Superfoods es la palabra de moda. Kale, o col rizada, las bayas de goji, la espirulina… Los gurús de esta nueva religión aseguran que debemos incluir estos alimentos en nuestra dieta, irremediablemente, por las innumerables bondades que tienen para nuestra salud. Por eso, en Quo se nos ocurrió buscar los 50 alimentos más saludables de la historia, aquellos que forman parte de nuestra alimentación desde tiempos inmemoriales y que se repiten en todas las investigaciones científicas. Son las que podríamos considerar las 50 estrellas, los verdaderos súper alimentos.

Para ello, hemos contado con el asesoramiento del presidente de la Fundación Dieta Mediterránea, Lluís Serra-Majem, y Lourdes Samaniego Vaesken, de la Universidad San Pablo CEU. De hecho, esta experta avisa: “No hay alimentos buenos o malos, sino dietas o patrones alimentarios más o menos saludables. La moda de atribuir propiedades beneficiosas a los alimentos, tan de actualidad, puede servir para educar al consumidor en cuanto a aquellos alimentos que no deben faltar en su dieta, pero siempre en el contexto de la variedad, el equilibrio y la moderación. Hasta el aceite de oliva, cuya composición es muy beneficiosa, debe tomarse con moderación”.

Pavo

image

© D. R.

El proceso de domesticación de esta ave se produjo en México en el primer milenio de nuestra era, donde además de para comer, usaban sus plumas como método ornamental.

Se trata de la carne con menor concentración de grasa, y al cocinarlo pierde también los hidratos de carbono. Es una importante fuente de minerales, de ácido fólico y de vitaminas del grupo B.

Ternera magra

image

© D. R.

La ternera fue domesticada hace unos 10.000 años en Oriente Medio. Su carne, además de proteínas, aporta minerales tan importantes como el hierro, el zinc, el magnesio y el fósforo, y vitaminas del grupo B.

Carne de cerdo

image

© D. R.

Los estudios de ADN indican que hubo cerdos neolíticos en Europa, aunque su domesticación no se inició hasta hace unos 13.000 años en el Oriente Próximo y, a la vez, en la actual China.

A pesar de su mala fama, la parte más magra del cerdo contiene más grasas insaturadas (la del aceite de oliva y el pescado) que la carne de ternera. Además, es una buena fuente de minerales de origen vegetal.

Brotes de soja

image

© D. R.

Sus orígenes son el Extremo Oriente, donde desde hace más de 5.000 años está documentado su uso como alimento. Incluyen el mayor aporte de minerales de las legumbres y contienen isoflavonas, un potente antioxidante que previene la osteoporosis y el cáncer de mama. Son muy útiles para contrarrestar el exceso de estrógenos y enfermedades derivadas.

Setas

image

© D. R.

En Chile se han encontrado especies de setas en yacimientos humanos de hace 13.000 años. Contienen mucha agua y poca grasa, lo que las hace idóneas en dietas de adelgazamiento. Son una fuente de vitamina A, riboflavina y niacina, y minerales como el potasio y el fósforo. Merece la pena destacar sus propiedades antitumorales y su capacidad para reducir el colesterol.

Alubias

image

© D. R.

Son originarias de América (Perú y México), aunque se cultivan en todo el mundo. Se usan como alimento desde hace más de 2000 años, y hay referencias a ellas en la Biblia.
Son las legumbres con mayor contenido en hierro, que, junto con su contenido en vitamina B, las convierte en un estupendo preventivo de la anemia. Además, contienen fibra, que ayuda a reducir los niveles de colesterol y combate el estreñimiento.

Lentejas

image

© D. R.

Proceden del Suroeste Asiático, desde donde se extendieron a la cuenca mediterránea. Los restos más antiguos de este cultivo datan de 6600 a. C.

Además del famoso hierro, aportan calcio, magnesio, zinc y fósforo. Y según estudios recientes, mejoran el control de azúcar en la sangre y su alto contenido en ácido fólico previene el cáncer de mama.

Garbanzos

image

© D. R.

