La gente quiere comer mejor, pagar menos y contaminar lo mínimo, lo que para algunos significa criar su propia comida. En el mundo angloparlante han surgido cooperativas de compra de productos de la tierra cultivados en las cercanías, que ahorran costes de transporte (incluidos los ambientales) y reivindican las variedades y la producción local y de temporada frente a las frutas y verduras homogeneizadas y ubicuas todo el año del comercio multinacional.
El siguiente paso es el huerto doméstico, con producción propia de algunas verduras, especias e incluso frutas, o el colmo del ‘eco-chic’ radical: el gallinero doméstico ciudadano. Huevos frescos de gallinas alimentadas por la mano propia, y carne de pollos que viven libres en los grandes patios de las casas en EEUU o el Reino Unido (incluso en ciudad). Pero claro, tener un gallinero ciudadano no es para todo el mundo; montarlo es complicado y mantenerlo exige conocimientos y dedicación.
Así que la última idea es una propuesta australiana: alquila un gallinero doméstico pensado para la ciudad con todo su equipamiento y animales, y si todo sale bien y te ves capaz, puedes comprarlo y convertirse en un ecogranjero urbanita. Comer mejor, salvar a la naturaleza y presumir de conciencia sin riesgos, en un paquete comercial cerrado. Ñam.
Redacción QUO