A los ocho o diez meses los bebés comienzan a gatear y, por lo que hemos sabido ahora, en torno esa edad también adquieren la predisposición a roncar de adultos. Lo asegura Kar A. Franklin, de Universidad de Umea, Suecia, uno de los mayores especialistas del mundo en trastornos del sueño. Ha estudiado los ronquidos de nada menos que 16.000 personas y se ha encontrado con una serie de constantes entre los roncadores: la mayoría de ellos crecieron en familias numerosas, convivían con mascotas, fueron hospitalizados por una infección respiratoria antes de los dos años o sufrieron infecciones recurrentes de oído.
¿Qué tiene que ver el número de hermanos o el pastor alemán que había en casa con la predisposicón a roncar? El doctor Franklin asegura que “estos factores pueden afectar los procesos inflamatorios y, por tanto, alterar las vías respiratorias superiores de la anatomía, causando mayor susceptibilidad al ronquido cuando se llegue a la edad adulta”. Así que cuando el compañero de cama comience su sinfonía (entre el 16% y el 33% de los hombres y entre el 8% y el 19% de las mujeres roncan), siempre podremos echarle la culpa a la familia, como en el diván del psicoanalista.
Redacción QUO