Originarios de Turquía, se extendieron a Europa y después a los demás continentes. Son una fuente de proteína de origen vegetal, y de almidón, calcio, hierro, magnesio, zinc y fósforo. Aunque tienen fama de indigestos, su alto contenido en fibra favorece el tránsito intestinal y ayuda a combatir el estreñimiento. También aportan taninos y fitatos, con un importante efecto anticancerígeno.

Avena

image

© D. R.

Se han encontrado evidencias de su cultivo en Europa Central durante la Edad de Bronce. Es uno de los cereales más completos, ya que aporta energía, vitaminas E, B6 y B5, además de minerales como hierro, selenio, magnesio y cobre.
También es rica en fibra, aminoácidos esenciales y omega-6. Previene el hipotiroidismo y ayuda a disminuir el colesterol malo.

Cereales integrales

image

© D. R.

Ya en el Neolítico, hace unos 6.000 años, se cultivaba cebada, trigo y mijo. En la edad de Bronce se añadió la espelta, y en la de Hierro el centeno. Entre sus múltiples beneficios destaca su alto contenido en fibra y vitaminas del grupo B. También los hay con aportes extra de hierro, calcio e incluso magnesio.

Queso

image

© D. R.

Hay pruebas de elaboración de productos lácteos en culturas que existieron hace 4.500 años.

Sus cualidades dependen de la composición y de su proceso de elaboración y maduración. Es una fuente de vitamina B12, niacina y vitamina A.

Yogur

image

© D. R.

Los tracios, que vivían en la Bulgaria actual en 6000 a. C, ya hacían yogures.

Es rico en calcio, fósforo, vitaminas del grupo B y se sabe que las bacterias que viven en él contribuyen a equilibrar la flora bacteriana del intestino y a potenciar el sistema inmunitario para luchar contra las infecciones.

Perejil

image

© D. R.

Originario de Cerdeña, se conoce desde la Antigüedad, aunque en sus inicios fue utilizado solo como ornamento para honrar a los difuntos. No fue hasta el medievo cuando se empezó a utilizar en la cocina. De hecho, se popularizó tanto que dio pie a la expresión “estar en todas partes, como el perejil”.
Aunque parezca superfluo, este condimento tiene: un alto contenido en vitamina C, flavonoides de acción antioxidante, antiinflamatoria y diurética, y un aceite esencial vasodilatador y tonificante. También es una fuente fundamental de vitamina K, útil para promover la coagulación de la sangre, prevenir e incluso tratar la osteoporosis, y protegernos frente a posibles infartos. Todas estas propiedades están presentes en el perejil fresco, pero la mayoría se pierden en el seco. Por último, tiene apigenina, una sustancia usada en la medicina natural contra el asma, el insomnio y las neuralgias.

Albahaca

image

© D. R.

De origen indio, los cristianos ortodoxos griegos la utilizan para preparar agua sagrada. Resulta una excelente fuente de hierro, aceites esenciales con propiedades antiinflamatorias y antibacterianas, vitaminas y con beneficiosas cualidades antiespasmódicas.

Orégano

image

© D. R.

Aunque es posible que fuera utilizado en la Prehistoria, las primeras referencias a su uso culinario y medicinal se remonta a la Grecia clásica. ¿Sus propiedades? Es antioxidante, antimicrobiano y, según algunos estudios, antitumoral y antiséptico. También se lo considera tónico y digestivo.

Granada

image

© D. R.

Originaria del sur de Asia, Persia y Afganistán.

Baja en calorías, con propiedades astringentes y antiinflamatorias, es ideal para dietas depurativas y adelgazantes. Además, es rica en potasio
y estudios recientes aseguran que el extracto de semilla de granada produce una disminución de los niveles de glucosa sanguínea, lo que la hace ideal para diabéticos.

Kiwi

image

© D. R.

Hace miles de años, esta fruta, a la que llamaban yang-tao, crecía de forma silvestre en China. A principios de 1900, la semilla de esta fruta fue llevada a Nueva Zelanda, donde se empezó a producir tal y como la conocemos.

Entre sus beneficios: un alto porcentaje de vitamina C y otras sustancias bioactivas que evitan el daño en el ADN, lo que contribuye a prevenir algunas enfermedades como el cáncer.

Uvas

image

© D. R.

