Durante la I Guera Mundial, el arte y la táctica militar se dieron la mano. Norman Wilkinson, un pintor estadounidense reconvertido en oficial de la armada durante los años del conflicto, buscaba desesperadamente la manera de conseguir que los barcos de guerra resultaran invisibles para los submarinos, acabó encontrando una solución paradójica al problema.
La mejor manera de hacerlos invisibles, era pintarlos de la forma más llamativa posible, pero con estilo cubista, creando ángulos donde no los había. Wilkinson demostró que, a distancia, los tripulantes de un submarino no podrían apreciar con claridad y exactitud la forma exacta y las maniobras del barco, y dispararían los torpedos en dirección errónea.
Vicente Fernández López