Porque, en realidad, sus pulmones no realizan una auténtica función respiratoria. Es cierto que el líquido amniótico del que vive rodeado el bebé entra en los pulmones a través de la traquea y los bronquios, y de hecho es necesario que esto ocurra porque ayuda al desarrollo de estos órganos. Pero digamos que el mecanismo de respirar, por el cual los pulmones reciben aire, toman el oxígeno y lo expulsan, aún no se ha puesto en marcha. Así que no se produce un ahogamiento.
Lo curioso es que el feto expulsa ese líquido por medio de una rutina muscular parecida a la respiración, que le sirve a la vez de “entrenamiento” y de esa ayuda a la formación.
Ahora bien, ¿cómo obtiene el oxígeno necesario el nonato? Pues a través del cordón umbilical que le une con su madre. La sangre que esta suministra a la placenta contiene el oxígeno y los elementos nutritivos que va necesitando el bebé en cada momento. Y como las necesidades van variando según avanza la gestación, la composición de ese suministro y de todo el líquido amniótico van alterándose según pasan las semanas.
La cantidad de líquido también varía: aparece en la quinta semana con unos 50 ml para acabar el embarazo en cerca de un litro (1.000 ml).
Redacción QUO