Procedentes del Cáucaso y Asia Occidental, parece que hay indicios de que ya eran recolectadas en el Paleolítico. Aunque la viticultura, como tal, fue desarrollada por los romanos.

Algunos estudios demuestran que los fitonutrientes presentes en el fruto y en el vino tienen un efecto preventivo frente a enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer e incluso cataratas. Aunque parece que son la uva negra y el vino tinto los que poseen mejores propiedades. Un estudio reciente de la Universidad de Texas asegura incluso que el consumo de uva roja y vino tinto previene el deterioro de la memoria asociado a la edad.

Manzana

image

© D. R.

Se cree que ya existía en la Prehistoria, tal y como atestiguan algunos restos arqueológicos neolíticos. De lo que sí hay pruebas fehacientes es de que los egipcios la cultivaban en los valles del Nilo, y a lo largo de la historia se le han atribuido poderes casi sagrados. De hecho, en la Biblia se cita como el fruto prohibido que provocó la expulsión del hombre del paraíso.

Entre sus componentes más saludables: la pectina, una fibra soluble que mantiene a raya el colesterol; las catequinas, un flavonoide que además de antioxidante ha demostrado ser muy útil para combatir el cáncer de pulmón, y las dihidroxichalconas, otro flavonoide que reside sobre todo en su piel, que es un potente agente antidiabético. Por último, esta fruta aporta cantidades importantes de procianidinas, compuestos con una potente actividad antioxidante que mejoran el sistema inmunitario y la actividad de las plaquetas sanguíneas.

Naranja

image

© D. R.

Es originaria del sudeste de China y norte de Birmania, aunque se la conoce en el Mediterráneo desde hace 3.000 años. La pectina presente en su pulpa reduce el colesterol y desarrolla la flora intestinal. Además de su alto contenido en carotenoides, que previenen diversos tipos de cáncer y protegen frente a las enfermedades cardiovasculares. Por último, también aporta fibra, siempre que tomemos la fruta entera.

Plátano

image

© D. R.

Procede del Sudeste Asiático, de la India, desde donde se extendió al Mediterráneo después de la conquista de los árabes en 650. Llegó a Canarias en el siglo XV y desde allí a América, en 1516. Destaca su alto contenido de inulina que reduce el riesgo de enfermedades degenerativas como las cardiovasculares, la osteoporosis, la obesidad y el cáncer. Y es rico en magnesio, por lo que previene calambres y es la fruta ideal para recuperarse tras hacer deporte.

Papaya

image

© D. R.

Procede de México o de los Andes peruanos. Desde allí se extendió a los demás países tropicales y a partir de ahí, a Europa. Su principal componente, la papaína, es una enzima que deshace las proteínas de los alimentos, lo que la hace ideal para quienes tienen problemas digestivos tales como la gastritis, la hernia de hiato y la acidez.

Moras

image

© D. R.

Son el fruto de la morera, un árbol originario de la Antigua Persia, y que también es el origen de la seda. De hecho, en la antigua China solo la realeza podía cortar sus hojas, que también se usaban para elaborar exquisitas infusiones.

Nutricionalmente hablando, las moras contienen una sustancia, el pterostilbene, que ayuda a reducir el colesterol y la diabetes. Pero lo más valioso de esta fruta son sus pigmentos naturales (antocianósidos y carotenoides) que refuerzan el sistema inmunitario humano y retrasan el envejecimiento.

Fresas

image

© D. R.

Originarias de Europa, de la región de los Alpes, parece que empezó a ser cultivada en Francia en el siglo X, y fueron españoles, portugueses e ingleses quienes las llevaron a América.

Tienen más vitamina C que la naranja, una gran cantidad de fibra y potasio. Además, contienen varios ácidos orgánicos, entre los que está el salicílico, y los flavonoides, causantes de su color, que son también potentes antioxidantes.

Arándanos

image

© D. R.

Aunque no se sabe cuál es su origen, sí se sabe que formó parte de la dieta de los pueblos árticos desde la Antigüedad. En Norteamérica, los amerindios también lo usaban para sus comidas.

