Los terremotos son de los fenómenos naturales que más pánico provocan al ser humano. Sobre todo, porque su furia es impredecible. Por eso, los hombres llevan desde tiempos inmemoriales tratando de buscar indicios que les avisen de que va a producirse un seísmo. Los historiadores dicen que el erudito chino Chang Heng fue el primero que ideó un sistema de alarma. En el año 153 colocó varias tinajas con una moneda en el borde de cada una, esperando que la llegada de las ondas sísmicas hiciera caer las piezas. Y otros discípulos suyos testimoniaron que algunos animales podían presentir los temblores, o que antes de que la tierra se convulsionara aparecían en el cielo extrañas luces parecidas a una aurora boreal. ¿Pero qué hay de cierto? “Realmente, no podemos decir que ninguno de estos indicios tenga validez”, afirma Ángel Carbayo, presidente de Geólogos del Mundo. “Son muy interesantes como tema de investigación, pero hasta la fecha ninguno ha podido ser validado científicamente.”
Sistema de prevención por satélite
California es uno de los lugares que más sufren la furia de los seísmos. Tal vez por eso, en la Universidad de Berkeley existen más de doscientas tesis doctorales sobre este tema. “Y todas concluyen que es imposible prevenir con exactitud la proximidad de un terremoto”, asegura Carbayo. “Solo conozco dos casos de predicciones que realmente acertaron. Pero creo que el éxito se debió a una cuestión estadística, al puro azar.” Este escepticismo no es compartido por la NASA, que va a poner a prueba un proyecto de prevención de terremotos por satélite. Los científicos de la agencia creen que las placas de la corteza terrestre que están en tensión y a punto de romperse liberan una carga eléctrica positiva. Lo que ellos pretenden es detectarla cuando ascienda a la atmósfera y se acumule en la ionosfera, a 100 km de altitud. Pero otros investigadores creen que el experimento está destinado al fracaso. Mike Benfield, del Centro de Investigaciones Geológicas de EEUU, dice que: “Se basan en la creencia de que este fenómeno solo sucede días antes de un terremoto, pero no es cierto. Ocurre a diario, y puede pasar un siglo antes de que haya un temblor”.
Redacción QUO