El siglo XX ha supuesto una explosión en la cría de pollos domesticados en todo el mundo. La población actual es ahora de 21,4 mil millones, más que cualquier otro vertebrado terrestre y con una magnitud considerable con respecto a cualquier otro pájaro. Pero por otro lado, están las cifras de los decesos, de todos aquellos que mueren cada año para la industria cárnica. En este caso, el número se triplica hasta los 60 mil millones (una tasa de cadáveres animales que no tiene precedentes en el mundo natural).
Así que cuando los humanos no seamos más que polvo en este mundo, las marcas que perdurarán en el tiempo serán los huesos de miles de de millones de pollos. Al menos, eso es lo que cree un grupo de investigadores de la Universidad de Leicester, quienes consideran que estos animales son un símbolo importante del impacto del ser humano sobre la era actual, el Antropoceno, y un símbolo distintivo para convertirse en el fósil del futuro.
A pesar de que el pollo comenzó a ser realmente domesticado hace unos 8.000 años, no fue hasta el siglo XX cuando la agricultura intensiva comenzó a ver el potencial de conseguir que estas aves crecieran cada vez más. Para que os hagáis una idea del «progreso», los pollos de hoy crecen hasta convertirse en 4 o 5 veces más pesados que los que existían a finales de los 50. Los gallos y gallinas domésticos se parecen ya poco o nada con sus predecesor, el gallo bankiva (Gallus gallus), la especie tropical de la familia Phasianidae, nativa del sudeste asiático. Ya solo el hueso de la pierna de un pollo «broiler» (variedad desarrollada específicamente para la producción de carne) tiene el triple de anchura y el doble de longitud del que pudiera tener en su momento el gallo bankiva.
Pero el Antropoceno nos ha traído, aún más si cabe, una mayor cantidad de restos materiales como son plásticos, fertilizantes, combustibles fósiles, depósitos radiactivos… La mayoría de restos de pollos muertos acaban en vertederos, donde las condiciones libres de oxígeno tienden a momificar la materia orgánica. Esto implica que tienen el potencial suficiente como para permanecer preservados durante millones de años. Según el líder del estudio, Carys Bennett, «los encontrarían con todas las basuras humanas usadas habitualmente: latas de conserva, refrescos o envolturas plásticas».
El pollo pronto adelantará al cerdo para convertirse en la carne que los humanos comen más. y la gran cantidad de pollos está haciendo que decaiga considerablemente el número de aves silvestres, siendo estos animales los que dominan la población aviar del mundo: «Así que la señal de nuestra civilización ya está siendo grabada», apunta Bennett.
Fuente: NewScientist
Alberto Pascual García