Su contenido rico en polifenoles y antioxidantes lo convierten en un aliado contra las enfermedades cardiovasculares. También es un potente antigripal, refuerza el sistema inmunitario y es muy eficaz contra las infecciones urinarias.

Aguacate

image

© D. R.

Originario de México, Colombia y Venezuela, los antiguos aztecas lo llamaban ahuactl (testículo) por considerarlo afrodisíaco.

A pesar de su alto valor calórico, su consumo reduce los niveles de colesterol total y algunos de sus compuestos tienen propiedades antioxidantes. Su uso tópico se ha utilizado también en el tratamiento de la psoriasis con buenos resultados. Además, forma parte de los alimentos de la felicidad, es decir ricos en triptófano, que aumenta los niveles de serotonina de quien lo consume.

Acelgas

image

© D. R.

Oriundas de Asia, se consumen desde la Antigüedad. Los asirios las cultivaban ya en 800 a. C.

Es un alimento muy completo, con un alto contenido en calcio, por el que debería ser de consumo obligado en la dieta de embarazadas, personas mayores, niños y deportistas. Además, la luteína que contiene previene infartos y accidentes cerebrovasculares.

Apio

image

© D. R.

Ya los egipcios y los griegos lo utilizaban en sus mesas. Los romanos lo consumían en los banquetes funerarios y ponían manojos de apio en las tumbas como homenaje a los muertos.
Entre sus aportaciones destacan sus flavonoides de efecto antiinflamatorio, antibacteriano y vasodilatador. También es fuente de xantotoxina y bergapteno, claves en el tratamiento de enfermedades dermatológicas.

Coliflor

image

© D. R.

Procede de Oriente Próximo, y en los países asiáticos se cultiva desde hace más de 1.500 años. A Europa llegó en el siglo XVI a través de Turquía. Su alto contenido en agua y bajo en hidratos, proteínas y grasas lo convierten en un gran aliado de las dietas de adelgazamiento. Además, aporta tiamina, una vitamina cuya deficiencia causa ciertas alteraciones neurológicas, como pérdida de concentración y depresión

Zanahoria

image

© D. R.

Originaria de Eurasia y el norte de África, contiene una gran cantidad de fibra. Pero su principal aportación es la vitamina A, importante para el funcionamiento de la retina y el estado de la piel. También destaca su b-caroteno, que previene algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Remolacha

image

© D. R.

Su antepasado más directo, la remolacha silvestre, crecía ya en la Prehistoria, y sus raíces fueron parte de la alimentación de las primeras comunidades del norte de África. La sustancia que la tiñe de rojo, la betacianina, es un potente anticancerígeno muy eficaz contra el cáncer de colon.

Tumérico

image

© D. R.

Conocido como cúrcuma, fue utilizado por primera vez en la India, en 610 a. C. En un principio fue usado como colorante para la lana, e incluso para algunas partes del cuerpo.

Su principal aporte son los polifenoles, potentes antioxidantes que tienen propiedades antimicriobianas, hepatoprotectoras y de prevención de enfermedades cardiovasculares.

Tomate

image

© D. R.

El fruto de la tomatera es de origen americano, exactamente de Perú, de donde procede su nombre azteca (tomat). Su introducción en Europa se produjo a través de México, aunque no se popularizó hasta el siglo XVIII.

La presencia de carotenos lo convierten en un importante antioxidante. También favorece la absorción de hierro y aumenta la resistencia ante las infecciones y otras enfermedades. Por último, su aporte de luteína y zeaxantina se asocia con la prevención de cataratas y de degeneración macular.

Espinacas

image

© D. R.

No se conoce el origen silvestre de esta verdura, aunque hay autores que aseguran que procede del Sudeste Asiático.

Entre sus propiedades destacan las vitaminas A y E, y la fibra. Se sabe que benefician a la vista, que ayudan a promover la energía y la vitalidad, y recientemente se ha descubierto que contienen nitrato inorgánico natural que ayuda a desarrollar unos músculos más fuertes.

Cebolla

image

© D. R.

Su origen no se conoce con exactitud. Aunque sí se han encontrado evidencias de su cultivo en Asia Central en
3200 a. C
.

