayo. ¿La razón? El estado de Nevada ha aprobado una ley de coches autónomos para el año próximo. Según esta ley, se entienden como tales aquellos vehículos que usan inteligencia artificial, sensores y GPS para conducirse sin la participación humana. Se trata de la primera regulación para el uso de un robot en este país.
“En EEUU están tan acostumbrados a las querellas de todo tipo que son conscientes de la necesidad de legislar. Imagina que este coche provoca un accidente y hay una laguna legislativa. Además de tranquilizar a la sociedad, exigiendo controles de calidad muy exhaustivos, esta regulación es necesaria para las empresas, pues se cubren las espaldas ante posibles demandas”, asegura Diego García, Cofundador y director de ingeniería de AISoy Robotics, cuyo primer robot social, AISoy1, salió a la venta en España las pasadas Navidades. “Hay que poner unas reglas sobre los valores que deben guiar a un robot en su toma de decisiones. Y es que pueden actuar de forma egoísta y buscar la máxima utilidad sin tener en cuenta que no deben hacer daño a nadie. Además, creo que en un futuro próximo los robots, como cualquier ciudadano, se moverán con libertad de un país a otro; deberíamos consensuar reglas universales sobre lo que pueden hacer las personas con los robots, y viceversa”.
Corea del Sur, el primer país que ha incluido en su legislación una Carta de Ética robótica, se basó para crearla en las tres leyes de la robótica descritas por Asimov. Unas leyes que no dejan de ser un producto de la ficción que considera a los robots como seres con autoconsciencia, algo que por ahora no es una realidad.
ROBOÉTICA REAL
Así, en Inglaterra se reunió a principios de mayo un grupo de expertos para redactar cinco principios éticos basados en la robótica posible, es decir, una nueva roboética más ajustada a la realidad:
“Primero: los robots son herramientas multiuso que no deben ser diseñadas para matar o dañar al ser humano, excepto si lo que priman son intereses de seguridad nacional.
Segundo: los seres humanos que hay tras la creación del robot son los responsables de que su máquina respete las leyes vigentes y los derechos humanos fundamentales y las libertades, incluida la intimidad.
Tercero: los robots deben ser fabricados de manera que se asegure su protección y seguridad.
Cuarto: los robots son máquinas, así que no deberían estar diseñados para inducir al equívoco. Deben dejar bien claro cuál es su naturaleza.
Quinto: cada robot debe tener un responsable legal reconocido y que pueda ser localizado”.
Quizá esta idea, que son máquinas y no seres capaces de volverse contra nosotros, sea la directriz correcta por el momento. Diego García asegura: “Nuestro objetivo con AISoy Robotics es acercar la robótica a la gente y conseguir que lleguen a interactuar de forma natural con las máquinas, sin teclados ni mandos. Para acostumbrarse a ellos, quizá tengan que verlos al principio como un juguete, y que poco a poco vayan descubriéndole otras funcionalidades y ventajas. Queremos abrir el camino para que la robótica sea más habitual en los hogares y lleguemos a verla como el interfaz más amigable que pueda tener un gadget. Algo parecido a una mascota, pero que conoce el lenguaje de las máquinas y puede hacernos las veces de intérprete. Nos gustaría que el AISoy 23 llegase a ser realmente uno más de la familia”.
Para conseguir esto, el aspecto de este pequeño robot social está más cerca de un dibujo animado que de un humanoide, para que empaticemos más fácilmente con él, según los expertos responsables de su desarrollo.
UNA HISTORIA DE AMOR
Resulta que, según una investigación liderada por Emily Cross, de la Universidad Radboud de Nijmegen, en Holanda, cuando vemos bailar a un robot se activa la misma zona del cerebro, las neuronas espejo, que cuando vemos hacerlo a un ser humano. Estas neuronas, localizadas en el lóbulo parietal y el córtex premotor, son las mismas que se “encienden” cuando sentimos empatía por un ser humano. Aunque el estudio de Cross solo ha puesto a prueba las neuronas espejo en el caso de movimientos de baile, este resultado hace pensar que quizá suceda lo mismo cuando lo que vemos en el otro sea más emocional que motor. “Esto podría explicar por qué sentimos ternura hacia algunos robots”, asegura la propia Cross.
Aunque precisamente una de las cosas que nos da más pavor es el hecho de que estos seres inertes puedan tener emociones y “sentir”. No hace mucho, Hooman Smanani, investigadora del Laboratorio de Robótica Social de la Universidad Nacional de Singapur, aseguraba haber creado el primer robot que tiene sensaciones de cariño, celos, felicidad y odio. Físicamente el Lovotics, que así se llama este robot, no es más que una especie de sombrero de peluche con luz bastante psicodélica como base. Pero ¿qué significa que este robot “siente”? Según Carlos Balaguer, director del Laboratorio de Robótica de la Universidad Carlos III de Madrid: “Podemos adornarlo cuanto queramos, pero para hacer que un robot sienta miedo, por ejemplo, solo debemos introducir unas líneas de código que aporten la posibilidad de que haya un acontecimiento inesperado previamente registrado como malo en su base de datos. Al fin y al cabo, nosotros también actuamos con patrones y aprendemos según evoluciona nuestra experiencia”.
De hecho, la gran tendencia en robótica es enseñar a los robots a aprender como nosotros. Hay experimentos con niños que revelan que, cuando están empezando a andar, al principio no se asustan cuando se caen porque no saben que es malo (no tienen esa experiencia). Tras dos o tres caídas, ponen la mano por delante, y tras sufrir varios chichones, lloran cuando ven que se han caído. Pues en el caso de los robots es igual. Así, este tipo de aprendizaje es el que hará robots más seguros en el futuro, que habrán aprendido cuáles son las consecuencias de sus actos.
“Y como son seres diferentes de nosotros, además de surtirles de conocimientos humanos, también debemos dotarlos de conocimientos robóticos de seguridad. Por ejemplo, si su brazo robótico tiene un límite de movimiento por falta de batería, generación de calor, etcétera, el robot debe ser consciente de que esto es malo para él”, asegura Balaguer.
Y por último, llegamos a lo que los expertos llaman la RHI (Robot Human Interaction), un nuevo campo de la robótica actual en el que se estudia cómo vamos a interactuar con los robots en el futuro. En este punto se nos plantea un gran dilema moral.
¿COMPAÑEROS O ESCLAVOS?
Como nos explica Balaguer: “Se trata de definir a qué nivel queremos relacionarnos con los robots: de igual a igual, de jefe a subordinado o de dueño a esclavo. Si es de igual a igual, podría discutir nuestras órdenes porque no este de acuerdo con nosotros. Si es de jefe a subordinado, tendrá alguna opinión, pero más o menos hará lo que le decimos. Sin embargo, si la relación es de dueño a esclavo, hará lo que queramos sin discutir nada”.
La tendencia actual es crear lo que se ha denominado un companion, es decir, un compañero (de igual a igual). De hecho este tipo de robot es el que se está gestando con dinero de la Unión Europea en un gran proyecto a nivel europeo llamado Robocom (Robot Companion for Citizen), que pretende idear precisamente el robot más completo fabricado hasta ahora, en el que el laboratorio de Balaguer participa activamente.
“Se trata de crear un robot semejante a nosotros, que esté dotado de cerebro, emociones, que se comporte de manera diferente según el contexto y la situación, que sea seguro, barato de fabricar y eficiente.” ¿Qué más se puede pedir? Quizá cuando llegue este “compañero” sí tengamos que echarnos a temblar. Mientras, podemos dormir tranquilos.
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