Ayer, en los Yacimientos de Pinilla del Valle, en Madrid, me pusieron en la mano un diente de caballo. Nunca había tenido un diente fósil de caballo en la mano, y mucho menos de una antigüedad de 90.000 años. Desde hoy y durante un mes, cerca de cien arqueólogos, paleontólogos y geólogos, pincel y buril en ristre, desmenuzarán cada centímetro de tierra del yacimiento en busca de un pasado tan remoto que nos hace infinitamente pequeños. “Lo que tenemos aquí es una auténtica máquina para viajar en el tiempo”, explica Juan Luis Arsuaga, uno de los tres codirectores del yacimiento. Acaba de arrancar la VII campaña de esta investigación en la que tratan de entender el comportamiento de los neandertales y obtener datos para la reconstrucción del paisaje y el clima de la zona en el Pleistoceno. El año pasado, en la que llaman “La Cueva de la Buena Pinta”, encontraron dos molares de un neandertal adulto. Saben que es una zona en la que los neandertales nómadas se detuvieron, hicieron fuego para cocinar alimentos y, probablemente, alguno de sus muertos fue aprovechado por las voraces hienas que llevaron hasta este cubil sus apetitosos restos. “Quizá este año encontremos la mandíbula o el cuerpo entero del neandertal al que pertenecieron esos dos molares”, lo dice, o lo sueña, Arsuaga. En Quo queremos estar pendientes, día a día, de lo que ocurre en Pinilla del Valle, y que tengáis toda la información de primera mano. Así, hemos abierto una línea directa con el blogde los investigadores. Desde hoy, podrás seguir en nuestra web, y de la mano de otro de los codirectores del proyecto, Enrique Baquedano, la vida de estos hombres y mujeres que desentierran tibias de caballo y cráneos de aquellas hienas que habitaron este bello paisaje. Gracias, Enrique, por abrirnos la puerta de la casa de aquellos viejos neandertales madrileños. Y muchísima suerte.
Redacción QUO