Destaca como fuente de potasio, calcio, hierro, magnesio y fósforo. Según algunos estudios, sus compuestos sulfurados protegen incluso frente al cáncer de esófago y de estómago. Por ultimo, es importante destacar su abundancia en quercetina, un potente antioxidante que previene el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

Calabaza

image

© D. R.

Se han encontrado sus restos en tumbas incas precolombinas y sabemos, gracias al Antiguo Testamento, que era un alimento de gran uso entre los hebreos de la época de Moisés.
En cuanto a su valor nutricional, se recomienda a menudo en las dietas de pérdida de peso por su alto contenido en fibra y su bajo aporte de calorías y grasas. Además, su alto contenido en potasio es beneficioso para casos de hipertensión.

Alcachofa

image

© D. R.

Su origen se sitúa en el Antiguo Egipto, y más tarde fue usada por griegos y romanos, que la consideraban afrodisíaca.
Además de agua, fibra y las vitaminas B6 y C, su verdadero gran poder está en los esteroles, sustancias que limitan la absorción del colesterol en el intestino, y la cinarina, un potente diurético que la hace especialmente indicada en las dietas para adelgazar.

Ajo

image

© D. R.

Este alimento se incluyó en la alimentación de los obreros que construyeron las pirámides de Egipto, para darles energía. Y tan necesario lo creían que en el año 3500 a. C. la falta de existencias de ajo dio lugar a la primera huelga que se conoce en la historia.

Contiene yodo, fósforo, potasio y una gran variedad de vitaminas, como B6 y C. Por lo que posee virtudes antisépticas, anticancerígenas, antiinflamatorias, bactericidas, antivirales y antiparasitarias.

Pistachos

image

© D. R.

Los primeros fósiles del género Pistacia se encontraron en la isla de Madeira y datan de la era terciaria. Aunque los primeros cultivos del pistachero, la planta de la que se extrae este fruto, se hicieron en Oriente Medio. De hecho, el considerado el caviar de los pistachos procede de la región iraní de Khorasan, donde se cultiva desde el siglo II a. C. como un manjar reservado a la realeza. Después su cultivo se extendió a toda Europa, y a EEUU en 1930, que ahora se ha convertido en el principal productor.

Su consumo diario aporta una gran cantidad de fibra y energía, por su alto contenido calórico. También destaca su aporte en vitaminas, minerales y ácidos grasos, y su aporte de zinc y vitamina E contribuye a la buena salud del aparato reproductor. Hay estudios que aseguran que previene la diabetes, e incluso el estrés.

Semilla de chía

image

© D. R.

Es de la familia de la menta y nativa de México y Guatemala, donde fue cultivada por los aztecas.

Aunque estuvo olvidada durante siglos, hace un par de años se puso de moda por sus efectos beneficiosos para la salud y su ausencia de gluten. Y es que esta semilla contiene una alta concentración de ácidos omega-3 y minerales como el hierro, el selenio, el magnesio, el calcio y el fósforo. No en balde, los guerreros aztecas aseguraban que eran capaces de luchar todo el día alimentados con una sola cucharada de chía.

Quinoa

image

© D. R.

El cultivo de la quinua, la planta de la que procede este cereal, se inició entre 3.000 y 5.000 a. C. en los alrededores del lago Titicaca, entre Bolivia y Perú. La FAO declaró 2013 el año internacional de este cereal, por su potencial saludable, ya que, según esta organización, cura más de veintidós dolencias y afecciones humanas. Sus tallos y hojas tienen un alto poder cicatrizante y calmante, y su consumo controla las hemorragias internas y combate el vómito.

Almendras

image

© D. R.

El origen de su cultivo se localiza en Asia y en Oriente Próximo, desde el mar Egeo hasta la meseta de Pamir (entre Mesopotamia y Kurdistán). Desde estas zonas llegó al Oriente de Europa, y de allí a Grecia y a Roma. Destacan por su elevado contenido en grasas insaturadas, beneficiosas para la salud cardiovascular, y proteínas vegetales. También aportan mucha fibra y son ricas en minerales como el fósforo y el magnesio, lo que las hace muy recomendables para fortalecer los huesos y prevenir la osteoporosis.

Nueces

image

© D. R.

El fruto del nogal forma parte de la alimentación del ser humano desde la Prehistoria. Aunque no se sabe con exactitud, se cree que nació entre Persia (Irán) y el Cáucaso. Los griegos lo llamaban kara (cabeza), por su parecido con nuestro cerebro. Sus beneficios son muchos, pero destaca su equilibrio en ácidos grasos esenciales, lo que lo convierte en un gran aliado para combatir el colesterol malo y contra la diabetes. Su alto contenido en omega-6 las hace recomendables para paliar el síndrome premenstrual y los trastornos de la menopausia; y previene el cáncer de colon

Bonito

image

© D. R.

Las primeras noticias de su captura para el consumo humano datan del siglo IV de nuestra era en el norte de Europa. Es una buena fuente de proteínas, vitaminas y minerales. Entre ellos, destaca la vitamina D, que favorece la absorción de calcio y regula su nivel en sangre. En cuanto a los minerales, contiene una gran cantidad de selenio, fósfoto, potasio, hierro, magnesio y zinc.

Merluza

image

© D. R.

Sabemos que la merluza formaba parte de la dieta de los romanos, aunque la consumían en salazón, pues era el único modo de conservar el pescado en la época. Y según un estudio reciente realizado por el Centro de Investigación Biomédica de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn): “El consumo frecuente de merluza mejora la tensión arterial, reduce el colesterol y disminuye el perímetro de la cintura”. Además, tiene un gran aporte de omega-3, lo que en la actualidad se relaciona con la disminución de los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.

Salmón

image

© D. R.

Aunque no hay fósiles datados, sí aparece en los escritos de la mitología celta, que hablan de la existencia de esta especie.
En cuanto a sus propiedades, es una gran fuente de proteínas, ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados (omega-3 y omega-6), fósforo, selenio y vitaminas B12 y D.

Atún

image

© D. R.

Su pesca está documentada desde la Antigua Grecia, y Aristóteles reflejó en sus escritos cómo era pescado por los fenicios, quienes lo comercializaban por el Mediterráneo.
Entre sus bondades están: su alto contenido en ácidos grasos poliinsaturados (AGP), omega-3, que disminuye los niveles de colesterol y triglicéridos en sangre, y un gran aporte de vitaminas D (que favorece la absorción del calcio y la producción de enzimas en el hígado) y B.

Mantequilla

image

© D. R.

Su origen se sitúa en Mesopotamia, entre 9.000 y 8.000 a. C. La primera, se elaboró con leche de oveja o cabra, y era muy apreciada por vikingos y celtas. Plinio se refirió a ella como “la más delicada comida entre las naciones bárbaras”. Y es que, aunque durante años fue considerada una enemiga de la dieta saludable por su alto contenido graso y su relación con el colesterol, ahora su consumo moderado se considera un excelente antioxidante; un reductor de la grasa de la zona abdominal por su alto contenido en ácido linoleico conjugado (CLA) y un excelente digestivo.

Aceite de oliva virgen extra

image

© D. R.

El inicio de su producción y consumo como alimento se calcula en la Edad de Cobre (4000 a. C.) entre Palestina y Egipto. Su alto contenido en polifenoles y vitamina E lo convierte en indispensable en cualquier dieta equilibrada. Es un potente antioxidante que previene la muerte celular y mejora las funciones cognitivas; mejora los niveles de azúcar en sangre; reduce el colesterol malo y mejora el flujo sanguíneo.

Huevos

image

© D. R.

Los de ave forman parte de nuestra alimentación desde la Prehistoria, aunque las primeras recetas que lo incluían proceden de la Antigua Roma. En cuanto a su valor nutritivo, se trata de proteínas con un alto valor biológico, fósforo, grasas equilibradas, vitamina A, D y B12. En los años 70 se ganó una mala reputación injusta cuando algunos estudios científicos lo acusaron de ser el causante de los altos niveles de colesterol malo. De esa época procede la creencia de que lo saludable es tomar tres huevos como máximo a la semana En 1999, un estudio de la Universidad de Harvard lo indultó e indicó que incluso se podía tomar uno al día sin correr ningún riesgo.

Redacción QUO